Por: Pedro
Oscar Corcuera me recibe en la comodidad de su estudio, en el segundo piso de su hermosa casa en San Miguel. Tiene un inmenso ventanal desde donde se ve un parque verdisimo cubierto de palomas inquietas. Tengo referencias asombrosas de su obra y su vida; sin duda, es, de lejos, uno de los más insignes artistas de nuestra cultura andina. Pero no solo se le puede reconocer como el consagrado pintor de lienzos que es, sino tambien como muralista, compositor y poeta, oficio que comparte con su tambien reconocido hermano Arturo. Ha creado en su obra matices que, desde sus inicios, han colaborado promoviendo la peruanidad, dentro y fuera del país. Cargó con sus cuadros a ciudades como Santiago, México DF, Río de Janeiro, La Habana, Madrid, Budapest y Nueva York. Hoy me presta unos segundos de su tiempo...
Es verdad. Yo nací con el arte en el alma, pero tengo la herencia paterna. Mi padre era pintor, poeta, escritor, narrador, orador, periodista. Él no tenía escuela pero sí mucho talento.
En realidad, yo a mi obra la hago muy espontáneamente, sin pretensiones, sin ínfulas de figuración. Me gusta que mis obras hablen por mí, que la gente diga si vale o no, que ellos se hagan un juicio.
Bueno, yo la califico de expresionista. Algunos me dicen que vengo de los indigenistas, y que soy un neo-indigenista. Pero yo me ubico dentro del expresionismo.
A veces, me sorprendo con mi propio arte, porque mi pintura es tan variada. He incursionado por todo los caminos de la pintura: expresionista, realistas, figurativa, abstracta. Es decir, ¿qué es lo que no tengo? Muchos que han visto mi pintura, piensan en mí como alguien que pinta cholitas, pero si vienen acá verán que no es así. Mi pintura puede ser hasta un poco desconcertante.
Cuando fui a EEUU, me detuvieron en el aeropuerto y me preguntaron si era político. Le dije que no, que era pintor; que viajaba por los países del mundo para presentar mi obra como un mensaje del Perú. Le dije, si tiene mensaje político, son ustedes los que tienen que calificarlo. Pero en todas partes ven en mi obra un mensaje político. Cuando hice un mural en el Colegio Hipólito Unanue de 18m2, pinté a un hombre con sombrero, con las mangas dobladas. Me dijeron que la gente no venía de esa manera, que la gente venía en corbatita para ver al director. Le respondí que no, que los pobre no tienen para eso, que los pobres se presentan como lo que son, y para ellos es mi mensaje. Me dijo que me tildarían de comunista. Que me califiquen como sea, en buena hora. Luego consulté a un gran amigo, sobre este problema, y me dijo que deje el mural, que no mueva nada, porque en el gobierno son tan cojudos que ni cuenta se dan del mensaje. Y así de diferentes maneras encuentran un mensaje en mi obra.
El arte une a los hombres y a los pueblos. Si desde los colegios desde primaria, se orientara en el campo del arte, tuviéramos mejores ciudadanos, más limpios, más honestos, mas honrados, porque el arte eleva. Uno nunca debe dejar de soñar, debe hacerlo permanentemente. Soñar no es perder el tiempo, yo lo he hecho todo a base de ser un soñador.
Quiero dejar un legado de amor al arte, a la juventud, a los niños. Las personas siempre tienen que estar ligados al arte, eso los enriquece, los tranquiliza. Goza, admira, critica, pero siempre el arte es un alimento para el espíritu.
Ahora que estamos en su estudio veo que su trabajo es riguroso y bastante numeroso, ¿se toma descansos?
No, yo sigo trabajando, creando, escribiendo, sigo pintando y sigo componiendo, una locura. Yo cuando analizo mi trayectoria, me pregunto ¿que soy? ¿Porque hago tanto? Pero estoy contento porque me he realizado en lo que me gusta. Gozo con mis canciones, con mi poesía, con mi pintura y con mis murales, que se han hecho bastante.
Dicen que hay veces en que un artista debe morirse para que su obra sea reconocida…
Uno tiene que morirse, no hay otra forma.
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