Dibujo: Renzo Alva H.
Por: Eduardo Yalán Dongo
Alfa le dijo a Beta; “Me voy a tomar todo un año sabático, porque necesito reencontrarme conmigo mismo”. Este enunciado es el axioma máximo de la generación del Siglo XXI, la máxima expresión del sentir y del creer posmodernos. Creo que lo reconocemos bien. Haber escuchado expresiones como: “necesito encontrarme”, “viajo para estar conmigo misma” (lo cual explica la temeraria suma de anglófonos en nuestro país) “lo que tú necesitas es un tiempo para estar solo, disfrutar de ti” y miles de singulares expresiones más, solo detallan nuestro modo histórico de subjetivación y sus especificas y especiales técnicas del cuidado sobre el sí propio. Generalmente esta tendencia surge por contraponer el “mundo real” (con sus hartazgos, pesadez y rigurosidad) frente al “mundo interno” (verdad, placer, foria positiva). Porque nos cansamos de vivir la realidad (o un simulacro más creíble) para querer vivir un ensimismamiento (Como lo llamaba Ortega y Gasset) que no solo enajena al sujeto del cuerpo propio sino del espacio vinculado metonímicamente con la “realidad”: Salir de viaje se convierte en la excelente oportunidad para disponer del yo.
Ya desde las épocas del viejo Sócrates se tiene en cuenta esta necesidad de apropiación del Yo, de educar al vulgo para que se aleje de sí, para que se evite el cuerpo con el propósito de obtener una verdad, cualquiera que esta sea. Conócete a ti mismo. El axioma fue la droga intelectual antigua, la substancia que aniquilaba al phatos griego (padecer) para convertirlo en idea, en un remedo metal de la vida activa. Narrativamente hablando, cuando alguien desea estar consigo mismo, tiene como objeto de deseo aparentemente al sí propio, quiere buscarse a sí mismo. Sin embargo, el sujeto no se busca a sí mismo: el sujeto no desea sino a aquello que no es, busca a eso que no lo constituye. Se entiende que la persona desea algo que no es ella misma, busca a un extraño fabricado, a un no-sujeto enajenado de una realidad determinada. La persona entonces plantea una transformación plena que revierta esta contrariedad creada, la persona quiere dejar de ser algo para parecer otra cosa, vive, en términos del enunciado del hacer, un engaño. El extraño irrumpe en el deseo y hace del que busca (el buscador) un sujeto-banalizado, provocando que se suspenda a sí mismo, que se engañe. Y lo hace sin ser consciente de ser él mismo destinador y destinatario de un saber (objeto cognoscitivo) cuya acción se basa en el hacer-creer/saber a sí mismo una “verdad” fabricada. Y por tanto, que busque, ante todo, una manipulación y persuasión constante sobre sí. Este funcionamiento de la acción (hecha ahora texto) explica de alguna manera cómo el pensamiento posmoderno de control de subjetivación “quiero estar conmigo misma”, es un mecanismo de control del yo. Mecanismo que declara no solo el alejamiento de una persona de lo material (expresado como “mundo real” -tu trabajo, tu universidad, tu casa-) y de sus ganas por vivir simulacros constantes (viajar al Sur, por ejemplo) sino que declara también cómo esta persona se encuentra en una permanente manipulación y persuasión de sí misma, en un engaño prolongado. Esto no es otra cosa que un tipo de educación mental, una retorica constante y permanente.
Salir de viaje en fiestas navideñas motivados por el hartazgo del sin sabor de la realidad, refiere también que este “ocuparse de si” anude subjetividad con verdad. Una forma de decir: “nos encontramos y seremos dueños de la verdad que habita en nosotros”. Pero, ¿Cuál “verdad”? ¿Cuál “dueños de nosotros”? Si esta necesidad de abandono de la “realidad” únicamente hace que nos manipulemos y por ende persuadamos constantemente de que existe una verdad en nosotros, queremos hacer-creer/saber que tenemos una verdad…pero ni somos docentes de verdad, ni somos fuente de placer, quizá solo seamos unos alegres cobardes.