El Natural Blues

Por cuenta mia, Pedro...


Son 23 años tejidos a retazos, por ahora. Serán 29, 43, 65, 87 (por ser ordenado) irán pasando los días uno por uno, y el tiempo seguirá atravesando de esa manera desesperada los ríos que alimentan nuestras vidas de experiencia: si te echas a descansar unos minutos a mojarte los pies, a sentir la brisa acariciarte el rostro, miles instantes posiblemente importantes abran pasado sobre ti: el tiempo no nos deja disfrutar de ciertos detalles de la vida. El fin del tiempo es envejecernos.
Yo no deseo el daño temporal de volverme escaso de recursos y encruztarme en la dependencia completa, sobre una silla de ruedas, entre el bacín y la nostalgia. No quisiera vivir en la penumbra y tener que sentarme frente a un televisor, y ver en él la maldita estrategia de la vida, que nos da el mundo y las experiencias, y que poco a poco ella misma nos la quita. Estrategia que, aunque curiosa, solo nos hace ver más amarillentos cada día, más indispuestos a negar que pronto llegará la inminente parca, sin balsa que nos rescate.
Andaré boquiabierta entre pasillos blancos como mis propios cabellos, aterrorizado de lo depresivo de mi lugar, en donde moro rodeado de sepulcridad y en donde pienso, moriré. Y sentado frente a aquel televisor, rodeado de gente inválida y anciana, observaré sin necesidad de álbumes o llaveritos hermosas fotografías mías, nuestras, y me acercaré a ti en mi silla de ruedas nos pondremos melancólicos cuando nos repitamos entre silencios que parece que aquellos momentos hubieran sucedido ayer. Nos veremos bailando en la promoción de colegio, veremos a nuestras madres con los brazos abiertos esperando un beso, acariciaremos una vez más a la mujer que nos enamoró de por vida, nos volverán a golpearán nuestros errores de jóvenes, nuestras locuras, los juguetes que quedaron regados en el pasado tendrán aún el olor en nuestro corazón, las sonrisas fotográficas que quedaron perennes en pedazos de cartón se quedarán inmóviles en el zaguán de mi casa de recuerdos: espero disculpes esté un poco sucia y vetusta.

Imagínanos allí, los dos sentados en una gran sala blanca viendo nuestras propias memorias restregándonos en la cara que ya mucho tiempo pasó (muy poco tiempo ciertamente) pero que el sufrimiento continuará porque por ahora aún no te toca despedirte, hasta ahora no tienes nada que hacer Allí. Y así, con los pómulos pálidos y los olores fétidos seguimos siendo los mismos que fuimos, con el mismo corazón que en algún momento quiso patear y gritar, se puso de pie para enfrentar, quiso cambiar el mundo. Los audiovisuales internos nos atormentan la vejez y pasan como una presentación confusa de sucesos de nuestra niñez, juventud y adultez que confundimos y no recordamos con exactitud pero quedan punzantes en lo profundo del alma para congelarnos y muchas veces hacernos sonreír, más en su mayoría, entristecernos.

Hasta que una tarde en la que sigas explorando tus recuerdos pasados sin mi, algo te haga cerrar los ojos cansados y la verás venir: las cosas tendrán más sentido. Levantarás el rostro hacia lo inmenso y luminoso, levitarás delicadamente y caerás rendida de gozo en los brazos de un ángel encantador que te guiará motivada con la sola gracia de rescatarte finalmente de este mundo que tan poco te comprendió, pero que tanto te regaló. Bienvenida(o), te dirá. Te acariciará las mejillas y en sus brazos cruzarás deleitada los lumbrales más cercanos de la tierra, y todos nos despediremos de ti con sonrisas y movimientos ondulados de mano, y todos nosotros, los ancianos que te acompañamos en esos dias de bacín y nostalgia entristeceremos, porque nosotros también ansíamos correr tu misma suerte pronto.

No dejen de ver el video, ni notar la buena actuación de Moby.

El mundo de los sentidos


Por: Eduardo Yalán

Bien pues señores, sépanlo o no la historia ha muerto, germina la tercera ola, el post nihilismo, la electronalidad, el hombre virtual (el homo videns) la madurez para dejar de no ser: en la medida en que nos hemos sentido parte de la sociedad y de sus problemas, fuimos capaces de reconocer estos valores. Pero, sobreviene la gran pregunta del millón ¿Y eso que tiene que ver conmigo? –así se pregunta un pobre de cultura unineuronal tal vez interesado en las estrategias administrativas que se enfocan en fomentar el lucro mamarrachento y el despilfarro de baba- bien señor dialéctico del presente, quiéralo o no, eso le afecta. Y no solo en lo respectivo a la política, la jerarquía social o la lengua (ámbitos que muchos autores y profetas postmodernos han insistido en mencionar) sino, que afecta y/o determina su mundo sensible, (es decir los fenómenos afectivos que lo comprenden, quiéralo o no) a sus emociones, pasiones, sentimientos, percepciones, sensaciones; es decir todo por cuanto Platón tuvo un total desprecio.

Primero es necesario reconocer que la historia de los sentidos ha sido un relato pendiente, es decir, ha sido, hasta hace poco, relegado en el plano conductual y motivacional, si hablamos en términos psicológicos. La cultura popular ha hecho que se intensifique todo esto, que se amalgamen un sin fin de creencias acerca de las pasiones sin saber en realidad como actuar ante ellas. Esto ha provocado una mentalidad muy individualista y aislada (por no decir misantropía) con respecto al como actuar frente a un fenómeno afectivo. De aquí que se escuchen por los callejones del país oraciones como: “Cuando se presente el odio, deséchalo, y reemplázalo por la valentía” (para el negador de la realidad –Osho y su terapia sifílica-) o “Cuando estés dominado por el odio, mira la naturaleza, pinta un cuadro” (para el gran cobarde –Hume-) o “si miras a una mujer para codiciarla, arráncate el ojo, échalo lejos de ti” (para el cristiano babozon –el ungido-) o “la razón debe predominar ante todo, cual jinete de caballos salvajes” (para el platónico popular –Maslow-). Todas estas inconsistencias son herencia de una cultura que nos antecede, una cultura que no ha hecho mas que desequilibrar la balanza de la pasión/razón…durante siglos de escritura misógina la razón ha predominado, ha sido la favorita, ha disfrutado escupir en demasia, pero ahora, ahora todo ha cambiado, ahora la razón esta haciendo el amor con su, hasta hace poco, peor enemiga: el alma sensible, ahora nos será justo reclamar todo lo robado, todo lo coercionado. El mundo de los sentidos comprende pues lo siguiente:

Lo que todos saben:

1) Existe un cambio cultural: el mundo de los sentidos (predominio de la imagen, predominio de lo sensible, lo perceptivo, la cercanía, el roce)
2) Este mundo de los sentidos cultural, afecta a nuestros fenómenos afectivos –mundo de los sentidos interno- (somos mas vulnerables a las sensaciones, mas pasionales, odiamos y amamos más emotivamente, nuestra percepción comprende un mayor desarrollo)
3) Esto produce que el ser humano se desconozca, debido a que será mas justificado lo injustificado, la razón como justificadora de las travesuras de las pasiones (si odiamos, justificaremos nuestro odio con argumentos inviables y no verdaderos, la falsa razón o razon popular que le dicen–se vive la apariencia, el no ser-)
4) Integración de la razón y pasión; urge un sentimiento de conocimiento de sí, entonces ¿nos conocemos más en la coerción o en la expansión de nuestra pasiones?

Teoría:

1) El conocimiento se encuentra en la explosión y disolución del yo, es decir en el paroxismo de una pasión, de una emoción, sensación, y percepción. Cada palabra y cada hecho efectuado bajo una pasión es verdadera o al menos un camino que te lleva a la fuerza que te comprende, a tu esencia. (pasa lo mismo con el alcohol o drogas)
2) ¿que es mas óptimo entonces? ¿Reprimir, rechazar o apaciguar las pasiones, o ver lo que ellas nos tienen que decir, sufrir nuestras pasiones? Conocernos a nosotros mismos implica un minimun de placer y un maximun de sufrimiento. (de aquí que las pasiones sean utilizadas no como sensaciones por mí, sino que su uso gramatical obsoleto –pasión- implica el sentimiento trágico que siempre la ha comprendido).
3) Pero el sufrir la pasión, vociferar guturalmente, el insultar de manera descomunal, el amar con locura, el estallar en el llanto, el desparramarse de alegría; todo esto, en algún momento de la pasión, se agota, se calma, allí aparece la razón, que cual animal carroñero escudriña todo cuanto el odio, el amor, la alegria o el deseo hayan dicho ¿ahora ven la integración? COMPRENDER LA GENESIS DE TU PASIÓN, DE TUS SENTIMIENTOS. El resto se sigue de aquí, esto es solo el comienzo...

Y al final, la luna...

Por: Pedro

Por favor, ¡una cerveza!, respondió tranquilamente Illapu ante el cortés saludó del cantinero que pulía en círculos su barra. Se acomodó ahí mismo y prendió un cigarro negro para acoplarse al ambiente del bar. Bulla, luz tenue, mucho humo, olores desagradables: se percibían intensos en aquel sucio bar que en esta oportunidad nombraré como El Sol.

Dentro de la movida bohemia, este bar podría haberse hecho conocido como el pilar de los principales poetas, escritores, e ideólogos de la época; pero no, El Sol solo era un barcito que algún día fue, sucio y envejecido, lleno de ebrios desquiciados, bataclanas putrefactas y con pobre argumento. El dueño, Andrés Zacarías, ya contaba con 59 inviernos de vida, y asevero en inviernos porque la vida se mostró siempre negra y fría para él. Ese bar fue su único sueño cumplido. En los años 70, el bar se inauguró con las mejores perspectivas económicas y sociales. La barra de caoba iluminada con una luz fresca era el lugar más cómodo para aquellos que recitaban versos sueltos. Las nueces en vasijas doradas y ceniceros empedrados eran los detalles simpáticos, las mesas acompañadas de focos dirigidos las hacían ver como escenarios dispuestos a permitirle a cualquier persona a animarse a un monólogo. La clase alta contaba con un nuevo lugar amplio, muy bien iluminado y lleno de bohemia. Era un lugar sumamente espectacular. Como ya expliqué, el señor Zacarías no contó con la suerte prometida, y poco a poco fue viendo el suelo más cerca de su rostro, hasta que en un momento conoció el sabor del fango.

Illapu, sentado en la barra, inició la típica charla rutinaria sobre el trabajo, los amores frustrados y el dinero perdido con el cantinero que permanecía mudo. Procedió a dar primer sorbo de su cerveza con la mayor esperanza de refrescar la cansada tarde de trabajo mecánico. La encontró. La cerveza no solo era deliciosa, sino que guardaba una magia única de miles y miles de días de secretos del señor Zacarías. No se pudo controlar, que hechizo de dioses guarda en su frescura – se decía, y, sin sospecharlo, Illapu ya probaba el tercer sorbo del tercer vaso. Los cigarrillos se consumían al igual que la cerveza, e Illapu se perdía en la embriaguez. Acariciaba la barra sintiendo su superficie fresca y resplandeciente. Acercaba su mejilla para sentirla con más pasión. La olía y la volvía a acariciar. La barra se engreía y cada vez se mostraba más bella, él la lamía y le hablaba. De repente, como un trueno en plena luz del día, se escucha el dulce arpegio de una guitarra barata buscando la afinación exacta para una voz aguda. Illapu, gran mediocre en instrumentos pero amante de la música, voltea con agrado y con la esperanza de ser participe de un buen espectáculo. Agárrense!, gritó por ahí un andrajoso borracho. ¡Silencio todos!, exclamó otro bebedor con una copa de tinto en la mano. Esto no puede ser malo, pensó Illapu sonriente, y gozó una vez más del sabor de su exquisita cerveza, matizando su aroma y sabor con el cigarro negro, mezcla que, al ser adherida a su mismísimo centro, lo elevó al divino placer de la erección.
El cantinero cantante, el borracho del pañuelo azul en el coro, el músico rígido en la guitarra barata, un pelón en las cucharas, y un par de meretrices en las palmas. Y así inició, un ligero sabor a son cubano y vals criollo, una combinación extraña, pero preciosa a los oídos. El público emergía en goce y diversión, las cervezas se vendían cual pan caliente y crujiente, y los silbidos casuales prestaban un sabor bochinchero a un buen ritmo improvisado. Ebrios sobre las sillas, espuma burbujeante cayendo al suelo, escotes despampanantes mostrando los secretos, cenizas como murciélagos posándose en los cabellos, yerbas aromáticas irritando ojos sangrientos: eran “Los Borrachos” en una sesión de ditirambos en nombre de Dionisio.
Las cervezas hacían su peculiar efecto e Illapu optó por ponerse de pie para dirigirse al baño. Las sillas se le atravesaban en su paso redoblado, pero él solo las esquivaba y maldecía. La camisa se le escapaba del pantalón, al igual que unas muecas inescrupulosas se le escapaban de su rostro chapado a la antigua.

Bastante sucio es un buen eufemismo para describir la mierda en que se encontraba sumergido el “baño de caballeros”, pero que se iba a hacer, la necesidad suele hacer cosas sorprendentes. Se bajó la bragueta, apuntó cerrando un ojo para ser preciso y, luego de terminar su típico rito de observar a los lados cuidándose de cualquier sorpresa homosexual, empezó a descargar los varios litros ingeridos previamente. Silbaba al compás del ritmo de la guitarra, que aún en el baño gozaba incansablemente. Llegado el fin de la entrega al urinario, se observó en el espejo, y mientras se acomodaba aquel cabello rebelde que se paraba en el surco de su raya al lado, percibió a una sucia mujer a sus espaldas. Illapu dio un brinco del susto y se golpeó contra el lavamanos. Sin darse cuenta, ya tenía una jeringa sucia inyectada en su cuello. No existía dolor, pero si la sentía muy profunda. Los efectos cambiaron, luego, un liquido terroso lo hacía estremecerse de ardor, como si el veneno corriera por sus venas, se expandiera entre sus músculos y le llegara hasta el cerebro donde ejercía su poder absoluto e iluminaba todo a su alrededor con colores de neón. Después, sintió que sus manos, sus piernas, su barriga y labios se iban inflando, su cuerpo crecía empachándose de tierra. En seguida, una explosión. Poco a poco, el buen Illapu se fue desahuciando, se encogía, se desinflaba, sus ojos temblaban, hasta que terminó rendido en el suelo mojado y sucio, estaba hecho trapo en aquel baño de piso de losetas ausentes y cubierto de colillas orinadas. Los ojos no se le cerraban, mientras más temblaban, más se le expandían. Era muy conciente de lo que ocurría en ese momento. El bar sollozaba por la felicidad de una nueva canción al público que se encontraba hilarante. Los punteos de la guitarra eufórica soltaban ¡olés! acompañados por bruscos zapateos. El alcohol desapareció de su organismo, sobrio como un colegial, fue arrastrado por aquella decrepita que no paró de jalarlo hasta una siguiente puerta, que a simple vista era difícil percibir por la confusión que creaban sus colores. Inaudito, era un nuevo cuarto, un dormitorio terrorífico, un aposento macabro. La anciana lo besó apasionadamente, tan intensamente que él sentía que le robaban el alma. Todo su cuerpo temblaba en aquellos brazos ochentones cubiertos de piel reseca y cicatrices. Ella erizó sus largas canas y, sacando un cuchillo para cortarle la garganta, le arrancó los labios y empezó a beber de su sangre.

¡Oiga!, le gritó el cantinero, ¿otra cerveza?.... No gracias, es suficiente, le contestó Illapu anonadado por lo sucedido. Pasó su mano una vez más por la superficie placentera de la barra resplandeciente, e inclinó la cabeza para asegurarse en silencio que estaba en la verdadera realidad. La música seguía revoloteando a los visitantes del escandaloso El Sol. Cuando, de repente, una bella mujer, tan resplandeciente como una violeta en flor de juventud, mete su mano helada bajo su camisa, e Illapu da un brinco enérgico exigiendo socorro. Volteó, y ahí estaba ella. Ella porque solo era Ella. La observó y no podía creer que tal belleza visite un lugar como El Sol. Ella le pide un cigarrillo, con aquellos ojos brillantes y arrasadores como estrellas fugaces, y él se lo brinda. Se lo enciende caballerosamente, deseando infinitamente aquellos labios de color sexo, y la miró salvajemente a los ojos, ojos que tampoco dejaban de observarlo.
La belleza acercó sus labios al oído atemorizado de Illapu, y le susurró una invitación al baño de mujeres; segundos después, justificó su impaciencia con una sutil confesión de necesidad. Ella no dejó de repetir avergonzada que era la primera vez que hacia semejante locura, él la miraba estupefacto sin importar si era el décimo hombre que la acompañaba aquella madrugada. Solo la deseaba, a quien le importaba esos inocuos detalles. Illapu voltea el rostro para observar el panorama de la fiesta que parecía estallar, y todo se convirtió en un silencio sacramental: las guitarras se callaron, las canciones se silenciaron, las cucharas se congelaron, la vida pausó. La pareja, agarrada de la mano, seguía caminando hacia el baño en su mundo erótico, cuando dentro de la gente, Illapu mira a la vieja señora sucia que apuntándolo con un arma, le gritó que nunca debió de haber aceptado tal invitación. Sonó el disparo y sintió el calor de la bala en el pecho. El calor era acompañado de un pequeño hormigueo. Observaba el chisguete de sangre desde su corazón manchando la espectacular barra, y mientras Illapu caía nuevamente al suelo rendido, se reiniciaba la jarana. Una nueva canción sonaba alegre de la tierra al cielo, Dionisio bailaba. La desdicha de Illapu creó un nuevo ambiente, y la madrugada se tornó displicente y desvergonzada. Todos bailaban y coreaban sobre la sangre regada que cada vez decoloraba más a Illapu. Él solo moría, y la bella mujer lo seguía arrastrando por el suelo con rumbo al baño. El sonido de los brindis se propagaba por todo el bar, al igual que los gemidos y las risas. Las luces se iban volviendo más intensas para los ojos convalecientes de Illapu. Sus labios se resecaban, su cabello se erizaba y caía. Una sangrienta escena con toques magistrales de Tarantino establecía un nuevo estilo de melodía macabra que acompañaba a la guitarra con el chispoteo de sangre en las suelas de los que bailaban. El mundo seguía invirtiendo su mensualidad laboral en alcohol y cocaína, mientras el Illapu de Vallejo solo seguía muriendo. Y luego, lo percibían cien, mil, diez mil, pero él únicamente insistía en seguir muriendo.

Señor, ¿otra cerveza?, insistió el cantinero con el secador en el hombro derecho. Aunque la cerveza nunca se acaba, le recomiendo que continúe con otra, le aconsejó mientras secaba la fina madera de la superficie de la barra. Illapu, pausando el canto de aquella antiquísima melodía que interpretaba el coro, le respondió, enfático: ¡porque no!. Al terminar su cerveza, más deliciosa que la ambrosía del Olimpo y más refrescante que la brisa del Caribe, Illapu se puso de pie. Se dirigió por entre la muchedumbre sudorosa a la puerta de salida. Una mano sospechosa lo cogió del hombro y lo obligó a voltear hacia ella. Aturdido por todo lo ocurrido, unos escalofríos nacieron de la parte baja de su espalda y subieron helados hasta el cuello.
Antes de poder abrir la puerta y escapar de este maldito antro, una voz aguardentosa lo despidió amablemente. El señor Andrés Zacarías le agradeció la visita con el humor de un padre amoroso y lo invitó a regresar pronto. Illapu aceptó gustoso la invitación y salió de El Sol, pero el sol ya había salido. Solo caminó tambaleándose buscando una nueva luna.

¿Arriba o Abajo?

Por: Eduardo

¿Quieres ir más arriba o más abajo? Esta es la pregunta fundamental con la que debes separarte de la masa. ¿Pero para que separarte de ella? Tú, sujeto, hijo de la vida posees una esencia que es lo que te define, tu existencia, tu daisen. ¿Pero donde te encuentras ahora? Ahora amigo, tu esencia, tu ser humano único se encuentra en un ser social, y por ende en una ingenua y aparente sociedad. Y como sabes, amigo mío, toda sociedad tiene leyes, normas y una moral a la que debes adecuarte. ¿Para que? Para no sentirte inseguro mi niño, para que te sientas seguro dentro de tu infantil sociedad, para que cuatro caballos muelones te dirijan y te digan si lo que estas haciendo esta bien, si estas en el camino correcto.

Pero tal vez no pienses en grande, también piensa en pequeño; piensa que también muchas veces te encuentras en grupos pequeños y de corto plazo de tiempo, piensa que muchas veces tú juegas el papel de sumiso y posees un poder asténico y que te gustaría ser reconocido dentro de esta sociedad a la que perteneces. Piensa que para ser reconocido necesitas identificarte, piensa que si te identificas tienes la necesidad de estar seguro en ese grupo, de que repares que es lo que en verdad te hiere de las ofensas: ¿es acaso que se han metido con tu esencia de ser humano? ¿O tal vez te sientes inseguro de ya no pertenecer a tu grupito de amigos? Pero yo lo sé, te sientes inseguro de que ellos te desprecien, te sientes inseguro no de lo que te digan, sino de tu sentimiento, de ya no pertenecer a tu masa necesaria, de ya no ser igual a todos, de no estar dentro del grupo, del ya no caminar de la mano con el ideal. Y eso es lo peor…tienes como meta un ideal.

Aún así, sabiendo todo el mundo este movimiento, hay sujetos palurdos, entre uno ellos el psicoanalista Jorge Bruce, muy adorado por los periodistas. Este psicoanalista, compatriota mío, se queja de la publicidad por fomentar el racismo, por propagar una ideología racista; ¡No señor Bruce! Analiza únicamente la comedia sin fijarse en la denuncia. La publicidad es solo la comedia, la denuncia es mucho mas profunda, mucho más rica. El señor Bruce nos dice que le teme a la guerra, pero la guerra es inevitable, la guerra esta en las manos de las masas, la guerra nos hará evolucionar, no la teman; no hace falta leer a Chomsky, ni ser cholo o gringo. Explicar al racismo a través de la razón, como lo hace el señor Bruce, es un manazo en la cara de la hipocresía; el racismo no se extingue si se lo explica a través de la razón, el racismo se extingue en su misma pasión, el racismo es una causa inadecuada, y toda causa inadecuada pertenece al mundo de los sentidos; todos esos “cholos” y “gringos” y sus peleas me dan asco, su error es el de ser los nuevos comunistas, el creer que son iguales entre ellos. El racismo debe morir en la unificación, debe morir para la gente no en la educación sino en la guerra, cuando la pasión de masas llegue a su paroxismo final, cuando el alma se canse de tanto pelear. Finalmente, expliquemos el descontento por el racismo como una inseguridad de ya no pertenecer a tu grupito de amigos –Sócrates nos dio un mal ejemplo del ser social en el Critón-.

Carta de despedida del Che a Fidel

Habana
"Año de la Agricultura"

Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario.Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios. Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor; aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como su hijo: eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento, será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta la últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas. Hasta la victoria siempre. ¡Patria o Muerte!

Te abraza con todo fervor revolucionario
Che


Para aquellos que le inspire y conmueva este tipo de información histórica tan importante por nuestra juventud adormitada, hay un video de respuesta por parte de Fidel al Che: