La otra mejilla

Fotografía: Yasmin Sayán
Por: Eduardo Yalán Dongo


Hace poco leí en un blog una pregunta que un curioso cibernauta le hacia a un entendido teólogo virtual: Estimado Padre Fuentes: Cuando Jesús dice que si alguien nos golpea debemos poner la otra mejilla ¿Cómo debe entenderse esto? Si alguien agrede físicamente a otro, ¿no tiene éste derecho a defenderse?”. Al parecer a nuestro amigo le habían propinado tal golpe en la jeta que estaba preocupado si debería descarriar sus frusleras emociones en el hocico del agresor o simplemente resignarse estoico listo para mostrar la otra mejilla. Pero pongan atención a lo que digo: “al parecer”, al parecer cuando utilizamos el axioma cristiano de la “otra mejilla” nos imaginamos siempre algo físico, algo carnal, no tan metafísico o metafórico, siempre es “Si alguien agrede físicamente a otro”, como refería el abollado cristiano. Entonces lanzo la pregunta ¿De qué manera estamos educados en estos casos donde se nos propina una bofetada (no solamente física) y quedamos, como se dice, “ardidos”?

“Oísteis que fue dicho: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo” (Mateo 5, 43) Y desde las antiguas épocas de la humanidad se nos ha acostumbrado a esta ley del talión, ley que nos ha enseñado bien a descargar la ira, cólera y tristeza en la bemba del oponente. Leamos los periódicos solamente para corroborar esta educación: “hombre mata a vecino por poner desmonte en su puerta” “mujer corta miembro a su pareja por presunta infidelidad” y bueno, podría seguir citando y rellenado más este artículo. La explicación de esta respuesta del talión en la sociedad masificada se debe a la simpleza que posee la reacción, es demasiado simple responder con una tortura, una mirada esquiva, un comportamiento determinado; es simple y fácil en causa, más no en consecuencia. Así como es poco saludable callarse insultos es también poco saludable someterse a un solo tipo de reacción, como es la del talión. Cuando Jesús dice que mostremos la otra mejilla (aclaro, soy ateo), no únicamente se refiere a los estándares físicos, sino que existe otro camino, y más saludable, que simplemente (por dialéctica) responder al golpe del agresor: dar las gracias.

Dar las gracias es una venganza sana, una maldad sutil, no hay motivo para comportarse a posteriori de “tal manera” o de “tal otra” frente al agresor, no tenemos porque fabricar un comportamiento especialmente para este, simplemente se le pide a esa serpiente que retire el veneno de la herida ya que “una serpiente no puede matar a un dragón”. Dar gracias es difícil y raro, sin embargo denota una complejidad que el agresor difícilmente comprendería, como también una purificación de la mente y el comportamiento de uno mismo. Es, creo, lo que se refería Spinoza cuando refiere: “Quien imagina que se destruye todo aquello que odia, se alegrará” e inevitablemente pensamos “Destruir = físico”, es decir, nuestra educación psicológica social es tan pobre que vinculamos casi siempre la “destrucción de todo aquello que odiamos” con lo físico, sin reconocer que la destrucción mas saludable es la de la mente, específicamente de la creencia. Si yo odio a una persona no es por ella misma, sino por la creencia que tengo de esta (tal vez creo que esta persona es mala o que se yo). Entonces, como dice Spinoza, nos alegramos mas saludablemente y sin consecuencias, si destruimos la creencia, lo que creemos, lo que en verdad nutre nuestra emoción, es decir lo “meta-físico” del problema. Hay solo dos caminos, ni uno mejor ni uno peor, pero, sabiendo que hemos estado caminando únicamente por un solo sendero, ¿no sería justo admirar el otro? Solo acepto una cosa, el camino de dar las gracias es un tanto tullido y da miedo, y, lamentablemente, no entran muchas mujeres en él.

2 puntos de vista:

Paco Marzo dijo...

Interesante, me gusto mucho tu articulo .

AngieC dijo...

Volviendo al mundo Blogguer... te encontré en uno de aquellos blogs que escribía muchos años atras... ya pasaron 4 años y es bueno que aún sigas activo.