Resiliencia en la infancia Andina: Bases para la educación afectiva.

Por: Eduardo Yalán Dongo
Fotografía: Diego Miranda
"No obstante, la emoción es el fundamento
de lo racional y el campo donde se construyen
las conductas y el lenguaje, donde
efectivamenteaceptamos al otro como legitimo.
Es decir, la emoción es el campo que hace
posible la convivencia y la democracia."
(Teresa Tovar: sin Querer Queriendo;
Cultura docente y género)

Es inevitable, cuando hablamos de infancia andina, no dejar de mencionar la mala educación que esta recibe por parte de los agentes del estado y porque no, quizá de entidades privadas. Sabemos de ante mano que la infancia en sí es sinónimo de educación, que la educación a su vez es trabajo, y el trabajo finalmente es economía (pobreza o riqueza). Sin embargo, siguen los problemas sobre la educación en estos sectores principalmente en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac y subyace nuevamente la pregunta de los más exacerbados: ¿Qué sucede con la educación en el interior del Perú? Sin embargo, es más acertado preguntar ¿Cómo miramos a la infancia andina? Existen pues sujeciones que limitan a la infancia andina y una de ellas es la postura adultocentrista/urbanizada que inevitablemente se cuela dentro de las soluciones políticas, educacionales y, también, dentro de las cognitivas, del imaginario popular.

“Pobre niño, no tiene infancia” se refieren quizás las personas urbanizadas cuando ven a un niño andino con responsabilidades tales como ayudar a su padre en las tareas del agro, o criar a sus pollitos. Pero el primer error es que atribuimos las características de la infancia urbanizada, (ese proceso numerado) a la infancia andina. El infante citadino es un número y solo el número (la edad simbolizada) le dará responsabilidades democráticas dentro de una política supuestamente abierta, creemos con esto que la infancia en sí esta contenida dentro de este primer y minúsculo concepto. Pues bien, la infancia andina es una infancia oral, que cree en las responsabilidades, que estima la relación con el medio ambiente, que no tiene una figura paternal claramente fijada, y que esta sometida, claramente, a la resiliencia. La propuesta educativa, entonces, no tendría que enfocarse bajo fundamentos que promuevan el intelectualismo y la racionalidad, sino la educación afectiva, el tipo perfecto de educación que les posibilitaría administrar sus decisiones dentro de un ambiente democrático. Los afectos son más próximos a la resiliencia y a la cultura oral que los procesos de tipo racional y escribalizados.

El educación afectiva que se transmite a los niños en los andes se basa en la inteligencia emocional de Lawrence Shapiro y David Goleman. Sin embargo, como ya se ha mencionado anteriormente en este blog, la inteligencia emocional parte de una base racional/escribal, lo cual impide una optima penetración en terrenos orales o electronales. Se enseña a los niños sobre la empatía, autocontrol, simpatía, cordialidad, amabilidad y respeto, valores poco recomendados para la resiliencia, es decir, para la adaptación a un ambiente “animalizado”. La educación afectiva por tanto no debe apuntar a una sistematización del autocontrol y el sometimiento racional, no se debe apuntar a desarrollar la capacidad cognitiva, sino a dotar de dominio afectivo dentro de un ambiente determinado al sujeto, en este caso al niño. ¿Cómo? La educación afectiva debe apuntar al reconocimiento de las emociones por parte de los niños, desarrollar tareas y talleres (juegos, actividades) de autoestima, creatividad, identidad, humor, convivencia y expresión emocional. Esto, con el fin de ser mas directos y precisos con el objeto de estudio ha analizar: La infancia andina

La griega pendeja y un cuento del Corán*


Por: Eduardo Yalán Dongo

Un buen profesor de lingüística hablaría así a sus alumnos: “Nacimos explícitamente en el 800 a.C.” Explícitamente quiere decir formalmente, quiere decir, a su vez, que se ha dejado de lado lo implícito, a saber; la parafernalia y la nadería de lo no registrado. Ni 6 mil (aparición de la escritura fenicia) ni 2 mil a. C (aparición de la escritura consonántica) han explotado tanto nuestro mundo real como el 8 mil a. C. : fecha oficial del nacimiento del alfabeto. Evidentemente el alfabeto como tal había sido implícitamente utilizado por otras antiguas culturas; la fenicia, la etrusca o la infaltable hebrea, entre las más mentadas, pero fue la cultura griega con su carnosa vitalidad la que formalizó la invisibilidad del mando.


Un Cuento del Corán:

Para explicar todo esto, (y para calmar precoces excelsitudes) refiero a una pequeña anécdota ocurrida hace poco. Estuve de visita en una comunidad islámica ubicada en una parte céntrica de la ciudad de Lima (Perú) con el fin de completar una actividad universitaria. Al llegar a dicha comunidad me recibió el encargado del centro, que me presentó al mínimo de devotos del lugar. Entre las personas que se encontraban allí estaba una en especial, una especie de “pastor” o “intermediario de Dios”, como ellos mismos refieren. Este personaje hablaba aun el idioma de raíces semitas y necesitaba un intérprete para satisfacer las preguntas que le efectuaría. Evidentemente yo no entendía ni un "real" de este idioma, pero si sedujo mi atención las palabras no consonánticas que se repetían en demasía cuando el religioso hablaba, palabras como: “Allah, Sahada, Salat, Saum, Zakat, o Hajj.” Apuntando de forma aleatoria en una libreta, me dí con la sorpresa que la letra A, E e I (en ese orden) eran las letras que más se repetían de ese idioma. Trabajando después ese hecho, sabía de antemano otro mucho más curioso, aquel que afirmaba a los primeros griegos como inventores del vocabulario. Cualquier mortal glorificaría a esos viejos enclenques, pero quizá no fueron tan gloriosos como los imaginamos, sino más bien unos vulgares picaros del campo.


La Griega Pendeja:

Cuando revise la "invencion" del vocabulario griego, coteje también que su aparición estaba demasiado relacionada con el desarrollo de ciertos cambios políticos, guerras y falta de dominio en la civilización. ¿Para qué formalizaron los griegos el alfabeto? Sería la pregunta más acertada. La respuesta estaría en la Democracia griega, en el mando, en la tiranía y la sed de dominar. La democracia griega era una política tiránica, salvaje y unidireccional, la democracia griega no era como nuestra democracia actual, que con alada postración solemos admirar. Sabemos pues que algunos mandaban en este sistema político, y que muchos obedecían (hecho perfectamente entendible). Sin embargo, los griegos formalizaron el alfabeto básicamente no por un tema de comunicación o ingenio supino, sino porque el vocabulario es el instrumento más propicio para mandar, a comparación de las consonantes, que se prestan mucho más para la interpretación y el debate. ¡A! ¡E! ¡I! ¡O! ¡U! es más ruidoso y tórrido que ¡K!, ¡Q!, ¡B! ¡C! si vas a mandar o dar una orden, pues es más lógico hacerlo con las vocales que con las consonantes.

Regresando a los adeptos del Islam, su fonética encierra una particularidad. Si bien ellos pronuncian letras del vocabulario, lo hacen con mayor frecuencia en las indicadas anteriormente: A, E e I. Pero estas, a pesar de ser vocales y a pesar de estar aljofaradas dentro del cuadro del “mando/dominación”, pertenecen, por fuerza fonética, a las llamadas “letras sumisas” o “letras de sumisión”. La “A”, “E” y la “I” expresan mas sumisión que la “U” o la “O” que son directamente vocales de dominación. Un mensaje que utiliza debidamente el vocabulario puede hacer que una persona reaccione de forma sumisa o que se exalte de forma aguerrida. El islam (múslim/musulmán/sometido) denota en su misma fonética sometimiento, la fonética alemana, por otro lado, denota poderío y exaltación: “Proletarier aller Länder, vereinigt euch!“ (Proletariados del mundo uníos) una fonética dura, seca y mandataria.

Si despejamos el vocabulario y nos encontramos unicamente con la letra A, no solo nos damos cuenta de su sexualidad femenina o de su pluralidad gráfica, si no de su esencia sumisa, su naturaleza obediente, callada, excelsa en misericordia, y tal vez patológica, tal vez algo amargada, tal vez algo rencorosa y reactiva. Las culturas antiguas y las primeras civilizaciones acentuaban implícitamente en la letra A y en las vocales. Después de que estas civilizaciones vocálicas quedarán opacadas tras un largo dominio de culturas civilizadas y versallescas, de letras consonánticas y de peripecias de la razón, nos preguntamos ahora, cuando las aguas del debate intelectual han terminado ya, ¿hoy en día, que letras utilizamos más, las vocálicas o las consonánticas? ¿A caso presenciamos una derrota consonántica en la fonética moderna?

* "La griega pendeja y un cuento del Corán" artículo escrito el jueves 20 de Agosto del 2009 para el Blog Guiso de Mudos.

Pirausta en el fin del Mundo.

Por: Eduardo Yalán Dongo
"El Bien es el elemento pasivo sumiso a la razón.
El Mal es el activo que brota de la energía"
William Blake - El matrimonio del cielo y el infierno-

¿Por qué cuando hablamos del fin de los tiempos tenemos que exaltar nuestra esperanza cartesiana por una supervivencia que creíamos segura?, decimos “nos iremos a Marte quizá cuando el mundo no este” o “el ser humano podrá controlar todo lo que se venga”. De esta forma, verdaderamente enfervorizados, nos asumimos como parte del futuro, de no ser así, nuestra esperanza cartesiana se apagaría. Realmente no tenemos esperanza en el futuro, sino que estas palabras de aliento humano hacen sentir bien al organismo y a la vitalidad presente. Decimos que nos ira bien en el futuro no por creer en una vida en este último, sino porque estamos habituados a sentirnos bien en el presente, esto nos contenta y nos calma en el Aquí y el Ahora. Si situamos el mensaje de “el fin del mundo” como un mensaje enfocado en el Aquí y el Ahora y no en el futuro, entonces ¿Qué podríamos descifrar? ¿Quién será el Remitente y el perfecto destinatario de este mensaje?

Quiero abrir este artículo con un breve relato sobre la Pirausta, breve, porque la historia mitológica de la Pirausta en si es breve como su descripción. Se trata pues de una mariposa que los “antiguos” suponían vivía en el fuego y que moría si se apartaba de él (Del lat. pyrausta, y este del gr. πυραύστης, como asevera la Real Academia). Esta mariposa recorrió las tradiciones orales y se introdujo en el desprecio de la palabra escrita del mundo civilizado, citada siempre como representación directa del hombre, siendo el fuego de las velas o de las antorchas la representación metafórica del ardor del ánimo o de las pasiones. Cuando un tal San Fransico de Sales le escribe al un casi desconocido Duque de Bellegarde: “Espero que permaneceréis como un céleste pirausta, entre las llamas, sin dañar vuestras alas” o Cuando Erasmo dice “La mayor locura de todas las locuras es la muerte de la mariposa en la llama” o cuando Sebastián de Covarrubias llegará a decir, que la mariposa “es un animalito... el más imbécil de todos los que puede haber” se refieren principalmente al hombre y a esa imbecilidad que según ellos lo motivan a refugiarse en las pasiones y emociones humanas. Sabemos pues que para los moralistas eruditos las emociones humanas son un tipo de chapucería indigna de la razón. Seria pues que la Pirausta (el hombre sensible) sea un animal estúpido, por vivir solo en el ardor emocional por depender de sus emociones antes de su razón.

Ahora bien, el hombre piraústico es el impera en nuestra actualidad, el hombre que quiere sentir antes que pensar, el hombre que le interesa la poesía y la música antes que la filosofía y la matemática lógica; la cultura sensible dicta entonces que seamos sensibles, que vivamos aleteando sobre las emociones humanas y que posiblemente nos quememos ¿es “malo” esto? Al contrario, esto hace que acrezca nuestra vitalidad para con la vida, hace que amemos el aquí y el ahora. Sí nos ponemos a pensar en el mensaje de “el fin del mundo” (películas, documentales, descubrimientos maya, calendarios perdidos, etc.) o en “la gripe AH1N1” (que curiosamente se encuentra más promovida por Latinoamérica, donde se sabe que somos de característica mas oral/sensible) entonces diríamos que es el mensaje perfecto para una cultura como la nuestra. ¿Resultaría efectivo afirmar que “el fin del mundo” dentro de una cultura donde todos estén habituados a reflexionar, al debate racional, a la lógica del pensamiento? No. La razón es en si misma hiriente, seca y cruda, un mensaje emocional no causaría gran revuelo en una época escribal como la antecedente. Pero sí lo haría en una época como la nuestra, donde se sabe que somos piraústicos, donde vivimos volando cerca del ardor y los turbulentos registros emocionales. Un mensaje emocional dirigido a una cultura emocional es sumamente efectivo, un mensaje racional, por el contrario, no lo es. Somos una raza que quiere extinguirse, pero no aquí, ni mucho menos ahora. En base a esto podemos señalar a nuestro emisor y a nuestro destinatario.

Chávez en High Definition

Por: Pedro

Hugo Chávez es sin duda el mandatario más mediático de América Latina. Ocupa los primeros planos en cuanto a opiniones y protagonismos exacerbados. Encabeza portadas con sus intromisiones. Lanza, endémicamente, álgidos comentarios desubicados. Todo, en su pretenciosa búsqueda de aparentar ser un presidente mesiánico. Él siempre tiene la verdad.

Desde que ingresó al poder en 1999, con su plan de gobierno bautizado como el Socialismo del siglo XXI ha ido revelando lo que la gente ya sospechaba: emular de la manera más improvisada lo que Fidel Castro logró tras la revolución cubana.

Lo curioso es que Chávez, aun con tanto histrionismo petulante y gusto desafinado para figurar, odie tanto los medios. ¿Quizás porque no solo sea un prepotente dictador sino también porque quiera acaparar toda la pantalla chica?

Desde hace algunos días algo funesto para la libertad de expresión se ha ido cocinando en el Palacio de Miraflores. La “intrépida” idea (por no volverme ofensivo) de una Ley de Delitos Mediáticos.

Para entender la paranoia de Chávez, habrá que recordar que ya ha clausurado más de treinta y dos radios a lo que va de su gobierno. También fueron expropiadas, dos televisoras regionales, sin incluir la polémica RCTV en el 2007. De lo que se comenta, hay una intención latente de cerrar aún 250 radios más. Entre ellas, unas estaciones más grandes que otras, pero que cuentan con el mismo poder que Hugo Chávez teme y desea: el poder de la información.

La Ley de Delitos Mediáticos es un proyecto abusivo. En definitiva y en reconocimiento con las tendencias chavistas, solo será usada para fines funestos.

La aún sobreviviente televisora independiente, Globovisión, es un ejemplo. Porque, aunque el proyecto de ley presentado por la fiscal general, Luisa Ortega, aún no sea aprobada, el director del canal, Guillermo Zuloaga, ya enfrenta dos ridículos juicios. El primero por “usura genérica”, debido a su mediana empresa de ventas de automóviles; el otro, por “daños ambientales”, por su colección personal de animales disecados legales. ¿Disparates o un intento desesperado por culpar para arrebatar?

El tema de la ley debe ser entendido por todos los que trabajamos en medios, ya que, al ser aprobada, institucionalizaría la injusticia, la corrupción, la paranoia chavista. Todo bajo el manto de la legalidad. El gobierno tendría siempre justificaciones “válidas” para ejercer el abuso, y sucedería lo que la caricatura de este post (en la parte superior) retrata. Chávez en la pantalla chica las 24 horas del día. Y ahora con el HD, se le vería más real que nunca ¡Qué calamidad!

Recuerdo la primera vez que vi a Hugo Chávez en su programa televisivo “Aló presidente”(¡Sí! Para quienes no lo saben. En Venezuela, Chávez no solo hace el papel de presidente, sino también el de Gisela Valcárcel, en el caso del Perú; o Susana Jimenez, en el de Argentina). Con su clásica seriedad pícara, botaba de Caracas a The Coca Cola Company con estas palabras: “Váyanse pa’llá, pa’ la sabana, con sus camiones”. Con ese misma soberbia, clausura canales venezolanos como quien cierra revistas, y, con ellos, carga con los voceros encargados de informar a la nación lo que verdaderamente está sucediendo en el país. Solo el 78% de venezolanos piensa que su gobierno es corrupto. ¿El 22% restante está ciego o desinformado?

Felizmente, el rimbombante Socialismo del Siglo XXI aún no se mete con los medios digitales. Solo esperemos que algún día algún chafarote tenga la intención de censurar a Filoterario. Solo en ese caso, estaríamos encantados de ser sinceramente ofensivos.

La música de Dios: inspección al politeísmo


Por: Eduardo Yalán Dongo
Fotografía: Diego Miranda

Decimos frecuentemente que los dioses son creaciones humanas, probablemente que son producto de una suma de factores sensibles originarios del hombre de forma que han eyaculado precozmente creando azarosas figuras e imágenes humanizadas y eternas. Un devoto moralista del mundo siempre agita su corazón de alegría cuando aprecia un paisaje natural hermoso, algún ambiente puro e incólume, un ambiente que (como recalcan los “éticos” modernos) pueda calmar las emociones violentas y contrarias. Pero lo más interesante de la admiración natural es que instantánea e inevitablemente una extraña y entendible relación se completa cuando se concluye alegremente a raíz de lo visto: “Dios existe” ¡ah satisfacción! ¡Ah paroximia del determinismo! Este es un momento grande, cuando el hombre da cabida al sentido de la vista, el olfato y el odio para que de estos germine el hijo sacro: Dios, sea cual fuere. Pero esta alegría panteísta no se aplica únicamente en religiosos o laicos no consagrados, para prueba de ello este humilde redactor. Cuando escuché por primera vez el sonido que ocasionó un trueno en la ciudad de Cuzco, inevitablemente pensé y lo relacione con algún sonido gutural, con algún monstrum de cielos altos, la fuerza empírica y todas las impresiones antes reclutadas así me lo indicaban; tal sonido había sido ejecutado por alguien, específicamente por alguna figura supra humana.

Los sonidos en especial contienen información que nosotros decodificamos, por ejemplo un sonido fuerte y grave contendrá información como un género sexual, color, personalidad y forma específica claramente determinada. Si relacionamos esta idea con las culturas tribales y sus mitologías respectivas, podemos rescatar información más que interesante. Por ejemplo, en la Grecia antigua, según el mito pelasgo de la creación, la tradición refiere a una única y primera diosa creadora y originaria del Caos (Eurínome). Esta caracteristica sexual/especifica de esta entidad se explicaba en el sistema arcaico inicial griego que promovía a las sacerdotisas antes que a los sacerdotes, debido a que la mujer era el sexo dominante y creador. Creo responder el porqué. En Grecia, la concepción como factor creador de vida estaba atribuida al viento, era el viento quien representaba por metonímia la gestación, el nacimiento, la vida. Ahora bien, ¿Qué información contiene el “viento” como tal? Si escuchamos la briza aguda del viento, es inevitable relacionar su sonido con el genero sexual femenino, escuchar una brisa en el atardecer es como escuchar la esencia femenina. No es extraño entonces la relación griega en Eurínome.

Ahora viremos la mirada al pueblo Madianita, creador de gran Yahveh. Yahveh era originariamente un demonio de batalla, un dios guerrero, un dios ctónico. “Yahveh era con seguridad un dios volcánico” (Sigmund Freud. Moisés y la religión monoteísta) curiosamente en el limite occidental de Egipto con Arabia (territorio madianita) existían volcanes, uno de ellos era el Sinai-Horeb, morada del Dios Yahveh. Paradójicamente la madre del cordero de las plagas de Egipto fue un volcán, el volcán de Santorini. Ahora bien, ¿qué información guardaría los decibeles graves, casi guturales y pujantes de un volcán? ¿No sería específicamente atribuidos a un hombre, de contextura robusta y de personalidad malvada, todos estos sonidos? Pensemos también en Zeus como dios del trueno, a Dionisio dios de los ditirambos (poemas cantados) ebrios, o a la diosa egipcia Amonet (simbolizada como una mujer dando de lactar a su hijo) diosa protectora que representaba al viento. Respectivos sonidos abarcan respectivas ubicaciones en la realidad.

En el Poema Ticci Wiracocha (Wiracocha era el dios supremo del politeísmo inca) transcrito por el cronista indio Joan Santacruz Pachacuti, hay un verso interesante y que en particular me interesaría mencionar, refiere entonces el poema:

Picanque (¿Quien éres?)
Mamaycanmicanque (¿Donde estás?)
Mana choricayquiman (¿No podría verte?)
Ymactan ñinqui (¿Que arguyes?)
Rimayñi (¡Habla ya!)

Esta imperiosa necesidad del hombre por querer situar al dios pensado en algún ambiente corresponde pues al reino predictivo, fútil y basto de los sentidos. Si, como lo hemos estado haciendo, únicamente nos centramos particularmente en un sonido de algún fenómeno como el del agua al pasar, o el sonido del trueno, o de la lluvia, cabria la siguiente pregunta ¿y la música, no es en si una multiplicidad de sonidos? ¿No originaria dioses? Wagner y Nietzsche serían quizá la respuesta. Cuando el filósofo escuchaba alguna composición wagneriana, este la calificaba como la segregación de una suma de dioses, de un politeísmo evidente. Esta sensación era tal que Nietzsche denunciaría y reclamaría después a Wagner esta perdida en su música. Si la composición musical de finales de inicios del siglo XIX ocasionaba un politeísmo inadvertido, entonces ¿se podría explicar la “muerte de Dios” datada justo en la ilustración (inicios del siglo XIX)? Si esto es verdad, es decir, la composición musical como productora de sonidos, que contienen a su vez información, ¿entonces, no es lícito advertir que con el desarrollo de la tecnología de artefactos musicales como el mp3 se estaría fomentando no solo el aislamiento individual sino la creación de una multiplicidad de dioses? ¿No estamos olvidandonos acaso de los sonidos únicos? ¿de los dioses únicos?

La casa rosa (versión final)

Inmersión por uno de los burdeles más populares de Lima

Por: Pedro Crespo

¿Quién no ha escuchado de Las Cucardas? Nadie. El burdel está en el imaginario de todos los limeños. ¿Pero basta solo con conocerlo por nombre? No. ¿Entonces no todos lo conocen? Pero todos saben que existe. ¿Conocen las tarifas del placer? ¿Saben que el público es bienvenidos a horas de oficina? ¿Imaginan la seguridad que les presta? Las Cucardas guarda más secretos que su propio nombre. Las Cucardas está a punto de desnudarse, como lo hacen sus chicas todas las noches… y todos los días.

Viernes. Nueve de la mañana. La ciudad de Lima inicia su rutina de trabajo, mientras un par de parroquianos boleteados ingresan a uno de los burdeles más conocidos de la ciudad. Los siete días de la semana, y aunque parezca una impudicia, el Club y Snack Bar Las Cucardas abre sus puertas desde muy temprano por la mañana, y deja a los visitantes negociar con sus musas, que esperan listas en el marco de sus puertas: maquilladas, en lencería y con tacos altos.

Dos parroquianos se asoman a la ventanilla y un tipo delgado con cara de matón recibe los veinte soles de entrada por cada uno. Un guardián gorila les sella el ingreso y una oficinista les da un preservativo: Twinlotus condoms, superfinos, con registro sanitario.

Tras el ingreso, el lugar oscurece y la entrada se bifurca por completo. El humo del cigarrillo de la noche pasada y los neones rosa revisten el ambiente. A partir de este punto, toda elección y fetichismo es enteramente anónima.

De la entrada divergen dos pasajes opuestos: uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha. Los parroquianos se detienen y discuten que camino tomar. Da igual, porque todo camino converge al final. Pero quien llega por primera vez no lo sabe, y una indecisión natural detiene en seco a todo visitantes cuando están a punto de ingresar a este ambiente nebuloso. Esta es curiosamente la primera decisión que deben tomar. La segunda decisión es algo menos cognitiva.

Los cinco pasajes que forman las Cucardas imitan una gran H. Si se quiere ser más gráfico, su estructura sería como la de un inmenso 8 cuadrado, con cincuenta y cuatro habitaciones alrededor. En cada pasaje, cada tres metros, una habitación abierta con una chica ardiente en ella, hacia la derecha y a la izquierda. Esto obliga al par de amanecidos parroquianos a andar pendientes de un lado y del otro, indecisos, oscilando como el movimiento de caderas de una morena alta de labios rojos que baila la Isla Bonita de Madonna en lencería limón. Luego de dar el primer vistazo por todo el lugar, la segunda y más difícil decisión: qué chica escoger.

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Una cucarda es una flor asiática. Exhibe un largo estilo que por sus abiertos pétalos muestra su codiciado ovario. Ser una chica cucarda es ser una flor. Motivan con su perfume y excitan con las caderas, se acomodan al pie de la loma de sus camas, o reposan en la madera que recubre sus puertas.

Las chicas cucardas producen la miel que las abejas solas no podrían. Encienden la aureola animal de los parroquianos, y los observan mutar como himenópteros en el éxtasis de la polinización. Los fuerzan a merodear oscilantes por los pasajes de la colmena, zumbando indecisos, ardientes, hasta que su propia naturaleza viciosa los obliga a fecundar el polen. En las Cucardas, las abejas cargan con un bendito recuerdo cuando regresan solos a su panal sin esa miel rosa. Por eso, siempre les es un placer volver a su estado de insecto kafkiano.

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Uno de los parroquianos que llegó muy temprano por la mañana, siempre lo hace boleteado. Por lo menos una vez al mes, se regocija con la primera cucarda que le guste. Es que la menor reincidencia anula el encanto, diría el cantautor francés, George Brassens; y este parroquiano practica el axioma, por eso la diversidad de chicas podría ser la más importante particularidad del burdel.

Las hay morenas y altas, cholas y delgadas, rubias y bajas, charapas y recias. Cada tipo de mujer con su imaginario. De las morenas, convencen sus traseros; de las rubias, su rostro; de las cholas, sus pechos; de las charapas, sus cinturas. Ante cualquier queja feminista, ellas mismas se uniforman con sus ansias de sentirse deseadas por los atributos que tienen, sin importarles parecer objetos, porque aún el oro es un objeto. Y también las uniforma el patrón que sigue sus ropas: tacos altos hasta donde aguanten sus columnas, hilos dentales multicolores que se pierde entre las nalgas, y politos que le tapen los pezones. La idea es dejar muy poco a la imaginación, el resto se resuelve con dinero.

Cuando algún comensal, de tanta indecisión, encuentra lo que buscaba, se acerca al marco de la puerta, donde la odalisca se menea, y negocia. El diálogo es un cuestionario. En mayoría, el empleador empieza preguntando su tarifa: cincuenta soles, mientras ellas los miman sin parar. Sigue con el tiempo: cuarto de hora, bebé, mientras el parroquiano duda que en tan exiguos minutos pueda acabar. Finalmente, termina preguntando su nombre: Lolita, Dayana, o el que ellas se inventen, mientras ellos las toquetean sin abusar. Porque las musas porno, las putas adoradas, las odaliscas de plástico se alquilan con lo que Dios y los cirujanos les dieron. La casa les paga el 50% de la operación, solo a las engreídas: con ellas se invierte. Y justo es esa inversión la que impide que el cliente tome partido de un negocio sin antes cerrarlo.

Cuando por fin el dúo de parroquianos se animaron con unas chicas, ya eran las once de la mañana. Un billete salió de sus billeteras por adelantado. Ellas cerraron la puerta. A ellos no se les vio más por el lugar.

El estado legal del burdel es otra virtud elemental. Las Cucardas Club y Snack Bar son un ente formalizado, con todas las de la ley, y eso lo hace un lugar seguro. Los borrachos y bronqueros terminan en la pista de la calle, que es oscura como dentro de un féretro. Porque afuera, en la cuadra cuatro de la Av. Colonial, en el Cercado de Lima, la calle es tan oscura que a las cinco de la tarde, ya nadie se atreve a nada por ahí. Parece un lugar olvidado, con perros mascando basura y pirañitas en terocal. Lo único que alumbra la acera son los radiantes neones: rosa en las Cucardas, morado en la Nené, la competencia. Si afuera no se toma alguno de los taxis estacionados, la historia de amor fortuito en las Cucardas no llegará a ser contada por la mañana.


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Eva es una puta, y está sentada en la barra de las Cucardas por pura nostalgia. El bar reluce por sus decenas de brillantes botellas de alcohol y un letrero ofertando viagra. Ahora son las diez de la noche, y Eva fuma de ladito y sonríe al vacío. Trabajó quince años en Las Cucardas y hace más de un año que dejó de hacerlo. Decidió colgar las tangas solo para usarlas en la intimidad de su casa. Ahora ejerce la prostitución por teléfono, un negocio en el que no le va muy bien.

Quienes la ven, no dan un sol por ella; por eso se refugia en una esquina de la barra. Su cuerpo es ovalado, y los hilos de su blusa parecen obligarse a aguantarlo. Su escote es desvergonzado, lleva jeans holgados y botas negras. Su maquillaje es excesivo, y no parece cumplir su cometido porque sus arrugas se reflejan aún en la penumbra del neón. Hugo Shimabukuro, dueño y señor del burdel, se acercó a invitarle un ron con cola. Ella lo saludó nostálgica. Luego, él la dejó sola, fumando sus cigarrillos Pall Mall rojos, uno tras otro.

En cambio, cuando Dayana salió de la habitación número dieciséis para hacer su striptease, los desvergonzados parroquianos la banquetearon con la mirada.

Dayana llegó al club, firmó su entrada, y entró arrastrando un maletín rojo de rueditas. Sonriendo, bromea que lo carga porque también es fly hostess. Lo cierto es que es una estudiante de hotelería y con la prostitución costea su profesión, como muchas otras, que también llegan con sus maletitas. Dayana es alta y delgada, de cabello negro lacio y con un cerquillo que cubre sensualmente su ojo izquierdo. Bajó de su taxi de confianza con poco maquillaje, unos jeans holgados y una casaca New York Yankees: era una estudiante cualquiera. Junto a otras chicas, desfiló por los pasillos ignorando a todo aquel que la miraba.

Ingresó a su habitación: tres por tres metros, con una cama de media plaza rodeada de espejos, una mesa de noche con una lámpara y lubricantes, y un lavamanos. Todas las habitaciones son iguales. Sacó varios conjuntos de lencería y tras escoger el mejor, se vistió, como cada noche, con el deleite de una ardiente amante.

Cuando al fin estuvo lista, la invitaron al escenario desde los parlantes. Todos los parroquianos que bebían cerveza en el bar dieron una vuelta de noventa grados para ver la función continuada de striptease y table dance, que dura hasta el final de la noche.

Dayana salió cubierta por una bata de seda rosa con capucha. Parecía una boxeadora dirigiéndose como una fiera a su ring de baile. Sus altos tacos acrílicos le colocaban elegantemente una pierna tras otra, mientras avanzaba arrebatadora. Eva parecía verla encantada, pero recelosa; aunque no tuvo más opción que aplaudir cuando Dayana quedó completamente desnuda al ritmo de la canción más melosa de Miriam Hernández. Cuando la vio dar cinco vueltas de tornado colgada del tubo, con las piernas abiertas en un ángulo recto perfecto, con los cabellos acariciando el piso de porcelanato del escenario. Esos bailes eran algo que no se hacía en sus tiempos.

Ambas prostitutas son ejemplos de lo que las Cucardas fue y de lo que es. Al inicio, un lugar sin techo, con indigentes habitaciones de triplay sin pintar, con pisos de barro seco y cerveza caliente. Aceptable en su tiempo, cuando cientos de limeños llegaban ahí a perder su virginidad. Pero relegado en los nuestros, donde el auspicio de Chivas Regal, Smirnoff o Lucky Strike no dejan espacio para putas como Eva.

Ahora, el Club y Snack Bar Las Cucardas es un lugar de referencia. Todos hablan de él, y quienes lo conocen, quedan satisfechos.

Tienen esas cucardas jóvenes, y esas evas de antaño, que aseguran guardar algo especial. Eso que Joaquín Sabina llama la vocación: el afán de las que siempre quisieron y fueron putas. Eva piensa que ya no hay muchas con esa vocación, que son dinosaurios extintos. Las de ahora miran el reloj y aman impacientes. No están hechas para complacer, solo engañan al hombre con falsos orgasmos, con pretenciosos intereses.

Dayana baja del escenario y cubre su cuerpo desnudo con una bata. Cruza el bar lleno de miradas hambrientas, idolatrándola. Un VIP la acompaña para evitar reacciones lascivas de público.

Eva está a las espaldas de todos ellos, y sigue fumando, bebiendo su Cuba libre avergonzada por su soledad.

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Sábado. Cinco de la mañana. El cielo de la ciudad de Lima destella sus primeras luces y una señora solitaria sale de uno de los burdel más conocidos de la ciudad. Carga con maquillaje y botas altas, pero sin maleta roja. Ella no trabaja ahí, pero toma un taxi como todas.

Con ella, el neón rosa del frontis del burdel se apaga totalmente.

Fenomenología del racismo

Por: Eduardo Yalán
Fotografia: Claudia Villaseca Flores

“Mira el rostro blanco y el cuerpo negro de la noche hasta que

dejes de percibir la diferencia entre albura y negrura(…)”

Emilio Adolfo Westphalen (Ha vuelto la Diosa Ambarina)


Mañana del sábado 27 de Junio, tomé el periódico nacional habitual (“El Comercio”), y me encontré con una portada muy nostálgica; la muerte de Michel Jackson. Tras un lapso de venial tristeza y de curiosidad thanática por la información, detecté otra nota informativa: “Alicia delgado recibió 8 puñaladas”. Dentro de toda la carga nostálgica de ambas noticias y de lo relevante de ambas muertes en el Perú, me pareció curiosa la distribución de la información en el periódico, por un lado Michael en una imagen a gran escala que ocupaba gran porcentaje de la carátula, y por el otro lado, Alicia, sin imágenes, acompañada de una pálida fonética y perdida dentro de los vericuetos del periódico. Alicia Delgado fue una cantante folklórica cuya muerte ha suscitado gran revuelo en los medios masivos de comunicación, medios estigmatizados como “chichas” por no decir “medios para cholos/mestizos”. El Comercio es la antípoda per excellence de estos últimos, antípoda de una cultura determinada. Recogiendo esta perspectiva y otras muchas que han venido acaeciendo en el Perú (como los dimes y diretes entre Bagua y el Gobierno de turno) deseo dar un punto de vista con respecto al tema de la discriminación (buen eufemismo para el racismo) subrepticio en nuestra sociedad.

En Latinoamérica, de la manera más hipócrita y contradictoria, el racismo se resiste aún a morir, muchos psicólogos, sociólogos y antropólogos han buscado una solución o análisis causal a este “fenómeno social arcaico” limitándose al “deber ser”. Dicen por ejemplo: “el racismo no debe ser, no debe existir”, y en teoría no debe, pero aun así existe, y de una forma vulgar. Pero añadamos otro punto de vista, tal vez interesante, al tema del “racismo”, dejemos de lado el “deber ser” y abordemos quizá una perspectiva más curiosa e interesante. Como decía Aristóteles, somos una especie social, el hombre es una animal social que pertenece lógicamente a un grupo social (sea este pequeño o grande, de corto o largo plazo). Ahora bien, tomando en cuenta esto, el ser social debe acatar la moral y normas sociales para sentirse parte del grupo e identificarse con éste; esto no es más que desear una seguridad y evitar una inseguridad, un “operar en la nada”. A nadie le gusta estar solo, pero para no estarlo se deben acatar ciertas normas, si no las acatas, entonces estas fuera. Es así como el ser social, subrepticiamente, se integra en la sociedad y adopta, según su praxis vital, un papel en la sociedad: o bien es dominador o bien es sumiso. Es importante resaltar esto, el carácter jerárquico/piramidal que posee nuestra sociedad, y de cómo nos auto ubicamos en este esquema social. Psicólogos como Lamberth, Morris, Moscovici, Enrique Salgado, y el genial James Whittaker reconocen este valor social intrínseco en la motivación individual.

Ahora bien, exploremos la fenomenología del racismo. La escencia del fenómeno está definida por la fuerza que la comprende, y este caso no es la excepción. Retomando la idea de dominación y sumisión, si un dominador (el ideal) le increpa al sumiso (yo) sobre algo mal hecho por este último, el ser social sumiso se sentirá inseguro ya que sentirá que dejó de pertenecer a la sociedad (un ejemplo muy literal es el que Ramón Ribeyro nos da en su cuento “Alienación”). Digamos que la escencia del racismo es su característica social compuesta, la negación (dialéctica) de una clase dominante (victimarios) hacia la clase sumisa (victimas) provoca insatisfacción por la inseguridad que sienten al creer que ya no pertenecen mas al grupo social, su estabilidad en el grupo depende de lo que diga el ideal, el jefe. Y, como sabemos, la creencia genera afecto. Citar a la judía y filósofa Hannah Arendt me parece oportuno en este momento: “En este mundo insensato es mucho mas fácil ser aceptado como un gran hombre que como un ser humano”. No es la idea ser un gran hombre, sino ser un “ser humano”, un ser que no se sienta dependiente de un esquema jerárquico/social.

Una solución al racismo es hacer que el ser social se sienta autorealizado y no reconocido dentro de su sistema, es decir, inocular la creencia que reafirme la trascendencia del ser humano dentro de ese pútrido “esquema social jerárquico”, la trascendencia de aquella masa, sin la imperiosa búsqueda por el reconocimiento. Repito, una creencia significa un alud de emociones. Desde esta perspectiva considero al racismo de la manera como lo considera Martin Tanaka; un “arcaísmo intolerable” y no desde la perspectiva psicoanalítica que asegura al racismo como un problema integro basado en la otredad, en la no comprensión de lo otro. No toman en cuenta la condición sine qua non entre lo social y el fenómeno racista. Nietzsche, sin querer, se inmiscuye en este problema: “no se ataca solamente para perjudicar a alguien, para vencerle, sino tal vez, a veces, por el mero placer de adquirir conciencia de su fuerza.” (HDH 317) El carácter activo del victimario hace que éste reafirme su jerarquía dominante con urdimbre espíritu, utilizando los más inverosímiles, estúpidos, palurdos e inconsistentes argumentos como lo han sido (a lo largo de la historia) la frenología, la superioridad aria, la superioridad fenotípica, y demás entelequias. Pero para el dominante todo es necesario, hasta esto ¿Cómo viviría el racista sin la inconsistencia? Para el que no busca reconocimiento esto no es de suma importancia, “a la mierda Bartolomé de las Casas, Hitler, Noé, y ese hijo de puta de Michael Jackson”. El racismo se resiste a morir pero morirá, porque la dialéctica paulatinamente muere, porque los intelectuales mueren y con ellos su amargo rechazo, la palabra escrita vinculada al racismo homogéneo se diluye, las creencias y las jerarquías se distorsionan, el racismo es un “arcaísmo intolerable” es un residuo último del cambio de paradigma. El racismo, como lo conocemos, cambiará, y “cambiará pues”.

El tema pendiente: el "Baguazo"


Fotografías: Diego Miranda

Texto: Pedro Crespo

En una reunión de amigos este último viernes, me encontré con mi filosófico compañero de blog. Entre copa y copa, los temas que generalmente tocamos salieron a la cancha. Esta vez, discutíamos sobre lo acontecido en Bagua: una masacre por falta de comunicación e intolerancia. Más de 30 muertos.Nunca antes he escrito temas políticos en este blog por que no quiero ser colaborar con el atosigamiento de la agenda política de los medios. Sin embargo, aquí mi punto de vista sobre lo sucedido en la selva peruana.

¿Cómo debiera entenderse al Perú?

Como un país heterogéneo. De ahí nace su encanto y su principal fuente de ingresos. En la Selva, tenemos una variedad indiscutible y envidiable de fauna y flora. Distintos pisos ecológicos adornan las mesetas, hay agua y culturas centenarias vivas. Biodiversidad en su máxima expresión. Pero también hay riquezas energéticas y mineras: hidrocarburos y oro. Esta es la semilla de la lucha.

Cómo debiera entenderse la actuación del primer bando: Las poblaciones amazónicas

1. Las deficiencias gubernamentales abundan. La principal causante de lo sucedido en Bagua es la subestimación a los pueblos nativos. Para empezar, en 1993, el INEI hizo un censo amazónico y arrojó su número poblacional, entre ellos los Aguarunas contaban con 51 827 personas. Este número ha aumentado. Las cifras, aunque pequeñas en comparación a la extensión del territorio, demuestran que estas tierras no están vacías. Insisto: ¡no están vacías, señores políticos!

2. Las poblaciones amazónicas son pueblos que datan antes que los Incas. Representan un museo viviente de nuestras raíces. Debieran considerarse más valiosos que el Museo de Oro donde solo hay materia muerta (ojo, con esto tampoco digo que sean dignos de maquetas de exhibición. Hablo del cuidado de lo verdaderamente valioso en nuestra cultura).

3. Los selváticos se encuentran espiritualmente ligados a su territorio. Ahí conviven con sus tradiciones, adoran a sus dioses, yacieron sus hermanos, veneran a sus antepasados, cuidan a su estirpe y, gracias a él, subsisten. En conclusión, no pelear por sus tierras, es un suicidio para ellos…

4. Sigo el hilo con un dato histórico: las poblaciones amazónicas nunca fueron sometidas. Contra ellos no pudieron los Incas, ni los españoles, ni los jesuitas y dominicos. ¿Por qué habrían de dejarse ahora?

5. Los amazónicos no están en contra de la inversión, es más, aceptan necesitarla. Porque tienen problemas de desnutrición crónicas, mortalidad infantil, y ningún servicio básico. Lo que repelen, es que el poder estatal abuse. Ellos necesitan “una inversión bien pensada, un desarrollo pensado desde la selva y a favor de la selva”, dijo Santiago Manuin, legendario líder Aguaruna hospitalizado por un disparo. El Perú entero también gozaría de esas decisiones.

Cómo debiera entenderse la actuación del segundo bando: El gobierno

1. Los gobiernos no solo duran cinco años, y toda decisión debe ser tomada para el buen porvenir del país. El uso de tierras y espacios improductivos es una premisa para la creación de capital y mano de obra. El asunto está en reconocer que espacios están verdaderamente vacíos para su explotación.

2. El gobierno está en la obligación de cuidar el territorio. El problema contra el que intentó luchar es contra el uso ilícito de los recursos amazónicos. Esto obliga al gobierno a una mayor fiscalización. La explotación ilícita no es solo un problema legal, sino que trae problemas sociales como la explotación de gente, narcotráfico, terrorismo, etc. Llevar el “progreso” a estos lugares, era una manera de revertir la ilegalidad.

3. El poder político está en la obligación de una consulta popular en caso de ver trabas en el funcionamiento de sus planes industriales o los que sean. Muchas veces, se han llegado a acuerdos; otras veces, se ha implementado a la fuerza. En este caso, no se llegaba a nada democrático desde el año pasado. El gobierno fue despótico.

4. Los políticos siempre han estado lejos de la amazonía. Creen que bastaba con reunirse con algunos dirigentes para tener el acuerdo. Nunca pensaron más que el apresuramiento de sus tratados sin entender la preocupación justificada de los Aguarunas-Huambasi por su cultura, sus hijos y el bosque. Además, sus leyes promulgadas tenían fallas irreparables que los selváticos estaban indispuestos a aceptar. Una de ellas era, por ejemplo, el deseo de la minera Dorato de explotar recursos en el cerro Cumpanam, este es un cerro sagrado, un Apu.

5. El gobierno fue violento. Quiso dar un renovado “moqueguazo” y le salió el tiro por la culata. Según cuenta Martín Arredondo, reportero que vivió en carne propia los enfrentamientos en Bagua, los policías llegaron con bombas lacrimógenas y disparos al aire. Una bala calló a Santiago Manuin y ahí empezó la revuelta.

“Siempre hemos sabido defender nuestra tierra”

Los oficiales llegaron armados. A los selváticos les bastaron arcos y flechas para acabar con los policías en la zona conocida como Curva del Diablo.


Jesucristo; crítica y conspiración.


Por: Eduardo Yalán

“Ya la palabra “cristianismo” es un malentendido,
en el fondo sólo hubo un cristiano, y éste murió en la cruz.”


F. Nietzsche. El Anticristo (§ Xxxix)
Soy ateo. Y ser ateo es una patología y no, como asegura Michael Onfray en su “Tratado de ateología”, una terapia . Ser ateo implica ser un tanto dialectico y un tanto creyente en aquello que tanto se esfuerza en repudiar: Dios. Ya muchos saben que ser ateo es también una creencia, es creer que dios no existe, especialmente que no existe el Dios cristiano, principalmente porque el ateísmo y el mercantilismo no se llevan bien de la mano. Y es que esta dialéctica intrínseca en la relación con Dios es la que convierte al ateísmo en patológico, en una enfermedad per se, que teóricamente busca curarse, pero prácticamente desea mantenerse enferma: a esto quizá podríamos llamarlo ateísmo diabético; una curación tan eterna como infinita. Claro que hay ateos, de los pocos, que se sumergen en la religión y juguetean con ella estudiándola, comprendiéndola. Este es el ateísmo integrador, del cual yo daré solemnidad en este artículo.
Hablemos de la figura de Jesucristo, máxima de la iglesia católica, polémica de la judía, y relegada de la islámica. Jesús es la iconografía más comercial en todas las religiones y es que, como se refirió en una oportunidad Eduardo Zapata Saldaña: “Jesucristo fue el primer marketero de occidente”. Sus milagros, resurrecciones y demás parafernalias paranormales, levantaron la popularidad de Jesus de Nazareth; amado y odiado, en occidente y en todo el mundo. Este articulo trata del buen "Jesus", y lo dividire en 2 puntos pequeños, que a continuación trabajare:

a) La ley
Cuando el pensamiento moderno sobre el cristianismo se instauró a finales del siglo XIX, ya estaba por sentada una teoría bien recorrida por Alemania que afirmaba que Jesucristo, al hacer una nueva doctrina sobre la judía, había roto las cadenas de la ley mosaica. Esta perspectiva la sostenían varios pensadores, entre los que más destaco son la de los coetáneos: Hegel y Nietzsche. La teoría era más o menos compatible con la perspectiva judía, que afirmaba que el cristianismo era una religión paulina y no cristiana en si misma, es decir, Pablo de tarso era el inventor de cristianismo y no, como se vulgarmente se cree, Jesús el Nazareno (Nietzsche abogaría particularmente este punto). Nietzsche en El Anticristo menciona algo parecido a esto; “Pablo quería la finalidad, consecuentemente quería también los medios…Lo que él mismo no creía, los idiotas en los que arrojo su doctrina lo creyeron” (§ 42) Ésta psicología del redentor entonces separa a un Cristo cristiano y a un Cristo acristiano (histórico). Es decir, Jesucristo no pretendió en ningún momento fundar una religión nueva alguna, teoría que sostiene Antonio Piñero, filósofo español y erudito en el tema del cristianismo. Jesús no fundó el cristianismo y apesar de ello se le ubica como un jurista proselitista dentro de la historia cristiana, Jesús unicamente pulula la palabra de Dios ubicandose como un mensajero de aquel, mas no participa en una empresa religiosa que lleve su nombre. Sin embargo, apesar de las invensiones paulinas de un Jesús pro religión y demás entelequias teológicas, existe pues una ley superpuesta a la judía, una ley atribuida al mesias y que hasta el dia de hoy se enseña como doctrina "pilar" del cristianismo. Hegel en sus primeros escritos reconoció esta ley: el amor cristiano.
El amor cristiano es sorprendente, e interesante a la vez, ya que a pesar de ser una emoción pura y ciega, en el cristianismo se presenta como una emoción elaborada, resultado de una racionalización reforzada con la palabra escrita. Si analizamos bien, dentro de la escala afectiva, el amor es el mas compatible con la escribalidad, con la palabra escrita (valga decir también con la edad platónica) contrapuesto entonces al odio, mas compatible con las oralidad, como es el caso del islam. ¿Por qué entonces, el amor que según los cristianos Jesús elaboró, era resultado de una racionalización? Para responder esto fijémonos en la encíclica de Benedicto XVI “Dios es amor” donde Benedicto desintoxica al Eros (intoxicación que advirtió Nietzsche, como lo refiere el propio Benedicto) y le atribuye al amor grados de intensidad, cuya cúspide o paroximia se encuentra en Dios: el verdadero amor es el que está con Dios. Esto es pues pura racionalización del afecto en cuestión. Entonces, Jesucristo paulista contrapuso la ley de un amor focalizado y fundamentalista frente a un odio y misantropía judía. ¿Porque triunfo Jesús? Por ser buen marketero, y por que su ley del amor fue compatible con la cultura que precedería a su muerte: la cultura escribal, o platónica (como yo la llamo).
b) El Jesús heroico y su desmitificación:
Un héroe es un héroe por muchos factores, principalmente porque existen personas que lo reconocen como tal, personas que dentro de su realidad pútrida desean plasmar su yo en "algo" grande. Es necesario resaltar esto de “realidad”. Cuando menospreciamos nuestra realidad y a todo este sistema sensible que nos rodea, queremos que exista alguien que lo transvalore: Queremos ser Maradona porque nuestra realidad es austera de éxito futbolístico, queremos ser Jesús, porque nuestra realidad es austera en fuerza. A Maradona se le dice Dios, a Jesucristo también. Todo héroe es mitificado. La imagen paulista de Jesucristo es la más pura mitificación de todas, el pleonasmo máximo de lo absurdo. Sin embargo el mito, a pesar de su carácter ilusorio, nos refiere datos curiosos acerca de la doctrina cristiana moderna, dentro de los cuales podemos citar la idea de la resurrección contenida en el mito paulista de Jesús: la muerte frente a la vida. La doctrina de los cristianos paulistas (a lo que se llama cristianismo, en la actualidad) gira en torno a esta idea; la vida en el más allá, la extensión del alma en la muerte. Lacan enfatizó enérgicamente (como lo muestra un video) la dependencia de la muerte por los cristianos modernos, "la muerte entra en el reino de la realidad, (...) eso les da fuerza (...) si no fuera así, ¿podrían soportar la vida que llevan?”. Otro punto de vista acerca de la muerte en el cristianismo es el que ofrece Gadamer, en un sagaz análisis fenomenológico. Gadamer afirma que la escencia de Cristo se encuentra en la conciencia finita de este, siendo su muerte la aceptación de la vida, una obstinación por vivir que incluso soporta un calvario pasional con tal de saborear los últimos momentos de vida. Son dos perspectivas interesantes que señalan como la muerte en el cristianismo moderno (paulista) es el fruto del cual todos los cristianos comen.
Conspirar. Nos falta esa cuota de conspiración para presenciar el vaciamiento mítico de Jesús. El Jesús histórico es totalmente diferente al Jesús mitificado, un Jesús que nació antes de la era cristiana en el reinado del emperador Augusto, educado en la fe judía, perteneciente a una familia numerosa, que tuvo hermanos y hermanas carnales, que tomó y continuó la predica de Juan el Bautista (además de actuar como su discípulo), que (a pesar de lo referido por Nietzsche) no quebranto la ley de Moisés, sino que la interpretó a su manera, que tuvo 12 discípulos, que anunció el reino de Dios, que actuó como el portavoz de Dios, que no abolió el culto judío, que no se trasladó de Galilea a Jerusalén con la intensión de morir, y que protagonizando un incidente en el templo judío siendo condenado a la crucifixión y muriendo en el reinado del emperador Tiberio. Su movimiento de seguidores no fue perseguido por entidades romanas. Este es el Jesús historio. La creencia fundamentalista en el Jesús paulista es demasiado fuerte y necia. Por lo demás, la actual cultura no se esfuerza en desmitificar o desmitologizar a Cristo, sino que poco a poco lo esta sepultando vivo (como lo hizo con su Padre) en la motivación cultural, quizá en un futuro no existirá Jesús ni Jehová, pero seguirá existiendo esa entidad que tercamente nos empeñamos en buscar.

Apología al peruano: Los Comentarios Reales

logros

Los aniversarios se celebran a diario en cada rincón del globo. Conmemorar es una característica humana, siempre de manera nostálgica porque todo tiempo pasado fue mejor y, gracias a Dios, que nadie nos quitará lo bailado. Siempre hay algo muy importante que celebrar; otras veces, bastan meras excusas para hacerlo. Si están esperando que este texto les de una gran justificación para brindar por los sueños rotos o encontrados, espero que me lo agradezcan. El hecho es que yo me encargo de servirles chicha en poto, ante todo, porque es un mes importante para la literatura peruana: el 400 aniversario de la primera edición de “Los Comentarios Reales” del Inca Garcilazo.

Gómez Suárez de Figueroa, como se llamaba realmente el Inca Garcilazo de la Vega, se entregó a las letras luego de naufragar en el intento de reclamar herencia en España, tras la muerte de su padre, un Corregidor del Cuzco. Este había muerto sin siquiera haber legitimado su paternidad y fue por ese motivo que el Inca tuvo que ingresar al ejército español para sobrevivir en ese país, tan mezquino con las nuevas razas que consideraban de menores. El mestizo luchó contra los moros en una guerra que no le pertenecía. Luego, dejó el fusil por la pluma. Y fue en 1609, que publica sus “Comentarios Reales”, como una magistral manera de agradecer a la patria y a sus parientes maternos sus queridas raíces. En especial a su madre, Palla Chimpu Ocllo, bautizada como Isabel, una mujer fuerte que descendía de la nobleza incaica.

“Los Comentarios reales” constituye no solo un conjunto de datos históricamente invaluables sobre el legado cultural de Tahuantinsuyo, sino uno de los primeros símbolos del mestizaje que tanto admiramos y admiran. Sí, ese mestizaje que nos convierte en criollos. Esa raza que idolatra al cevichito y al cau cau, del eterno sufrimiento por el futbol borrachoso, de la Pilsen en la esquina después del partido dominguero y del te prometo que mañana te pago. Son 400 años que un escritor, que como nosotros tiene de inga y/o de mandinga, escribió los cimientos intelectuales de nuestra curiosa realidad. Él escribió la primera apología al peruano en sus años nacientes, poco antes de la independencia. Recuerdo cuando menciona en un capítulo esa bebida de jora, que tanto gustaba a los indígenas, llamada Chicha. Recuerdo que al inicio hablabamos de los aniversarios...

Ahora, ¿se animaron para brindar?...

Creencias y la profecía de las nuevas emociones




“Si una tecnología entra, ya sea desde dentro o desde fuera,
en una cultura y da nuevo énfasis o ascendencia a uno u
otro de nuestros sentidos, el equilibrio o proporción queda
alterado. Ya no sentimos igual, ni nuestros ojos, oídos y demás
sentidos permanecen igual.”
Marshall McLuhan – La Galaxia Gutenberg

Resulta tan excelso como raro (como decía el buen Spinoza) encontrar un entendimiento dentro del cambio cultutal de nuestra realidad moderna, encontrar dentro del follaje y el rameado psicosocial factores y fenómenos afectivos que no se encuentren vinculados a las ideas o a las creencias individuales y/o colectivas. Preguntarnos acerca de los efectos ocasionados por los cambios sociales es positivo e integrador: preguntarnos sobre el por qué de estos cambios es aun mas ilustre e integrador. Ahora está la cuestión, ¿Cómo analizar estos fenómenos afectivos o mejor aun, como explicarlos? La tradición psicológica nos devela dos pensamientos muy vinculados y a la vez desvinculados a las emociones; ambas se unen, ambas son indiferentes.

El primero de estos pensamientos, y cronológicamente iniciador del estudio de la naturaleza humana, fue representado por David Hume, filosofo escocés. A los 26 años de edad, Hume publicaría su “Tratado de la naturaleza humana” libro poco bien recibido por la crítica erudita. Ahora bien, ¿Qué sucede con Hume?, ¿Porqué tan importante? Bien, el filósofo fue uno de los que se abocaron al estudio de las ideas y los sentidos en una época donde predominaba pregonar Verdades inmutables y alabar a la vocinglera filosofía racionalista. Lo interesante en Hume es una idea que me gustaría señalar; el filósofo creía que existía una interrelación entre ideas e impresiones, llamando ideas a los recuerdos reclutados de experiencias humanas, e impresiones a las experiencias mismas (ejm. Ayer me fui al zoológico; idea: el recuerdo del león / impresión: el momento exacto cuando lo vi). El cerebro humano es un almacén de ideas que –según Hume- se asocian durante otros procesos humanos como el sueño. ¿Suena familiar? Si, suena a Sigmund Freud. ¿Qué dice el padre del psicoanálisis con respecto a esto? Freud sigue una larga tradición que divide la razón de la pasión así como se divide la mente y el cuerpo. Freud creía, al igual que Hume, que existían ideas que eran el reflejo de impresiones, pero que estas ideas se encontraban divididas entre el yo y el ello, entre el lado consciente y el respectivo inconsciente. Las emociones –según el psicoanálisis- son efectos de ideas claras o reprimidas. Freud aseguraba: si se encuentra emoción como efecto, entonces se puede asegurar que existe una idea o creencia que la alimenta, esta idea puede estar refugiada o en la clara consciencia o en la negrura del inconsciente.

Todo muy bonito hasta aquí, ahora, ambos pensadores (Freud y Hume) aportan un análisis muy claro, sin embargo ambos son descuidados en el tema de las emociones. Uno –Hume- por un lado sugería someterse a la tranquilidad de pintar un cuadro para ahogar una pasión poderosa, otro –Freud- se dedicó tan poco a las emociones como se dedica un semiólogo a la ética. Sin embargo, el fenómeno queda bien planteado por ahora: las emociones son el efecto de una creencia. Ahora bien, ¿podemos sugerir que, al igual que el individuo tiene creencias, existen creencias colectivas que nos vinculan según la cultura a la que pertenecemos a emociones determinadas? o, para ser más brioso, ¿existen creencias correspondientes que estriban en los cambios culturales mundiales? Hagamos una lluvia de ideas, señalemos algunas creencias culturales: creencia griega del héroe como sujeto redentor, creencia egipcia de la vida más allá de la muerte, creencia maya del sacrificio, creencia racista del nazismo, creencia democrática del capitalismo, creencia del honor de la cultura oriental, creencia de la inmediatez en nuestra cultura virtual. Estas ideas o creencias de alguna u otra manera, tarde o temprano, advertida o inadvertidamente, despiden el hedor de una pasión incolora, de una emoción detectada; cada creencia señala una emoción, una pasión, un padecer (pathos), o una vivificación de la potencia de obrar.

Ahora, lean el epígrafe a este artículo: el señor Mcluhan, ávido visionario, nos sugiere una propuesta muy interesante. ¿Es posible afirmar que cada cultura o cambio cultural (de los tres reconocidos) posee una creencia y por tanto despide una emoción colectiva? ¿La edad tribual, la edad platónica y la edad sensible –nuestra edad- han tenido sus propias creencias e ideas, y por tanto han forjado sus diferencias emocionales la una con la otra? ¿Si esto es así, como señala Mcluhan, podemos afirmar que cada cultura en la medida en que ha tenido su creencia e idea propia, ha limitado a sus sentidos, o –para hablar como Hume- a conspirado en contra de sus propias impresiones? Expliquemos un poco esta idea. Si hoy en día, en nuestra cultura sensible (cuya causa es la tecnología virtual), las impresiones de la realidad se refieren a una inmediatez que las personas demandan, a una heterogeneidad de pensamientos, a un aislamiento físico de la realidad, a una necesidad de subjetivar la opinión, entre otras, se puede afirmar sin temor a equivocación que estas impresiones generan una idea de la sociedad y de la misma cultura en el individuo, y que esta idea a su vez produce una emoción determinada en el mismo, entonces ¿estamos hablando de las mismas emociones de hace lustros o incuso de hace algunos años? Además, como dice McLuhan, ¿no estamos limitando a nuestros sentidos e impresiones cuando los enfocamos solo en medios determinados de la tecnología (TV, computadora, radio, etc.)? ¿y si limitadas, fuertemente desarrolladas? Luchamos con espadas como la edad tribual, reprimimos a las pasiones como la edad platónica, somos un hibrido único e indistinto de emociones, somos el resultado de algo nuevo y listo para ser analizado. Las emociones han cambiado, ¿listos para algo nuevo?

La mañana que me fotografié con Vargas Llosa

Por: Pedro

La adormecida mañana dejó de ser somnolienta cuando sentí los primeros murmullos. Rostros curiosos y vistazos expectantes me guiaron hacia el Centro de Información –un neologismo apológico a la tecnología sobre lo que algún día fueron las bibliotecas. Su nombre se repetía en crecento, y eso estimulaba la conmoción del alumnado curioso. Se me quitó el sueño. Antes de introducirme al tumulto, tuve la brillante idea de comprarme alguna  novela suya. Paso ligero hacia el minúsculo puesto de venta de libros: el Libum. Pregunté por alguna novela de Vargas Llosa. Cualquiera que sea, por favor. Quiero que me la firme.

Ante la paciencia del empleado, decidí darme una vuelta por la tienda para obtener mi obra: contabilidad, economía, lingüística, gestión, administración ¿dónde está literatura? ¿Dónde se escabullen las novelas en esta selva liliputiense de empapelados?

-          Señor, no tenemos lo que busca.

Volteé. A mi lado, un inmenso estante de todas las obras publicadas por la editora de la universidad, obviamente, con David Fischman como abanderado. (Hasta antes de la edición, bajo estas líneas, había una crítica extenuante sobre la falta de tino en la logística literaria del mercado de libros en la UPC).

-         ¿Está seguro qué no tiene ni una obra de Vargas Llosa       -repregunté esperanzado- la que sea. Le estoy hablando de Mario Vargas Llosa.

-          No señor –y prosiguió con su martilleo al teclado.

-          La puta madre.

En medio del sensacionalismo, y con el hígado revuelto por no tener novela para autografiar, rostros conocidos me confirmaron que se acercaba. Mario Vargas Llosa en persona. Me pasaron en mente rápidas polaroid de sus personajes: Santiago Zavala ofuscado en la Av. Tacna, “Pichulita” Cuellar humillado a 120km/h por la Costa Verde, Pedro Camacho narcotizado en algún jirón del centro de Lima, la Pies Dorados desnuda sobre mi cama de dos plazas, y tantas otras que me obligaban a putear al vendedor de Libum. Y de pronto, él. Y de pronto, ¿pero qué le digo?

Estaba con un terno negro y camisa blanca a rayas. Llevaba sus gafas de incógnito en la mano, y un ejemplar de nuestro pasquín universitario. Su cabello se lucía blanco oro, con la típica raya al lado izquierdo y el mechón cubriendo con cautela sus también blancas cejas superpobladas. Saludó con ímpetu, sin poder ocultar cierta impaciencia por tanto estudiante emocionado de verlo. Extendió la mano a algunos, mostró sonrisas y palabras como “cuantos rostros”, “hola muchachos”, “rapidito que estoy apurado”. Venía con serios administrativos detrás y nuestro impecable rector como anfitrión (paso franela). Se dio unos minutos para compartir alguna apreciación, algunas fotografías. Al fin supe que preguntarle. Ya tenía un par de preguntas en la punta de la lengua.

La noche anterior había estado en el teatro Británico para ver su último trabajo en dramaturgia: Al pie del Támesis. Definitivamente, un desenlace inesperado. Así que decidí de antemano compartir mi percepción de su obra y lo hice. La tomó con cautela, acostumbrado a los elogios. Solo lamento no haber sido lo suficiente suelto para poderle decir aquellas cosas que ahora catalogo de indispensables. Todo quedó en un “me gustó su obra, señor Vargas Llosa”, “un final inesperado”. La lengua me traicionó; así como los nervios, la audacia y la hombría.

Un previo acuerdo con una amiga concretó la foto: premio consuelo que me animó. Sin embargo, aún creo que hubiera preferido una firma dedicada a su humilde servidor, señor Vargas Llosa. Lo vería con entusiasmo en cualquier libro que de vez en mes me animaría a observar: un saludo para ti,  empleado de Libum, eres un bastardo (aunque sepa que tienes poco que ver). Desde aquella mañana, sentí que la oportunidad quedó desperdiciada. Uno de mis escritores vivos preferidos quedó en lo superfluo de las fotos sonrientes y los comentarios cojos.

Solo me queda decirte que para la próxima oportunidad estaré más preparado, Mario. Ahora, tengo varias preguntas puntuales que sé te interesarán contestar. Cargaré con tus novelas en mi morral, y si me vuelvo a encontrar contigo, Vargas Llosa, nada me evitara preguntártelas.

Inteligencia emocional, criticas y cultura sensible

Por: Eduardo Yalán
Fotografia: Claudia Villaseca
"Pero nadie puede hacer nada contra los sentimientos,
ahí están y escapan a cualquier censura.
Uno puede reprocharse tal acto, tal palabra pronunciada,
pero no puede reprocharse un sentimiento,
simplemente porque no tiene poder alguno sobre él."
Milan Kundera – La identidad

Hace poco inicie la lectura de un libro publicado el 2006; Inteligencia Social (Social Intelligence) segunda parte del libro Inteligencia Emocional, ¿el autor? David Goleman. “Un libro revolucionario” tacha la portada y socarronamente titula mas abajo: “La nueva ciencia para mejorar las relaciones humanas”, así como esos libros de autoayuda. Pues bien quisiera acometer blandas criticas hacia estos libros que, no cabe duda, son el arma ha blandir en el imaginario popular y que sirven para la justificación de muchos fenómenos emocionales.

No le quito merito a Goleman, trató a la inteligencia emocional como una ciencia vulgarizada para que cada ser pueda acceder a ella, eso es bueno. Y es bueno porque nuestra tecnosfera exige a nuestra sociosfera un replanteamiento sensorial y afectivo, era necesario vulgarizar la pseudo-ciencia de las emociones para satisfacer no el deseo, sino la necesidad de las personas de nuestra actual cultura por entender sus emociones. El éxito del libro se debe a esto, la teoría aterrizó en una cultura perfecta y compatible con este tema, las personas necesitaban entender lo que durante lustros fue prohibido comprender.

Pero pese a este logro, la inteligencia emocional asienta sus fundamentos en terrenos fútiles, pantanosos, sintiéndose a cada momento de su lectura como las palabras están tambaleándose en un umbral cultural; entre lo platónico (racional-cultura antecedente) y una cultura sensible (emotiva-cultura actual), indefinible. Por ejemplo, “controlar las emociones para generar empatía con los demás” o “cuando sientas una emoción negativa adecua a las facciones de tu rostro, ya que como sabemos lo corporal externo determina a lo emocional interno”. Ahora, ¿Que pretensiones tenemos nosotros, el vulgo consumista, para reprimir nuestras emociones únicamente para generar empatía? Algunos estudiosos de nuestra cómica tecnosfera insinúan que al poseer rasgos de una cultura oral, nuestra necesidad de “llevar la fiesta en paz” (empatía) es latente. De aquí que en relaciones amorosas nos esmeremos en el romanticismo eterno o que por ejemplo a pesar de ya no ser cristianos, persistimos en la idea de un Dios que nos eternizara la vida. Sin embargo, nuestra empatía es diferente, si bien tenemos características orales, también las tenemos escríbales, siendo un hibrido nuevo de cultura: ahora nos escondemos bajo el internet para acabar las relaciones amorosas, ahora no dudamos en enojarnos hasta con nuestro jefe, ahora, quizá, tengamos mas disposición que antes para explotar afectivamente: somos un hibrido de pesimismo y de esperanza.

La inteligencia emocional y social es un buen comienzo para vulgarizar la ciencia afectiva (psicología) sin embargo esto no subsana el error de analizar a las emociones humanas aun desde perspectivas de culturas pasadas. La empatía es una solución de la “old school” psicológica, si se quiere decir así, es una perspectiva reactiva, temerosa y aislada; dejar para que otro sea. La inteligencia emocional incita una represión subrepticia, a pesar que el autor diga lo contrario (y sínicamente lo dice como un obiter dictum). Lo que ha hecho la inteligencia emocional es hacernos dispuestos a dar la otra mejilla cuando nuestra cultura propensa lo contrario, es inocularnos de autocontrol cuando nos motiva lo dionisiaco, es continuar llamando “malo” a la tristeza y al odio y “bueno” al amor y a la alegría cuando no “sabemos definir lo que sentimos”, no sintamos nunca desprecio por nuestras emociones, porque lo hacemos cuando decimos: “me porte mal con respecto a…” o “antes de actuar debo pensar” o “controla tu físico para controlar tu emoción” o “explico la acción biológica de la emoción y salto en un pie por este descubrimiento” o la zalamera: “tranquilízate”, debemos de amar y aprender a amar a las emociones, debemos de comprender al sistema emotivo y no vulgarizarlo con percepciones pasadas, debemos..¿Quien debe? Los educadores deben, los psicólogos, ellos son los agentes educadores ahora, estén dispuestos a enseñar y estudiar el cambio.

Como dice Spinoza: “la naturaleza de cada pasión debe ser explicada necesariamente de tal modo que resulte expresada la naturaleza del objeto por el que somos afectados” (Parte tercera. Ética demostrada según el orden geométrico) La tecnósfera (ese objeto por el que somos afectados) explica a nuestra cultura (a nuestros afectos) si sabemos que la tecnosfera ha cambiado conforme la historia, y sabemos que las emociones son culturales, entonces, es necesario replantear nuestra psicología de las emociones, nuestros conceptos mas básicos como el de la inteligencia emocional, el cambio ya se dió, ahora analicémoslo.