El teatro es aún el medio de entretenimiento social que no se ha dejado cubrir por la polvareda del tiempo, que ha sobrevivido a las cenizas de los imperios caídos, y el desinterés de la gente ante el asombro de la tecnología. Diríamos que el teatro es el centro del entretenimiento imperecedero, por algún instinto de supervivencia, aferrado a la vida mágica de la actuación porque desde Esquilo, en la antigua Grecia, hasta Gino Luque, en el Perú contemporáneo, en dramaturgia, ha existido siempre el deseo de la angustiosa perfección.
Una breve anécdota que me motivó a escribir estas líneas sucedió años después de los inicios del espectáculo teatral, hace 2500 años aproximadamente, cuando este aún formaba parte de los rituales que los antiguos griegos brindaban con honores al dios más apreciado de este blog, Dionisios.
En La Poética de Aristóteles, y en un pequeño texto del maestro Borges, se lee que, alguna vez, hubo alguien que escribió: “elevó de uno a dos el número de actores”. Hasta ese momento, lejana certeza. ¿Alguna vez hubo teatro con solo un actor? Lo cierto, es que, antes que se sume el número de actores, el teatro –o el drama, como lo llamaban- dedicado al posterior Baco era para única y exclusiva representación de un actor, al cual llamaban el hipócrita. Se cuenta que el actor aparecía en medio del escenario, delante de un número indefinido de coristas, elevado por unos zapatos de suela ancha, con un traje negro y máscara alargada. Esta ceremonia de culto, fue una representación doctrinaria en donde no cabía ni la minima posibilidad de verse modificada, remota idea la de ver dos personas en el mismo escenario: hasta que apareció un hombre que, de manera rebelde, como lo hacen los grandes precursores, adhirió personajes a la obra, y así asombró; o quizás, conmocionó; o quizás escandalizó; o, mejor aún, horrorizó a su auditorio: ese hombre fue Esquilo.
Ahora, 2500 años después, probablemente muchos más, recordamos a Esquilo como el gran dramaturgo griego, autor de Las Persas o Las Suplicantes, el padre de la tragedia griega, antecesor de Sófocles y Eurípides. A pesar de estos reconocimientos, la verdad es que cuando los griegos lo enterraron, después de que falleció por el golpe de un caparazón gigante que cayó desde un quebrantahuesos, colocaron en su epitafio “por su valor en la batalla de Maraton”… fue actor de su propia obra heróica.
Una breve anécdota que me motivó a escribir estas líneas sucedió años después de los inicios del espectáculo teatral, hace 2500 años aproximadamente, cuando este aún formaba parte de los rituales que los antiguos griegos brindaban con honores al dios más apreciado de este blog, Dionisios.
En La Poética de Aristóteles, y en un pequeño texto del maestro Borges, se lee que, alguna vez, hubo alguien que escribió: “elevó de uno a dos el número de actores”. Hasta ese momento, lejana certeza. ¿Alguna vez hubo teatro con solo un actor? Lo cierto, es que, antes que se sume el número de actores, el teatro –o el drama, como lo llamaban- dedicado al posterior Baco era para única y exclusiva representación de un actor, al cual llamaban el hipócrita. Se cuenta que el actor aparecía en medio del escenario, delante de un número indefinido de coristas, elevado por unos zapatos de suela ancha, con un traje negro y máscara alargada. Esta ceremonia de culto, fue una representación doctrinaria en donde no cabía ni la minima posibilidad de verse modificada, remota idea la de ver dos personas en el mismo escenario: hasta que apareció un hombre que, de manera rebelde, como lo hacen los grandes precursores, adhirió personajes a la obra, y así asombró; o quizás, conmocionó; o quizás escandalizó; o, mejor aún, horrorizó a su auditorio: ese hombre fue Esquilo.
Ahora, 2500 años después, probablemente muchos más, recordamos a Esquilo como el gran dramaturgo griego, autor de Las Persas o Las Suplicantes, el padre de la tragedia griega, antecesor de Sófocles y Eurípides. A pesar de estos reconocimientos, la verdad es que cuando los griegos lo enterraron, después de que falleció por el golpe de un caparazón gigante que cayó desde un quebrantahuesos, colocaron en su epitafio “por su valor en la batalla de Maraton”… fue actor de su propia obra heróica.
4 puntos de vista:
Genial. Esquilo el renegon era tambien un tanto esquivo a las nuevas corrientes pedagogicas de Euripides...Esquilo siempre, a pesar de esto, me cayó bien.
el teatro se esta promocionando mucho en Lima, visita
http://guiadearte.perucultural.org.pe/index.shtml
hay buena informacion acerca del teatro y el movimiento cultural en Perú.
bien anonimo, buen dato. de hecho es una pagina importante, no la conocia. un buen referente para invertir el tiempo libre en eventos importantes.... gracias
Paja su blog.Sigan así chicos.Cuelguen toda la movida de teatro en Comas. Del extranjero estan viniendo actores, circences, titiriteros , etc. Me encanta el teatro y para mí es una forma de evadir mi realidad absurda.
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