¿Por qué no votar por Fujimori? Cuerpo e individualidad.

Cuadro oleo: Renzo Alva H.
Por: Eduardo Yalán Dongo

Sorprende aun, y a veces hasta la estupefacción, lo que se puede escuchar acerca de las elecciones y los candidatos por los que, dentro de una sórdida necedad, el peruano promedio sacrificaría su voto. Sacrificaría su voto. Sí, porque votar por personajes como Fujimori (representado por su hija) es en términos estrictos, sacrificar el voto. ¿Por qué no votar por Fujimori? He escuchado que se vota por Fujimori por el hecho de que al papá de fulano le fue muy bien económicamente durante su mandato, o porque erradicó el terrorismo, o porque fundó colegios, muchos colegios, para los niños y los pobres. Lo cierto es que existe en estos puntos una suerte de problemática que no permite comprender la figura discursiva de todo esto: la maleabilidad del cuerpo y la deformación de la individualidad. Dos puntos que vale la pena retomar.

Primero, el cuerpo. Fujimori estaba demasiado interesado en la maleabilidad del cuerpo, principalmente, en el cuerpo útil, como lo llamaría Foucault. ¿Qué es un cuerpo útil? Cuando se utilizan estrategias de poder que requieren de un máximo de fuerza del cuerpo inteligible se produce el concepto de cuerpo útil. Un cuerpo que produzca, utilizable, que haga. Por ejemplo, el servicio militar requiere un cuerpo útil, la mayor disponibilidad y utilización del cuerpo. El discurso gerencial de una empresa quiere también cuerpo útil, un cuerpo del trabajador que produzca, que este activo (proactivo que se le dice) y trabaje “bajo presión”. Igualmente el colegio o los centros de educación requieren una utilidad del cuerpo, una postura del cuerpo para leer, un uniforme con el que vestirse, una forma de llevar la compostura, de sentarse. No es de extrañar, siguiendo lo anterior, que Fujimori se dedicara a construir más colegios en la costa peruana retirando el curso de literatura universal de la currícula escolar (técnicas de dominación). Ni tampoco es de extrañar que los aturdidos jóvenes de hoy (precisamente estudiantes de aquellas escuelas) piensen que su gobierno es el mejor de todos y merece que ancle nuevamente en el gobierno (cuerpo útil). Así también, cabe mencionar también el programa de esterilización de las mujeres en los andes, al control de los medios y a la creación de grupos paramilitares como principales interés del gobierno fujimorista por el cuerpo útil.

Otro punto es la maleabilidad de la individualidad. Gilles Deleuze en “Foucault” preguntaba “¿Qué le queda a nuestra subjetividad?” Pregunta perfectamente valida en nuestra contemporaneidad. Si el saber o los saberes, originados por el poder o algún estado de dominación como una tiranía política, han afectado cada vez más nuestra vida cotidiana, nuestra interioridad y nuestra individualidad, ¿Qué le queda a nuestra subjetividad? No le queda nada. Este es el tipo de individualidad que debemos de rechazar, la impuesta, la que nos impuso nuestro querido Fujimori con el control de los medios (el poder tiene su gran centro de ejercicio en la información), moldeando y sometiendo nuestra individualidad a una serie de patrones específicos. Fujimori era enemigo por tanto de la subjetividad, más aun de la intersubjetividad, de las relaciones con lo otro. El discurso fujimorista era, como toda verdad una ficción, pero una ficción que lejos de ser pasiva como la realidad misma, era concretamente perversa, castigadora, vigilante.

El despecho desconsiderado contra el cuerpo y la malformación de la individualidad son las dos razones por las que no pretendo votar por Fujimori, más allá de los soliloquios y pataleos de Keiko Sofía, más allá del libro de Montesinos, mas allá de los crímenes horrendos cometidos por nuestro querido Fujimori.