Fotografia: Claudia Villaseca
"Pero nadie puede hacer nada contra los sentimientos,
ahí están y escapan a cualquier censura.
Uno puede reprocharse tal acto, tal palabra pronunciada,
pero no puede reprocharse un sentimiento,
simplemente porque no tiene poder alguno sobre él."
Milan Kundera – La identidad
Hace poco inicie la lectura de un libro publicado el 2006; Inteligencia Social (Social Intelligence) segunda parte del libro Inteligencia Emocional, ¿el autor? David Goleman. “Un libro revolucionario” tacha la portada y socarronamente titula mas abajo: “La nueva ciencia para mejorar las relaciones humanas”, así como esos libros de autoayuda. Pues bien quisiera acometer blandas criticas hacia estos libros que, no cabe duda, son el arma ha blandir en el imaginario popular y que sirven para la justificación de muchos fenómenos emocionales.
No le quito merito a Goleman, trató a la inteligencia emocional como una ciencia vulgarizada para que cada ser pueda acceder a ella, eso es bueno. Y es bueno porque nuestra tecnosfera exige a nuestra sociosfera un replanteamiento sensorial y afectivo, era necesario vulgarizar la pseudo-ciencia de las emociones para satisfacer no el deseo, sino la necesidad de las personas de nuestra actual cultura por entender sus emociones. El éxito del libro se debe a esto, la teoría aterrizó en una cultura perfecta y compatible con este tema, las personas necesitaban entender lo que durante lustros fue prohibido comprender.
Pero pese a este logro, la inteligencia emocional asienta sus fundamentos en terrenos fútiles, pantanosos, sintiéndose a cada momento de su lectura como las palabras están tambaleándose en un umbral cultural; entre lo platónico (racional-cultura antecedente) y una cultura sensible (emotiva-cultura actual), indefinible. Por ejemplo, “controlar las emociones para generar empatía con los demás” o “cuando sientas una emoción negativa adecua a las facciones de tu rostro, ya que como sabemos lo corporal externo determina a lo emocional interno”. Ahora, ¿Que pretensiones tenemos nosotros, el vulgo consumista, para reprimir nuestras emociones únicamente para generar empatía? Algunos estudiosos de nuestra cómica tecnosfera insinúan que al poseer rasgos de una cultura oral, nuestra necesidad de “llevar la fiesta en paz” (empatía) es latente. De aquí que en relaciones amorosas nos esmeremos en el romanticismo eterno o que por ejemplo a pesar de ya no ser cristianos, persistimos en la idea de un Dios que nos eternizara la vida. Sin embargo, nuestra empatía es diferente, si bien tenemos características orales, también las tenemos escríbales, siendo un hibrido nuevo de cultura: ahora nos escondemos bajo el internet para acabar las relaciones amorosas, ahora no dudamos en enojarnos hasta con nuestro jefe, ahora, quizá, tengamos mas disposición que antes para explotar afectivamente: somos un hibrido de pesimismo y de esperanza.
La inteligencia emocional y social es un buen comienzo para vulgarizar la ciencia afectiva (psicología) sin embargo esto no subsana el error de analizar a las emociones humanas aun desde perspectivas de culturas pasadas. La empatía es una solución de la “old school” psicológica, si se quiere decir así, es una perspectiva reactiva, temerosa y aislada; dejar para que otro sea. La inteligencia emocional incita una represión subrepticia, a pesar que el autor diga lo contrario (y sínicamente lo dice como un obiter dictum). Lo que ha hecho la inteligencia emocional es hacernos dispuestos a dar la otra mejilla cuando nuestra cultura propensa lo contrario, es inocularnos de autocontrol cuando nos motiva lo dionisiaco, es continuar llamando “malo” a la tristeza y al odio y “bueno” al amor y a la alegría cuando no “sabemos definir lo que sentimos”, no sintamos nunca desprecio por nuestras emociones, porque lo hacemos cuando decimos: “me porte mal con respecto a…” o “antes de actuar debo pensar” o “controla tu físico para controlar tu emoción” o “explico la acción biológica de la emoción y salto en un pie por este descubrimiento” o la zalamera: “tranquilízate”, debemos de amar y aprender a amar a las emociones, debemos de comprender al sistema emotivo y no vulgarizarlo con percepciones pasadas, debemos..¿Quien debe? Los educadores deben, los psicólogos, ellos son los agentes educadores ahora, estén dispuestos a enseñar y estudiar el cambio.
Como dice Spinoza: “la naturaleza de cada pasión debe ser explicada necesariamente de tal modo que resulte expresada la naturaleza del objeto por el que somos afectados” (Parte tercera. Ética demostrada según el orden geométrico) La tecnósfera (ese objeto por el que somos afectados) explica a nuestra cultura (a nuestros afectos) si sabemos que la tecnosfera ha cambiado conforme la historia, y sabemos que las emociones son culturales, entonces, es necesario replantear nuestra psicología de las emociones, nuestros conceptos mas básicos como el de la inteligencia emocional, el cambio ya se dió, ahora analicémoslo.
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