Una Gárgola en el armario: a propósito del amor en la cultura moderna.

Fotografía: Javier Ramirez Noriega
Por: Eduardo Yalán Dongo

"we gotta go now, bye bye...
whe have some good times...
But`they`re just about gone
about the break of day!"
Jim Morrison

Umm, no recuerdo bien, pero creo que tenía como 9 o 10 años cuando en navidad mi papá me compró una Gárgola; la Gargola Goliat, de la serie de dibujos animados. La gárgola era increíble, morada, con una revestimiento de piedra de a mentiritas (porque las gárgolas de día se convierten en piedra), y con unas alas increíbles que se agitaban cuando juntabas las piernas del muñeco…increíble. Pero entonces pasan los días y pasa la vida y la Gárgola fue pasando de moda y la serie repetía los mismos capítulos y como que ya cansaba ver a Goliat, Brookling y a esa gente en el mismo castillo sin baño. Así que mismo Toy Story 2, me cansé de jugar con Goliat y lo agrupe junto con Chaca de virgo, el batimóvil, unas fotos de primaria, otras de secundaria, un Picoro Daimacu y un soldado de los años 50 que mi papá me había regalado. Todo dentro de una caja, una caja de zapatos amarilla que hasta hace 1 día tenía en la parte de arriba de mi armario. Ahora bien, yo no juego con Goliat, no lo visito todos los días, ni le hago caso, y por nada del mundo quería regalarlo, a nadie. ¿Para qué entonces lo guardaba? ´

El primer feminicidio ocurrido este 2010. Jairo Retuerto con una agripada locura cargo ambas manos al cuello de Lizeth Rodríquez, le dio dos fuertes sacudones, izquierda pow, derecha paw (según peritos) y la hizo dormir para siempre. Lizeth quería ser arquitecta, estaba cursando la secundaria y tenía muchos planes para su vida, lastimosamente entre ellos no se encontraba Jairo. Al parecer este se dio cuenta (casi al final de la relación) que esta misma ya no funcionaba, que el juego del playstation y del Nintendo, facilitado por el negocio de sus padres, lo abstraía completamente de la realidad afectiva…despertando solo cuando escucho "Esto no va más”. Este no pudo bailar con la noticia, no pudo creer lo que le estaba diciendo y, con una segura (y comprensible) aceleración del pulso y respiración y además de una angustia visceral intensa, terminó de ser seducido por las más violentas emociones. Pobre Lizeth, sus sueños eran muchos, bastantes quizá, ser arquitecta, casarse, vivir con otra persona, viajar, miles de situaciones, pero ella no era de las mujeres que guardan Goliats arriba de su armario.

Tofler señala en su libro “El shock del futuro”:

“(en esta cultura moderna) En vez de estar ligados a un solo objeto durante un
lapso de tiempo relativamente largo, nos hayamos ligados, durante breves
períodos, a una sucesión de objetos que sustituyen a aquel.”

La relación con las cosas afecta a tus impresiones y a tus sensaciones; en resumidas cuentas, sientes emociones cada vez más reducidas, modales, transitorias, fugaces o a corto plazo. Es decir, en esta cultura: chau matrimonio, chau emociones mutables, chau planes sedentarios, chau monogámia, chau fidelidad; si quieres todas estas cosas, o te consigues a una cristiana o nadas contra la corriente (poco aconsejable). Pero no hablemos que el amor “ya no existe”, no. El amor existe aún pero ya no con ese revestimiento abstracto, como se lo concebía antes, sino de una forma carnalizada, mas expresiva, mas intensa. Si bien en esta cultura el amor es fugaz y a corto plazo, las emociones que se expresan en este breve tiempo se han tornado mas intensas, mas calurosas; antes solo el desarrollo de una, solo una emoción (ejm. Amor) en la vida del hombre común, costaba años de consolidación, convencimiento, y sometimiento. Hoy, sin embargo, lo que aquellos hombres se esforzaban en hacer en años, hoy lo gozamos en semanas. Igualmente, lo que antes solo se sentía una vez y de forma reducida, hoy se siente en una multiplicidad dentro del tiempo y espacio transitorio…algo que da miedo y también curiosidad.

Al final Lizeth no tenía la culpa de nada, ella solo fue la consecuencia de esta sociedad de “úsalo y bótalo” ¿Por qué matarla? Ella era de otra época, de otra cultura, 4 años menor que Jairo…y bueno…Jairo…Jairo….Jairo solo quería una Gárgola en el armario.

Manifestaciones de lo sexual en lo cómico andino

Por: Eduardo Yalán Dongo
Fotografía: Diego Miranda
“Solo cuando subimos hasta una sociedad
refinada y culta se agrega la condición formal
del chiste. La pulla se vuelve chistosa y solo
es tolerada cuando es chistosa”.
(S. Freud. El chiste y su relación con lo inconsciente)

Cuando revisamos específicamente el desarrollo de los chistes andinos dentro del contexto rural podemos aseverar que el 80% de estos se abocan a temas sexuales desde predominios de la analidad, violación, zoofilia, parafilia, y hasta chistes vinculados con la iglesia. La manifestación de lo sexual en los chistes andinos demuestra que existe, como afirma Freud, una afinidad al develamiento de lo sexual distorsionado (“obsceno”), característica que divide a esta sociedad rural con la nuestra (urbana); digamos que la denuncia sexual de los chistes andinos remarca esta diferencia no solo cultural sino psicosociológica.

La analidad en lo cómico:

Según Freud en la etapa psicosexual infantil, para la representación, existe en alguna medida una cloaca dentro de la cual lo sexual y lo excrementicio se separan “mal o no se separan”. El interés de los chistes andinos por la analidad parte de esta edad psicosexual infantil y se extiende hasta la edad adulta configurando rasgos e intereses. Sin embargo, las heces no solo están vinculadas a los rasgos excretorios, higiénicos, de puntualidad o sexuales, sino que implican una relación con el valor material, más específicamente, el valor del dinero. El dinero es “sucio”, “cochino”, e “impuro” según las etiquetas que le damos (es necesario recordar a nuestra madre decir: “lávate las manos porque haz agarrado dinero”). No basta citar los diferentes cuentos que relacionan a la analidad con el dinero, como la gallina que pone huevos de oro, o el burro que excreta oro, o la piedra (cuento japonés) que da dinero a un campesino por una extraña cavidad en su parte trasera. Debemos de acotar también que, esto según Freud, el papel sexual de la mucosa anal en manera alguna se restringe al comercio entre hombres, tal vez su interés adulto por la atracción anal parte de una insatisfacción de la etapa infantil (etapa cuya característica principal es la estimulabilidad erógena de la zona anal).

Siguiendo con estas características sobre la analidad, se puede precisar que el niño andino desarrolla un sentimiento contradictorio por las distintas valoraciones (entre ellas la atracción) que se le da al ano y a las heces, no es de sorprender que las primeras palabras bien pronunciadas del niño en el juego hostil sean “caca, poto, pedo”. El chiste sobre la analidad demuestra por tanto no un problema a sublimar en la cultura andina, sino una exteriorización de los signos de vida del niño andino, signos que pueden servir como punto de partida para la integración de esta etapa primaria con la etapa adulta; pero definitivamente no estamos hablando de la sublimación de esta primera. Lo que sí podemos suponer es que existe en cada chiste andino sobre analidad dos roles: el rol espía (el rol que ha visto de primera mano o mantiene la imagen descrita y por tanto esta lleno de excitación sexual) y el rol narrativo (rol que abandona momentáneamente el carácter sexual para convertirse en el sujeto que cuenta lo visto haciéndolo cómico). Ambos roles en la cultura cómica andina están portentosamente presentes de tal manera que otro chiste (urbano) no causaría gracia alguna ni siquiera a los niños.

2 Chistes andinos sobre analidad:

El chiste del pajarito: Jacinto mete sus excrementos en el un gorro y se los enseña al sacerdote diciéndole que encontró un pajarito. El sacerdote mete la mano y se embadurna con las heces, cuando trata de librarse de ella se golpea la mano, y, para calmar el dolor, se chupa el dedo.

“La rapidez y el ají en el ano”: Analogía de cómo un niño, al igual que un burro pueden ser estimulados en el ano, con ají, para que logren rapidez en el desplazamiento.

El sacerdote dentro de los chistes andinos sobre analidad:

Es muy interesante, dentro del chiste en la cultura andina, reconocer que el 50% de los chistes sexuales sobre analidad incluyan al sacerdote católico como personaje. Los productos fecales en el chiste del pajarito enfatizan y/o otorgan al sacerdote un valor de rechazo, de “catectización” de las heces y su comprensible vinculación con el hombre lascivo religioso. El sacerdote en los andes es visto también como un ermitaño cuya soledad lo ha llevado a los torrentes de la lascivia pura y el fetichismo por lo infantil.

En el cuento “Tayta cura” se puede, claramente, analizar este valor. El chiste describe un personaje como seductor de una joven aldeana, con quien ejerce su poder y la engaña diciéndole que “si se quiere entregar a Dios, se entregue sexualmente a él” y sale embarazada. El chiste es una denuncia sexual por parte de los sacerdotes que, sobre todo en época colonial, abusaban de los niños en las provincias andinas del Perú. Obviamente que el chiste se convierte en hilarante y genera una respuesta cómica, pero esto no es más que la estética de la comedia cuya verdadera esencia se encuentra en la denuncia detrás del gran telón: El temor hacia los sacerdotes por parte de los niños y niñas y el posterior rechazo en la edad adulta.

No extraña por tanto que el 60% de sacerdotes practique las relaciones sexuales frente al 26% que prefiera los tocamientos a niños menores. Quizá de aquí parta la relación Anal-sacerdotal (Sacerdoanal, no le caería nada mal) en los chistes andinos, el sacerdote por tanto se convierte en el sujeto relacionado con la putrefacción, el asco, la antihigiene, valores que la iglesia de forma casual ha construido con la reclusión. El sacerdote por tanto se convierte en obra cómica en los Andes por obra de los que les temen, el desnudamiento de su animalidad es hilarante para las personas que ven demolida su propia edificación de tabú frente al sexo. Esta risa por parte del “mal educado” que se burla del representante de Dios, es una consecuencia de la mala adaptabilidad del cristianismo purista en los terrenos de la palabra oral, de las culturas tribuales, de la realidad andina; a ello su relación con la analidad y su desprecio pero también su innegable éxito…lo ridículo jala a la vista.