Por: Eduardo Yalán
He aquí mi favorito: Javier Baraybar. Líder del movimiento independiente de vecinos surcanos, un “hombre de experiencia a tu servicio”, dueño de un no tan enfervorizado gesto. Baraybar optó quizá por una apuesta política más simplista, más clásica en lo que a propaganda política se refiere, podemos quizá proponer a un único actor (sujeto) discursivo junto con un mensaje lingüístico funcional sobre el partido, resaltando los lexemas /solidario/ /experiencia/ /servicio/ /independiente/ /hombre/. Todo perfecto hasta allí, eligió el color amarillo para connotar (mensaje icónico codificado) Lealtad, honor, unión, economía, amabilidad. El amarillo y el verde son muy útiles en este tipo de propagandas. Al parecer dentro del contexto objetivo, se puede decir que nos encontramos con una propaganda “normal”, común y corriente, no pasa nada, objetivamente hablando. Ahora bien, (otra vez la sintáctica) ¿Para quién es este mensaje? Eventualmente, somos los peruanos y, claro esta, surqueños, unos lúdicos chacoteros y picaros críticos de la rareza, y entonces nos detenemos, y confirmamos eso de que el ser humano puede conservar un número infinito de unidades de información en una fracción de segundo: ¡Boom! Aparece el apellido: Baraybar.
Hasta el menos elocuente puede darse cuenta que el nombre del candidato comienza con el prefijo /Bar/ y termina con el sufijo /Bar/. Y es inevitable situar una lectura mórbida, pícara, pero permitida al discurso del afiche. Para decirlo semióticamente, existe, detrás de la manifestación figurativa sonora de “Bar”, la existencia de un rol temático que se puede designar, con el perdón del señor Baraybar, de /borracho/ o sujeto relacionado al alcohol, así como a su opuesto /sobrio/. Inevitablemente su representación en el cuadro semiótico permite visualizar estas dos tendencias:
Y para enfatizar esto, el sema /borracho/ extirpado del lexema /bar/ se hace aun más evidente gracias a un mal empleo de la comunicación, a una mala utilización de los colores dentro de esta publicidad: El amarillo. ¡Sintaxis pura señores!, imagínense; el amarillo y blanco como fondo de un candidato (por ejemplo) de nombre Jiménez…no pasa nada. Pero el amarillo y blanco en un candidato cuyo nombre es Baraybar, inevitablemente se genera una lectura imprevista. ¿Y que tiene que ver el amarillo y blanco? Se preguntara el más ingenuo. Sin ser semiólogo o sociólogo, o psicólogo ¿Qué se vende en los bares? Tragos, alcohol ¿Qué trago en particular tiene el color amarillo y blanco? La cerveza. ¿Qué sucede cuando anudas el sema /borracho/ inevitablemente inmerso en el apellido Baraybar y pintas tu propaganda de amarillo y blanco? ¡Boom! Por metonimia, la lectura que la gente dará al candidato será la de un amante de la cerveza, la de un ebrio camuflado, la de un desequilibrado, desquiciado por el alcohol, un vicioso, un perfecto vecino al quien no se le dará voto alguno. Mala comunicación, no hubo una atención a la posible lectura que el votante le vaya a dar al candidato…Lo que sí me parece esta en cuestión es si verdaderamente el surqueño, amante de la cerveza, le otorgué un valor disfórico o eufórico a este candidato y a su inocente relación con el alcohol.