Stuprum: Cristianismo y Sexualidad (1era acotación)

Por: Eduardo Yalán

"La muerte es el término espantoso del sol.
El contrato que debe terminar.
Costumbres de propietario."
-Cesar Moro- 19 de marzo de 1953
Últimos poemas
La vida es una propiedad de la muerte, quiéranlo o no somos propiedad de la negrura que acaricia la “no existencia”. La vida del hombre es un cambio continuo, una pendiente descaradamente terca. ¡Si, el hombre es un ser cambiante!, todo lo que él produce estará casi biológicamente inoculado de un esperma de cambio, listo para fecundar en el ambiente preciso, listo para salir a la luz y gritar como neonato condenado, listo, en el momento menos esperado. Ustedes me dirán que lo referido es tan obvio y conocido que no hace falta remarcarlo, sin embargo, me abocare a un tema en particular, un tema que refiere el rechazo del cambio y su no asimilación: La sexualidad y el Cristianismo.
Delimitemos el problema, el cristianismo es el jurista de la sexualidad, al parecer lo ha sido (y lo es), sin embargo, obviamente esto no siempre fue así. Antes de la instauración del cristianismo en occidente, mas o menos en el siglo III d.C., el imperio romano tenía una visión sexual absolutamente liberal sobre las tendencias sexuales de la persona. La tolerancia sexual del romano era tal que en el 342 d.C. los matrimonios entre homosexuales eran totalmente permitidos y estaban incluso dentro de la conducta estimada de un buen romano. Recuerdo también que la lectura de Plutarco, datada un poco antes de estas fechas, destila un mensaje homosexual absolutamente permitido por los agentes culturales de ese entonces, estamos hablando, entonces, de tolerancia sexual tanto homosexual como heterosexual en una cultura avanzada que perfilaba una gran tecnología para su época.
Sin embargo, llegó la religión de Pablito de Tarso; el cristianismo. Se instauro el Stuprum (desfloración), asignación que los juristas cristianos utilizaban para designar una conducta sexual indecorosa. Las lupercales (fiestas de fertilidad) fueron remplazadas por el cochino “El día de san Valentín” (días de moderación conductual de la fertilizad), los matrimonios “gays” se censuraron terminalmente, repetían todos: “corruptum vitiis sodomitis”. El discurso del buen cristiano degenero la civilización romana, toda la tecnología romana fue diluida a una organización social y desarrollo cultural primitivo.
Este stuprum y otras inepcias puristas heredadas por años, nos han hecho un mal terrorífico en el imaginario, aun creemos que algunas conductas sexuales son malas y otras buenas, y en base a eso condenamos: “no la mujer no puede estar haciendo eso o aquello”, “no los gays son repulsivos”. Pero veamos a la nueva iglesia y resaltemos como utiliza la sexualidad de ornamento, de anzuelo, reclutando jóvenes aprovechándose de su necesidad de sociabilizar y conocerse y copular ¡que uso de la sexualidad más hueco! Partiendo de lo dicho quisiera hacer una digresión, ¿se han dado cuenta como es la relación entre Jesús y las mujeres? (mas adictas a la religión que los hombres) me he dado cuenta que utilizan palabras como: “mi papacito, mi rey, mi churro” y demás adjetivos estéticos/sexuales. Estoy más que seguro que el rostro occidentalizado de Jesús no es usado por los cristianos de manera superflua, sino compleja, como un señuelo para llamar al sexo femenino; a las viejas moralistas que curiosamente sexo es lo que más desean.
Cerramos este paréntesis y finalmente mencionemos una reciente noticia. la nueva que directamente ha escandalizado a la Iglesia pero de la cual no se ha pronunciado aun con magnitud, es el “pecado” de Fernando Lugo, presidente y ex obispo de Paraguay que formalizó su enrolamiento en las filas de la paternidad, manifestando haber engendrado un niño mientras su cargo de obispo aun estaba activo. Ahora, la iglesia, ¿qué hizo al respecto? La madre Iglesia Reaccionó de manera condenatoria pero no resaltante, no trascendió en lo más mínimo su opinión en los medios masivos, entonces que nos dice esto, ¿es la iglesia la misma jurista de años romanos, o es que acaso el cambio cultural/mundial esta obligando a la iglesia a desvanecer paulatinamente como agente educador? El cambio vive en los jóvenes y son ellos los que están matando (o, para usar eufemismos, desvaneciendo) al cristianismo, absolutamente ninguno es un cristiano a lo Pablo de tarso, no, los jovenes prefieren los sentimientos y emociones de un Francisco de Asís (el santo del mundo de los sentidos) antes de conocer y respaldar los fundamentos de Pablito…Chau Iglesia, firma: “El Mundo de los Sentidos”.

Un suspiro sobre el teatro

El teatro es aún el medio de entretenimiento social que no se ha dejado cubrir por la polvareda del tiempo, que ha sobrevivido a las cenizas de los imperios caídos, y el desinterés de la gente ante el asombro de la tecnología. Diríamos que el teatro es el centro del entretenimiento imperecedero, por algún instinto de supervivencia, aferrado a la vida mágica de la actuación porque desde Esquilo, en la antigua Grecia, hasta Gino Luque, en el Perú contemporáneo, en dramaturgia, ha existido siempre el deseo de la angustiosa perfección.
Una breve anécdota que me motivó a escribir estas líneas sucedió años después de los inicios del espectáculo teatral, hace 2500 años aproximadamente, cuando este aún formaba parte de los rituales que los antiguos griegos brindaban con honores al dios más apreciado de este blog, Dionisios.
En La Poética de Aristóteles, y en un pequeño texto del maestro Borges, se lee que, alguna vez, hubo alguien que escribió: “elevó de uno a dos el número de actores”. Hasta ese momento, lejana certeza. ¿Alguna vez hubo teatro con solo un actor? Lo cierto, es que, antes que se sume el número de actores, el teatro –o el drama, como lo llamaban- dedicado al posterior Baco era para única y exclusiva representación de un actor, al cual llamaban el hipócrita. Se cuenta que el actor aparecía en medio del escenario, delante de un número indefinido de coristas, elevado por unos zapatos de suela ancha, con un traje negro y máscara alargada. Esta ceremonia de culto, fue una representación doctrinaria en donde no cabía ni la minima posibilidad de verse modificada, remota idea la de ver dos personas en el mismo escenario: hasta que apareció un hombre que, de manera rebelde, como lo hacen los grandes precursores, adhirió personajes a la obra, y así asombró; o quizás, conmocionó; o quizás escandalizó; o, mejor aún, horrorizó a su auditorio: ese hombre fue Esquilo.

Ahora, 2500 años después, probablemente muchos más, recordamos a Esquilo como el gran dramaturgo griego, autor de Las Persas o Las Suplicantes, el padre de la tragedia griega, antecesor de Sófocles y Eurípides. A pesar de estos reconocimientos, la verdad es que cuando los griegos lo enterraron, después de que falleció por el golpe de un caparazón gigante que cayó desde un quebrantahuesos, colocaron en su epitafio “por su valor en la batalla de Maraton”… fue actor de su propia obra heróica.

La mujer, sus caprichos y la escasez de hombres; digresiones interparentéticas


Por: Eduardo Yalán
Fotografía: Claudia Villaseca Flores

Al parecer el “metrosexualismo” masculino ya no es una atracción para las mujeres modernas, ahora el “neosexualismo” (categoría que hasta hace pocos días desconocía en lo más mínimo) acapara el interés de campañas publicitarias y ojos lascivos no muchas veces femeninos. El equipo Axe hizo una encuesta de mujeres de catorce países que revela que el “metrosexual” ya no es más de interés y que la mujer necesita un nuevo tipo de hombre, uno “que-sepa-lo-que-quiere-lo-busque-y-lo-consiga” según el análisis de la investigación (al menos el 72% de las mujeres encuestadas lo afirma así). Bueno, ¿y a que viene toda esta información? Sepamos bien lo que esta aconteciendo en nuestra cultura moderna, el cambio de jerarquía en esta relación casi morganática del hombre y la mujer, la cultura moderna se define como aquella frase que escuche por algún lado: “hoy en día el hombre tiene la última palabra: si mi amor

Pero no siempre el hombre se ha interesado en la mujer es decir, su interés estaba determinado por el tiempo y la no invariabilidad. Por ejemplo, en el siglo romántico (XIX) la mujer era un objeto de deseo latente, la mujer era el objeto de deseo, sin posibilidad de acceder a la escribalidad ni a la educación libre ni discrecional. Como sabemos, esto cambió, las revoluciones y demás parafernalias de anti-depilación fueron reclamando derechos. Fue así como llegamos a nuestra actual cultura moderna del siglo XXI, en donde la gran mayoría masculina pasó de ser el sujeto a convertirse en el objeto de deseo. Las mujeres exigieron primero a un príncipe azul (cualidad que muchos riky rincón se esmeraban en obtener), después deseaban a un rockero en motocicleta a lo James Dean o a lo Jim Morrison, después se cansaron de esto y encargaron a un heterosexual vestido de mujer, (dícese coloquialmente: maricón) y ahora parece ser que la atracción esta en el llamado “neosexual”. Este “neosexual” es un hombre maduro, barbudo, tierno, salvaje, cochino, “lindo”, y demás adjetivos post-feministas. La mujer así lo quiere y así lo estipula…pero, ¿a que se debe esta relevancia de la mujer en nuestra edad sensible? Según Eduardo Zapata (semiólogo y profesor peruano) nuestra cultura propicia que la mujer tenga más relevancia hoy en día. Recordemos que nuestra cultura moderna es “electronal”, convirtiendo entonces a la mujer en la más competente en contraposición con el hombre (recordemos que el hombre en la época platónica/escribal utilizó solo la mitad izquierda del cerebro, la mitad racional, en cambio la mujer, dedicada únicamente a los quehaceres de la casa, ejercicio ambos hemisferios; el emocional y el racional). Pero –como insiste el mismo Zapata- esto no es un determinante de nada, solo es una propiedad de un gran hecho: la relevancia de la mujer hoy más que nunca.

Ahora ya no hay mujer rufla sino mujer libre, ya no hay mujer tonta sino aparente, ahora la mujer puede dejar algo o tomar algo como a ella le apetezca, tienen el derecho… ¿pero y los hombres que? Esta bien, seguimos viendo tetas y culos, pero a parte de esto, ¿seguimos igual que antes? Según la escritora argentina Eugenia Benfield “(…) la escasez actual de hombres es sencillamente escalofriante” ya no hay hombres (no solo cualitativamente sino cuantitativamente hablando) y no la contradigo, pero si me pregunto ¿será que la ambigüedad del dimorfismo sexual ha provocado esto? ¿Será que nos acostumbramos tanto al machismo que ha originado en nosotros un orgullo que impide entender a la mujer? ¿Que será? Por mi parte sé que la mujer esta ahora mas que nunca en primer plano, y no pretendo ser un pluscuamperfecto machista, ni un hombre decimonónico/represor, tampoco un “neosexual” o un “metrosexual” (cosa muy difícil en mi), por el contrario, prefiero tener la bandera blanca blandida en alto, un poco de entendimiento y quedarme siempre con la última palabra… "si mi amor…pero antes abrázame, ¡y deja de joder!”

La ley del Psicoanálisis: “Fast Freud” o “Cifrut Freud”


“(…)Oh claro que no, sabiduría es algo que yo nunca esperaría de Freud. Inteligencia sí, pero no sabiduría” Cuando leí esto de Wittgenstein me pareció curioso, lo fue así porque al parecer Freud se había vendido tan bien en mi mente que me era imposible casi (a mi temprana ingenuidad) encontrar contraargumentos a la teoría del psicoanálisis. Las vías que alimentaban al psicoanálisis, como lo son el arte y la filosofía, me hicieron sentir que esta corriente psicológica (“disciplina” como diría Lacan) tenia un carácter altruista tal, que no podía ser de otra manera; su éxito estaba latente en cada rincón de la “ciencia” –pensaba-. Bueno este artículo es para un tanto desilusionarme del psicoanálisis y para tomar en cuenta algunos puntos que se han dicho en silencio acerca de esta “ciencia” de la mente.

El “Fast Freud” o “Cifrut Freud” (en honor a ese delicioso menjunje cítrico) se encuentra en todos lados, al costado de un Skinner, de un James, de un Wundt, o tal vez de un Kant o Schopenhauer, o frente a un Dali o de un Moises; siempre se verá a un Freud fatuo y pesimista publicitar alguna teoría interesante por mas pequeña que sea, como tomar vino en una copa de pisco. Sin embargo, esta sobresaturada publicidad del “Fast Freud” ha opacado ciertas otras críticas muy interesantes contra el psicoanálisis, una de ellas proveniente del “encantador de marineros” Ludwig Wittgenstein. Un punto que critica Wittgenstein al psicoanálisis de comida rápida, es la ley subrepticia que el analista de la mente se esmera en encontrar: “siempre debe de existir una ley que determine al sujeto y nos lleve a la causa” la oscuridad que menciona el psicoanálisis sería entonces abstracta, un eufemismo concreto, ya que si por un lado dicen que el hombre tiene la oscuridad permeable a su ser, esta oscuridad siempre saldrá a la luz, sea lo que sea lo que suceda en un sueño, siempre se descubrirá que está conectado con algún deseo que el análisis puede sacar a la luz. ¿Entonces?

Según Wittgenstein, las afirmaciones de Freud son las que el común denominador de las personas se encuentran dispuestas a aceptar, y una de estas ideas es la que refiere la existencia de leyes formales que permiten la posibilidad del conocimiento seguro del deseo, del sueño o del fenómeno mental; esto es una especulación de una ciencia fáctica, de una ciencia empírica que se esmera por introducirse en campos formales. Es mas o menos lo que afirma Eduardo Zapata Saldaña, semiólogo peruano, con respecto al tema del psicoanálisis en épocas actuales. Zapata se refiere a que la "teoría del complejo de Edipo" (como parte de la familia nuclear) en cierta perspectiva no puede ser aplicada en una sociedad donde predominen la oralidad o la electronalidad moderna ya que existe en ellas un desbalance entre la figura paternal y una distorcion de la "familia nuclear". Los cambios modernos que estas figuras han tenido (en la electronalidad e inclusive en la oralidad) han hecho que el modelo paternal actual sea distinto al modelo paternal que el psicoanálisis propone (padre/madre), el cual es un modelo escribal. Hoy -siguiendo con Zapata- no hay una entidad paternal claramente distinguida, tanto en la costa peruana (electronal) como en la sierra andina (oral). El psicoanálisis en sociedades orales y eléctricas resulta por tanto difícil como contradictorio.
La ley entonces se convierte en una obscuridad del psicoanálisis, la aplicación de las mismas nos deja muchas más dudas pero más satisfacciones, ¡y vaya como nos gustan las satisfacciones! No nos interesa más. Recuerdo ahora a Jorge Bruce, psicoanalista peruano, quien en una discusión sobre el racismo en el Perú se esmeraba en inocular al psicoanálisis dentro de los argumentos principales de este fenómeno. Acertando en algunas cosas y divagando en otras, uno no podía aguantar la risa cuando al psicoanalista le era contrapuesto un Martin Tanaka (sociólogo peruano), en la discusión. Jorge Bruce se esmeraba en someter a culpa a la publicidad y demás naderías en el tema del racismo peruano…A veces pienso que este tipo de intromisiones del psicoanálisis en esta clase de temas son propias de una comedia aristofánica.

Este carácter adusto del psicoanálisis (el de descifrar como sea el carácter mental ya sea con especulación o con razonamientos) también se transmite en las críticas que algunas personas tienen frente a él, estos e debe a que el psicoanálisis mismo impide la crítica al psicoanálisis. Esta formulación es la que me hizo sentir también el filósofo argentino Mario Bunge, en “Psicoanálisis a un siglo de distancia”. Según Bunge el carácter altamente especulativo, subjetivo y fáctico del psicoanálisis es su peor enemigo, hay hipótesis que si son interesantes pero otras que son puestas a discusión por que no existe –según Bunge- una comprobación formal de las hipótesis fácticas, es decir no se puede comprobar, salvo especulativamente que, por ejemplo, el bebé tenga deseos sexuales, es una hipótesis informal, una hipótesis fáctica. Ahora bien, esto no quiere decir que dejemos de leer a psicoanalistas por este hecho (como muy bien hacen los indignados/as) pero si es importante tener en cuenta estas características de esta “pseudo ciencia” de la psicología: La ley subrepticia del psicoanálisis que se esmera en descifrar todo cuanto haya...esto no es mas que temor por la nada y amor por la seguridad, tanto del paciente como del medico.