La filosofía en nuestra cultura


Por: Eduardo Yalán Dongo


Ya lo sé, la filosofía ha dejado de ser de interés público (me encanta pensar que alguna vez lo haya sido), los héroes del pensamiento han muerto, la filosofía ha dejado sus complejidades y connotaciones léxicas para convertirse en las peticiones del vulgo (ahora hasta el vulgo se alarma cuando alguien escribe filosofía, ya que inmediatamente te acusan de "posero" o sabelotodo). Cuando le digo a alguien que me gusta leer filosofía, este alguien dice: “a vaya caramba a mi también me gusta filosofía, me gusta filosofar sobre las cosas” ¿acaso están entendiendo la filosofía como un proceso de pensamiento? ¡Si!, tratan a la filosofía como “filosofía de vida” como el pensamiento que define tu vida. Y lo hacen sin total escrúpulo, sin pensar que tal vez otras personas antes que yo ya han pensado acerca de eso y lo han más que tachado y subrayado (hasta en roca). Unos dicen, “mi filosofía de vida es alejarme de lo malo” o “mi filosofía de vida es hacer lo que yo quiero” o “mi filosofía es ser libre” o “mi filosofía es creer en Dios”….!por Don Miguel de Unamuno! Que es esto más que la prostitución de la ciencia filosófica.


Y es que el problema esta en que las personas desconocen que hubieron 2658 años de pensamientos de todo calibre y que cada bestialidad que decimos ya esta contenida en un Diagoras, en un Anaximandro, en un Descartes, en un Spinoza, en un Volviere o en un Hegel de una manera exorbitantemente genial. No estoy aconsejando tragar cada volumen espeso de Kant o leer a Hegel con diccionarios filosóficos a tu costado, o dejarse el bigote como un tal Marx (saludos al señor Abiamel), ¡no! Solo los gangrenados mentales esperan ese consejo. Los filósofos no son mejores que nadie, menos los que leen filosofía, simplemente son personas que les gusta un estilo de vida, así como esos metaleros pelucones que les gusta sacarse la mierda en conciertos, o a esos otros con su filosofía de pollo (como decía Pochi Marambio) que están de puerta en puerta asegurándote el fin del universo, además de una placentera, gloriosa y eterna sodomización en el infierno. Lo que pido es un poco más de respeto hacia la filosofía, no tratarla ingenuamente, no pido más.


Ya no faltarán algunos preclarisimos varones de docta letra que se conjeturan filósofos por haber tragado sus gloriosos libros de Randy Pausch, Mario Vargas Llosa, Cortazar, Jorge Bruce o de Chespirito. No. Principal y fundamentalmente ¡no! La filosofía exige un poco más de respeto, si queremos hablar de ella remarquemos siempre “Oe compadre a mi me gusta la filosofía pero es mi filosofía” (atención con la diferencia de connotación léxica entre “mi filosofía” y “la filosofía”) Claro, “así pos si”. Pero si la filosofía ha caído en extremos subjetivismos, no es culpa de ella (que bonito suena), no nada que ver. Esto es un problema histórico, créanlo o no, nuestra cultura esta totalmente despreocupada del proceso, como le decía a un amigo este sábado; a casi nadie le interesa quien fue Spinoza, Montesquieu, Hobbes, Hume, Foucault, etc. Pero no es culpa nuestra es nuestra cultura la que ha desembarcado en este mundo nuevo, el futuro nos atisba el renacer de la filosofía, pero quizás para después, porque ahorita no nos interesa que digamos, sino vean los comentarios de todos los textos colgados en el blog o las ventas del libro “El retorno del espíritu” de Miguel Giusti.

Marcel, Bip y los mimos eternos


Este mimo francés, considerado uno de los mejores del mundo, aplica la filosofía de la vida en cada frase que se desprende de su boca y señala que es "pesimista y optimista", para añadir que aún tiene intacta la esperanza en el Hombre. Nacido en Estrasburgo (Francia) en 1923, realizó giras por varios países europeos y latinoamericanos, aunque nunca abandonó su escuela de mimo en París, cantera de los actores que componen su Compañía de Mimodrama. En esta escuela, Marcel Marceau impartió clases a alumnos de varios países, entre ellos de Japón, Alemania, Estados Unidos, España, Francia -"evidentemente", apunta- e incluso cuenta con esporádicos alumnos de Corea y de Hong Kong.


En cada ciudad del mundo en las que Marcel Marceau ha actuado su espectáculo ha servido de plataforma para el interés de nuevos artistas que desean estudiar con él, y, en cierto modo, seguir sus pasos en el arte del mimo, un espectáculo que el artista francés compara con la música, por su universalidad y porque la entiende todo el mundo. El fondo del arte del mimo no se transforma, en su opinión, pero sí su expresión exterior, pues los cánones en los que se inspiran cambian, de ahí que Marceau afirme que "la gramática del mimo ha cambiado". Marcel Marceau se siente cercano al dolor de los desvalidos en conflictos, aunque matiza que el terrorismo y las guerras han existido siempre y que seguirán ocurriendo: "yo soy realista en la vida y sólo sueño en el teatro", afirma. En línea con su pensamiento cargado de realismo aseguró que "el hombre es un animal de teatro" y que mucha de su inspiración está tomada de los animales, de los que aprende determinadas manifestaciones pero a los que "también mata y se come" y asevera con contundencia: "si el hombre continúa al ritmo de destrucción actual acabará con el planeta".


Para este artista, que también es pintor y escritor, el escenario es el lugar de transmitir todos los sentimientos humanos, el dolor y la felicidad, y considera que aunque la tecnología ha avanzado a pasos agigantados "el corazón del Hombre no cambia nunca". Es por ello que su mítico personaje Bip, creado en 1947, es totalmente actual, no es preciso modificar un ápice de su mensaje en ningún momento porque los sentimientos que lo mueven ahora son los mismos que lo inspiraron en su momento, una figura influenciada por Charlie Chaplín. Marcel Marceau afirmó que el hombre avanza y retrocede constantemente, y que el teatro, en particular, y el arte, en general, prevalece sobre todo ello: "el arte es una expresión universal que no tiene idioma".

Este es un homenaje brevísimo al ser espectacular que convivió entre el silencio y la sonrisa. Hace un año, el 23 de setiembre del 2007, Marcel Marceau murió en Paris a los 84 años

El eterno retorno de lo mismo


Por: Eduardo Yalán Dongo


El hombre no obra libremente, no es un ser libre, no existe un libre albedrío de su potencia de obrar, !Analicemos bien cuando piden libertad antes de necesidad!. ¿Cómo? ¿nos escandalizamos? En “El existencialismo, es un humanismo” Jean Paul Sartre piensa que el hombre posee una libertad a la cual estamos condenados, la elección que el hombre hace de elegirse a sí mismo (y que a la vez elige a la humanidad). Sartre se pregunta: Si Dios no existiera todo estaría permitido, el hombre estaría abandonado, “el hombre es libre, es libertad”. En lo personal, me fascina este pequeño libro o monólogo literario que hace Sartre, pero creo que el francés se emocionó cuando ubica a la libertad antes de la afirmación.

Empecemos: si definimos al hombre como un ser libre entonces pensaremos que éste posee una absoluta libertad de hacer las cosas, de elegir, de cambiar la historia, etc. Sin embargo, este pensamiento aunque exaltador y nutritivo, no nos da la ayuda que necesitamos en plano de la afirmación de la vida. Si queremos afirmar la vida, los errores que comentemos, las pasiones que sufrimos, las tragedias que nos tragamos, y los dolores que defecamos, entonces la libertad no sería un buen camino de exploración. Explico porque: si el hombre posee un libre albedrío, entonces su capacidad de cambiar las situaciones y elecciones será constante, se distraerá en cambiar la situación y no en afirmarla, no consideraría los hechos como necesarios dejando al arrepentimiento anudarse indefectiblemente en las apreciaciones de los hechos que componen nuestra vida. Esta creencia de la libertad como una forma excelsa de valor humano, se ha vuelto en "sentido común" de la educación posmoderna, de la educación contemporánea. Al imaginarse el hombre como ser libre, imaginará también, como es lógico, a las otras personas como libres y sucederá que cuando se produce una tragedia, o una pelea de pasiones (odio vs odio) entonces conjeturará que la otra persona actúa en base de su propio albedrío, es decir, con total “voluntad” e intención.

¿Pero que pasaría si no somos libres, si nos interpretamos como no-libres?: “al imaginar que una cosa es necesaria, en esa medida afirmamos su existencia, y, al contrario negamos la existencia de una cosa en la medida que imaginamos que no es necesaria” (Spinoza. Ética. Parte Cuarta. Proposición XI.) Entonces, lo contingente no afirma la existencia sino lo necesario. Pensemos en que las cosas son necesarias, sería menos difícil aceptar nuestra vida, cada hecho que la compone estaría sometido a un necesidad de haber existido, a una razón de ser, no nos convencería tan fácilmente el arrepentimiento, la angustia. El hombre no es libre, no tiene un libre albedrío, como lo dijo San Agustín, sino que existen (como diría Spinoza) factores en la naturaleza que limitan las capacidades del hombre, ¿creemos acaso que nosotros hemos elegido tener esta vida? ¿Creemos que elegimos ser seres humanos? ¿Acaso nosotros decidimos todo lo que ocurre en nuestro cuerpo? Pero si hablamos tercamente de libertad, ¡si somos libres!, pero en el marco de nuestra naturaleza, dentro de nuestra propia naturaleza ¿o a caso podemos decidir correr como la gacela, o tener dientes filosos como el tigre?

Así, psicológicamente, esta visión de la necesidad también la recalcó majestuosamente el célebre Friedrich Nietzsche: “Si el hombre consiguiese adquirir a la vez la convicción filosófica de la necesidad absoluta de todas las acciones y de su completa irresponsabilidad, de convertirla en carne y sangre, entonces desaparecería también ese resto de remordimiento de conciencia.” (Nietzsche. Humano, demasiado humano. § 133) Y aquí es donde se nos muestra la grandiosa teoría del eterno retorno, la afinidad de Spinoza y Nietzsche: léanla con la total alegoría de la existencia y piensen sí efectivamente nos conviene ser libres dentro de nuestra naturaleza, si nos conviene alejarnos de la afirmación, reconocimiento, aceptación...del amor fati, del amor al fatum (destino):

“Haga este ejercicio mental: -¿Si un demonio le dijera que tiene que vivir de nuevo esta vida (la que vive ahora y la que ha vivido siempre) y, además, un número interminable de veces; y que no habrá nada nuevo en ella, sino que volverá a experimentar todos los dolores y las alegrías y todas las cosas grandes y pequeñas todo en sucesión, en la misma sucesión, en la misma secuencia, incluso ese viento y estos árboles y este exquisito resbaladizo, incluso este cementerio y el espanto, incluso este dulce momento en que usted y yo , tomados del brazo murmuramos en estas palabras?. Imagine que el inmenso reloj de arena de la existencia da vueltas continuamente. Y los dos giramos cada vez como los granos de arena que somos. Es más que una fantasía es más aun que un experimento mental. ¡Escuche mis palabras! ¡Expulse todo lo demás! Piense en el infinito. Mire hacia atrás imagínese mirando hacia atrás. El tiempo se extiende hacia atrás durante toda la eternidad. Y si el tiempo se extiende hacia atrás ¿No es posible que lo que pueda pasar haya pasado ya? ¿No es posible que todo lo que ocurre ahora haya sucedido antes? Y si todo ah sucedido antes en el infinito tiempo ¿Qué piensa usted entonces de este momento, de esta conversación bajo la bóveda de los árboles? ¿No puede esto haber sucedido antes? Y el tiempo que se extiende infinitamente hacia atrás ¿Acaso no puede también extenderse infinitamente hacia delante? ¿No podemos nosotros, en este momento en todos los momentos retornar eternamente?” (Irvin D. Yalom: El Día en que Nietzsche Lloró).

¿Que haríamos con una vida que retorna eternamente? ¿pensar en la libertad o en la necesidad de las acciones?

Capote: sus dones adictivos

Firmado por: Pedro


Leer a Truman Capote es para cualquier amante de la literatura una oportunidad para conocer una bendición de estrategia particular entre su especie y un sentido único para angular historias en hechos cotidianos. Capote es, en pocas palabras, un individuo excepcional, fuera de este mundo, que como camaleón se ajustó a las circunstancias de los años 50´s y 70´s para plasmar en el papel lo que sus deseos canalizaban por sus dedos. Con lo que llevó, no solo a expandir lo antes mencionado entre su público lector, sino crear un nuevo género periodístico hasta hoy utilizado: la novela de no ficción o la novela testimonio, el inicio de lo que Gabriel García Márquez inauguraría en Latinoamérica, o Kapuscinski en occidente: el Nuevo Periodismo.

A sangre fría relata el asesinato de cuatro miembros de la familia Clutter en Kansas (Yanquilandia), por dos maleantes de toques homosexuales que acuden a este asesinato con el fin de robar una cantidad de dinero que nunca existió (llegaron por 10 000 dólares, se fueron con menos de 100). Capote investiga, paralelo a todo el sistema judicial, el crimen desde una butaca privilegiada, explota su popularidad como literario para ingresar en los recovecos más íntimos y pertinentes de los asesinos, conmocionó el mundo con su trato periodístico, me fascinó con sus manías y seducción labial, sin duda alguna enamoró al asesino para hacerlo hablar. Hazañas bastante admirables, ya que conseguir información de un juicio que está en proceso es más que suficiente para criticas moralistas y sociales que, sobretodo, la jurisprudencia no perdona. Más impactante aún es el modo en que Truman teje su relato, con un crimen que no es develado hasta mucho después de la mitad del libro y en que innumerables logros por parte del narrador mantienen al lector sumergido en una incertidumbre pasional de la que no se le permite descansar. Leer A sangre fría es una adicción sicológica que busca desahogar curiosidades, repelar temores y vivir en carne viva el lado más podrido de una mente desahuciada que, como cualquiera de nosotros, podría llegar a sucumbir en cualquier instante. Es lo antagónico de nuestra vida normal, como Dostoievsky en Crimen y Castigo, juega con el perfil asesino de la convalecencia mental, del consuelo enfermizo y de la manipulación desgarradora. Extrañamente, mientras Truman escribía esta historia su vida fue sucumbiendo por su neurótica necesidad de consumar su obra, que le costó cerca de seis años de su vida, tiempo que debía esperar a que concluyera el juicio de los asesinos, y tiempo en que no deseaba más que la pena de muerte a los criminales para apoderarse del trágico final y concluir su genial libro. Esos seis años de espera, sulfuraban gradualmente a Capote obligándolo a iniciar un consumo habitual de alcohol y drogas, a explotar su imagen homosexual y jugar el papel de Dios sobre el público que moría idiotizado ante su presencia hipnotizadora y verbo sexuado.
La prensa de su época buscaba endémicamente, en su histrionismo perverso, alguno de sus típicos comentarios mordaces para esclarecer la ambigua personalidad que Capote mostraba frente al mundo, un hombre dedicado, soberbio, analítico, irónico, narcisista, critico; gran amigo de Marilyn Monroe, Andy Warhol, los Rolling Stones, sin dejar de lado su particular voz estrepitosa, afinada agudamente como la de una niña engreída… esa genialidad oscura en un alma que se acalambraba, tantas cosas en solo un individuo.
Termino poniendo un axioma con el que Truman Capote desnuda su ímpetu y cotidianidad, lo dejo a vuestro juicio: “Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.”

Ética demostrada según el desorden afectivo

Por: Eduardo Yalán Dongo


Comenzaré con esta pregunta: ¿Qué es más ético, controlar nuestras emociones, pasiones y sentimientos por el bien común o hacerlo para satisfacer nuestro propio conocimiento, el conocimiento de nosotros mismos? La pregunta, especialmente para los filósofos moralistas, religiosos y demás ascetas políticos de segunda, es simple: el bien común o la libertad es el objetivo que se ansia para generar una conciencia del otro, para aproximarnos al entendimiento de los derechos humanos. Se oyen soluciones éticas como la tolerancia, el respeto humano, la libertad, el bien común, la autonomía, la libertad pensada, entre otras. La ética ha hecho que estos conceptos sean aplicados a todas las profesiones, ciencias y demás sofisterías dejando que ellas se ilusionen pensando que es más ético un profesional que duerme sobre las sabanas de lo que debe ser el mundo, objetivamente hablando. La ética en general exige, para lograr este objetivo, no solo el involucramiento de las pasiones, sino que ante todo busca y desea su domesticación, desea que nuestras pasiones sean paralizadas y sesgadas de toda actividad con los otros. La relación de las pasiones con la ética es muy importante, tanto para la apreciación que podemos tener de las pasiones mismas como para comprender a la ética (ethike, ethos) misma, ambas se encuentran íntimamente relacionadas.

Para comprender todo este caos debemos primero definir a la ética en cuanto a disciplina y etimología. La palabra ética proviene del griego ethos o ethike, que significa al parecer indistintamente costumbre o carácter. La traducción latina de esta palabra ha hecho que poseamos dos significados que el vulgo ha comprendido como sinónimos: moral y ética. La moral (mos, moris, mores) es la traducción latina del termino griego ethos, que significa y se aboca más al sistema de valores inmanente en una comunidad, pueden ser estos herencia de generaciones pasadas o creaciones de algún jurista del estado. Por otro lado, la ética tiene una connotación my distinta; ella no es más que la reflexión filosófica sobre el sentido de dichas normas morales.

La ética es sobre todo una “manera de vivir”, permite saber qué sistema de creencias es el más deseable, para la ética, se entiende desde luego, “todos somos competentes para opinar”. Todos poseemos una manera de vivir, como dice Miguel Giusti en un análisis de la ética contemporánea: “Si decimos que una persona no es ética, entonces estamos diciendo que [las personas] no posean una concepción valorativa de la vida” Toda persona pues posee una ética y decir que una persona, por un acto inmoral cometido, no tiene ética es muy precipitado, incluso para el vulgo.

Ya lo dice Hegel en su Principio de la Filosofía del Derecho: “Pero, aunque moralidad y ética, de acuerdo a su etimología, fueran sinónimas, esto no impediría servirse de estas distintas palabras para conceptos distintos.” Claro, Hegel expone a lo largo de todo el aforismo 33 de este libro una distinción que no tiene nada que ver con el concepto ética o moral que conocemos, dice Hegel que la moral corresponde mas a lo enseñando por Kant y la filosofía moderna y que la ética, por otro lado, esta mas abocada a las enseñanzas aristotélicas y su persecución de la felicidad (eudaimonía). Entonces la ética es un factor en sí y para sí del hombre, un factor subjetivo y no objetivo, la ética no es moral.

Así como no debemos confundirnos con la terminología entre ética y moral, tampoco no debemos dejar de lado a Hegel en las disertaciones que conciernen a la ética. La visión que Hegel da a la ética se cierne en su concepto expuesto en la fenomenológica; el espíritu objetivo. El espíritu, esa extraña conciencia humana colectiva ha sido interpretado conforme su época, con forme los ideales de libertad y su graduación en el tiempo.

Si para Hegel el espíritu representa la vitalidad de las cosas humanas, en la ética esta vitalidad se refleja en el espíritu objetivo, la forma como se encuentra integrado el sujeto y la sustancia, la forma en como la libertad se encuentra plasmada en las instituciones de la sociedad; el principio de la filosofía del derecho. El ethos no se encuentra, según Hegel, en como dotemos al sujeto o a la sustancia independientemente valoración; los antiguos (los predecesores de Hegel) buscaban ante todo, en la ética, un sentido de bienestar común, de ideal de vida, algo fétidamente platónico. En la sociedad de Hegel, eran escasos los espíritus libres, aquellas personas que sobrepasen ese bienestar común aristotélico.

Comenzará con esta eticidad de Hegel, una carrera moral por el reconocimiento. La célebre figura del amo y del esclavo en la fenomenológica del espíritu es la referencia más inmediata de cualquier hegeliano, una dialéctica que se enfoca en dos procesos básicos: la búsqueda y obtención de reconocimiento y libertad. Esta lucha dialéctica la recogerán tanto Marx, Nietzsche Kierkegaard y Stirner. La ética refiere, si continuamos guiándonos por Hegel, una satisfacción dialéctica que se sacia solo a través de la libertad y el reconocimiento, de cómo las instituciones salvaguardan por estos objetivos humanos. ¿Pero, y que conmigo? ¿Debo siempre buscar la libertad sin buscar la satisfacción de mi causa? ¿Debo ser egoísta?

Entonces ¿Qué es lo preferible? ¿Qué es mas ético, que denota más libertad?: ¿el desenfreno de las pasiones o quizá su represión por el bien común? Lo que siempre ha quedado pendiente ha sido nuestro espíritu sensible, nuestros deseos indeterminados, nuestras pasiones, nuestras emociones, afecciones y percepciones; ¿y aun así se le sigue insultando al ser humano diciéndole que reprima a su alma sensible?

Lo más óptimo, lo más ético, lo mas saludable, la buena conciencia, todo lo que es se inicia en el desenfreno de nuestra alma sensible, en el paroxismo de los sentidos, en trascender del cuerpo al espíritu. La libertad no se consigue en la sociedad sino en la inmanencia de nosotros mismos para con el todo, el reconocimiento es mas plausible si lo apreciamos como algo introspectivo, como un reconocimiento de nuestras fuerzas. ¿Pero la libertad se alcanza acaso en el dominio de las pasiones por el bien común? ¿Por el respeto de un Dios? ¿Es la razón y la pasión una lucha constante? Al parecer si, pero, para un espíritu libre (atención con esa palabra) la razón y la pasión se integran, se balancean. El principio del amor al prójimo; amate a ti y para amar a los demás: matate a ti mismo.

La ética no se encuentra en el cuestionamiento de un Dios muerto, ni en dotar de valor a nuestro propio yo; la ética debe de apuntar al olvido y supresión del yo para dar paso a una liberación de las pasiones. ¿Y la razón? La razón se introduce en nosotros cuando fluctúa la muerte del paroxismo, con la muerte de Dionisio, la razón (no la idea de que tenemos de un afecto) es el camino para saber y conocer nuestras fuerzas, aquellas entidades o Dioses (como las llamaría Deleuze) que nos comprenden. ¿Moral de las pasiones? En realidad hay que matar a la moral, en realidad hay que desenmascararla, en realidad no existen fenómenos morales, sino una interpretación moral de los fenómenos, como decía el filosofo. Dicho sea sin eufemismos; no son validos ninguno de los valores morales que proponemos a diario; la ética, por otro lado se encarga de desenmascarar, cual axiología, a dichas normas ascetas, a esos comandments que a diario nos retiran de nosotros mismos, que periódicamente están construyendo una exaltación maléfica de nuestro yo:

“Dios y la humanidad no basaron su causa sobre nada, sobre nada más que ellos mismos. Yo basaré, entonces, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo demás, yo todo para mí, soy el único (…) nada esta por encima de mí”. (Max Stirner. El único y su propiedad)

Minutos de explicaciones (léase justificaciones)

Por: Pedro


Alguna vez leí de Cortázar que

“en algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones.
Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día
en que alguien consiga explicar también el basural”.

Y es que la mayoría de las explicaciones son justificaciones innatas, siempre y cuando sean creadas en circunstancias en que no queda otra salida más que mentir. Diseñadas específicamente para ocasiones en que alguna otra persona o circunstancia te empuje al vacío y te obligue a improvisar uniones ridículas de palabras inocuas. O también son párrafos novelescos cubiertas de adjetivos que se complementan mejor con pucheros y posturas cabizbajas, con palmas abiertas y ojos juguetones. Alguna vez, acudimos a ellas cuando el tiempo nos va en contra y sabemos que no llegaremos a la meta. Cuando estamos en el bus y nos esperan ansiosos al otro lado del celular: “estoy en cinco minutos”, y justificamos nuestra falta de la próxima media hora. Los rompecorazones, los bebedores, los marihuanos, los tardones, los faltones, los despiadados, los psicólogos, los periodistas, los filósofos etcétera: todos son un montón de sujetos que usan las explicaciones para vivir explicando al resto que pueden ser mejores, que no son un caso perdido inexplicado o, en el mejor de los casos, incluyen sus explicaciones en términos que puedan servir como medio explicativo para explicarse su propia meta y llegar a ella.

No es sano enumerar la cantidad de explicaciones (léase también en este caso justificaciones) por un asunto de salud y convivencia social. Muchas veces, en nuestra ingenuidad, las creemos, y no considero prudente quebrar nuestra armonía humana, muchos menos si este post se basa en las explicaciones de un loco que no se le ha ocurrido mayor necedad que explicar las explicaciones (con lo que aprovecho para explicar mi tardanza de ayer con este texto). Sin embargo, y absteniéndome a las consecuencias, mencionaré algunas para que entiendan mi lógica y me disculpen este atolondramiento.
Ejemplos veloces:
Soy un borracho y le pido a mis padres dinero para un trabajo en plena semana: explicaciones por necesidad.
Soy un rompecorazones y le digo a alguna muchacha que soy el único culpable de mi desamor: explicaciones de escape.
Soy un tardón y explico a mis amigos que inmediatamente llegaré al parque de encuentro: explicaciones de pereza.
Soy un filósofo y quiero explicar porque el hombre se acondiciona con explicaciones: explicaciones de consuelo.
Son varios tipos, quizás ustedes me ayudarían a enumerarlas mejor, pero ahora por mis circunstancias universitarias apresuradas (explicaciones incriminatorias) me veo en la imposibilidad, y espero satisfacerlos con solo esas cuatro mencionadas, (no escapo a la adjetivización de las explicaciones del periodista, con gusto se las daré después).
Ahora, solo me queda correr a clase y explicarle al profesor que traté de explicarles que las explicaciones son, en mayoría, justificaciones; y que Cortázar argumenta que todas estas van a un basural: asi como las palabras se las lleva el viento y las lágrimas van al mar. Solo espero, en nombre de la humanidad, que todas esas explicaciones de basural calcinado se puedan reciclar eternamente.

La ontología del mundo: conexiones entre Wittgenstein y Schopenhauer

Por: Eduardo Yalan Dongo

Hablar de ontología o metafísica es hablar del sentido que comprende al mundo, hablar que si es posible dotar al mundo de algún sentido que nos guíe fuera de la caverna. He decidido recoger dos nociones, para mí, importantes que denotan una línea del pensamiento que explica, de manera trágicamente acertada, la metafísica del mundo, esa ontología inefable: Arthur Schopenhauer (1788-1860) y Ludwig Wittgenstein (1889 – 1951).


Por un lado, Schopenhauer, hartamente influenciado por Immanuel Kant (el gran chino de Königsberg – asi lo llamaba Nietzsche), recogió de esta filosofía de la moral estrellada la concepción de la “ciencia del noúmeno” que afirmaba la no aprehensión de un fenómeno: “(el) concepto del noúmeno no es pues el concepto de un objeto, sino el problema” (Crítica a la razón pura. Apéndice. Parte III). El sujeto cognoscente no puede conocer totalmente al objeto, a esto se llama experiencia no posible, no se puede conocer a las cosas en si mismas. El sujeto/el hombre le da una forma al mundo, interpreta al mundo, sin embargo, el hombre no puede conocer totalmente al objeto, el mundo tiene “algo” que no podemos conocer, es la cosa en sí, incognoscible. La realidad es solo una experiencia posible, los objetos se nos aparecen y en esta medida solo conocemos la apariencia de estos, no su totalidad; lo mismo pasa con el mundo.

Schopenhauer partió de aquí, Schopenhauer creía que existía un “algo” que movía al mundo desde sus intestinos, desde lo no conciente, ese algo no podía ser otra cosa que “la voluntad”. Y la voluntad, para nuestro filósofo moral, era una voluntad inconciente, una voluntad necesaria que, a diferencia de Kant, sí la podíamos conocer. En su libro Sobre la voluntad en la naturaleza, Schopenhauer aclara que el intelecto ya no rige mas sobre la voluntad y es la voluntad la que rige sobre éste: “el agente original en la maquinaria interna del organismo es precisamente la misma voluntad que guía los actos externos del cuerpo” (Sobre la voluntad en la naturaleza. Fisiología y patología) El mundo es por tanto voluntad y representación, el mundo se encuentra dividido subjetivamente entre: lo que se nos aparece/la representación y aquello que no está determinado pero que podemos conocer: la voluntad. Ahora bien, prefiero no avergonzar a Schopenhauer analizando su teoría de “la voluntad de vivir” y encamino mi análisis hacia la dualidad del mundo antes referida.

Si bien Schopenhauer y Nietzsche descubrieron el inconciente y Freud solo pulió ese saber, Ludwig Wittgenstein, filósofo austriaco, diría del, para muchos, padre del inconciente: «(…) sabiduría es algo que yo nunca esperaría de Freud. Inteligencia sí, pero no sabiduría.» (Conversaciones sobre Freud 1946). Este irreverente y para muchos desconocido “filósofo” es uno de los que más han influenciado a la filosofía analítica y a la semiótica actual. Wittgenstein, aquel admirador secreto de marineros, aquel niño compañero de escuela de Hitler, aquel que cuando le insultan prefiere descifrar el signo de dicho insulto antes de ser esclavo del mismo, aquel virtuoso pensador incomprendido por su época, encuentra posiblemente refugio en nuestra cultura postmoderna, en nuestro mundo de los sentidos (a 50 años de ser totalmente comprendido –como él decía-). La metafísica de Wittgenstein se puede descifrar de su célebre “tractatus-lógico philosophicus” (titulo que honraba a Spinoza) desde los puntos 1 hasta el 2.1. En esta breve y difícil extensión (tan difícil de leerla que muchos afirman que han “tractatus” de leer a Wittgenstein) nuestro pensador afirma que el mundo es todo lo que acaece, que el mundo es en esencia los hechos que lo componen y que el mundo se divide en los consabidos hechos. Verdaderamente, el hecho es lo que se nos aparece del mundo, siendo las cosas las que también forman parte de los hechos y por ende del mundo, los hechos atómicos (Atomic facts) es una combinación de las cosas. Entendiendo esto, Wittgenstein señala en el punto 2.012 que si cada “cosa puede entrar en un hecho atómico, la posibilidad del hecho atómico debe estar ya prejuzgada en la cosa”. (¿difícil?) Bueno, cada cosa, incluso nosotros, tenemos ya prejuzgado el participar del mundo y de los hechos, nuestra esencia participa del mundo y de los hechos en la medida en que la posibilidad de hacerlo ya esta en nosotros. Esta proposición es muy spinozista, ya que si lo pensamos así, nuestra naturaleza nos hace hábiles para habitar el mundo, un objeto se encuentra necesariamente en conexión con otros, nosotros estamos en conexión con la naturaleza (la substancia de Spinoza) y es Dios aquel que no puede estar fuera de esta; si Dios esta fuera de la naturaleza, entonces, estaría fuera de la posibilidad de nuestro contexto, lo cual sería absurdo. Entonces, Wittgenstein dice que para conocer a una cosa, debemos profundizar en su esencia, conocer al objeto de manera interna, no solo su exterioridad: “los objetos forman la substancia del mundo.” (Proposición 2.021), con esto Wittgenstein resucita a Spinoza y a su Deus sive Natura.

Pero esta concepción se completa cuando Wittgenstein nos demuestra su teoría de la figura (props. 3 -3,1) cuando nos dice: “la figura es un modelo de la realidad”. Con esto Lacan diría algo parecido, la realidad es simbólica e incognoscible, la realidad es una figura que nos hacemos los sujetos, los signos son la realidad del mundo para nosotros cognoscible, la experiencia posible, la representación, y, por el contrario, lo incognoscible, la experiencia no posible, la cosa en si, la voluntad, es algo de lo que no estamos seguros de hablar. La figura de Wittgenstein es la representación del mundo, pero cuando Freud piensa en lo ilógico, en el inconciente, es posible que Wittgenstein le responda: “nosotros no podemos pensar nada ilógico, porque, de otro modo, tendríamos que pensar ilógicamente” (prop. 3.03) Wittgensetin no rechaza que existe una voluntad shopenhaueriana que mueva al mundo pero si arremete contra Freud por gesticular mucho su “novedoso concepto” que arrancó de las manos de Spinoza, Nietzsche y el mismo Schopenhauer: “He estado repasando con H. La interpretación de los sueños de Freud. Y ello me ha hecho sentir hasta qué punto hay que combatir todo este modo de pensar. Si tomo uno cualquiera de los relatos oníricos (relatos de sus propios sueños) que Freud ofrece, por el uso de la libre asociación puedo llegar a los mismos resultados que él consigue en su análisis, a pesar de que no era mi sueño. Y la asociación procederá según mis propias experiencias, y así sucesivamente” (conversaciones sobre Freud. 1946).

Moraleja, moraleja: El mundo es ciertamente voluntad y representación, de una manera complejamente compuesta, reflexionamos sobre él, lo interpretamos, actuamos en él, existe algo en el mundo que no podemos explicar (tal vez si), pero no todo debe girar en la subjetividad kantiana, es decir: porque el mundo es como yo lo interpreto, porque el mundo es como se me aparece, esto no quiere decir que no podamos conocer la esencia del mismo (aquí Schopenhauer fue magnífico), conocer al mundo implica una deseo para comprender al mismo, una pasión para hacernos con su esencia, (Hegel decía que hemos hecho grandes cosas a través de la pasión) ¡intentémoslo! Solo se necesita un poco de integración y no desprecio hacia el mundo, además de no pensar al inconciente desde nuestra postura racional, pero como dice Wittgenstein « pasaría mucho tiempo antes de liberarnos de nuestra sumisión a él».

Pollada bailable rosada


Atrapó mi curiosidad, desde el primer momento, un artículo de El Comercio en donde anunciaban la meditabunda cifra producto de una Teletón pro el Sport Boys del Callao: 60. 158 nuevos soles.
Debo aclarar, que aunque yo he vivido por muchos años en territorio chalaco, he caminado por sus calles, he bebido en sus plazas, he besado en sus esquinas y he hecho algunas otras cosas indispensables para la buena formación y experiencia juvenil, nunca fui “rosado”. Debería agregar que mis tres mejores amigos también pertenecen a este distrito, y gracias al Papalindo, tampoco son rosados. Con estos detalles quiero justificar mi punto de vista sobre esta Teletón por si es que llego a dañar a alguien con mis comentarios.

El sábado pasado, en el distrito de La Perla, al sur este del Callao, se dio la gran Teletón: “Salvemos al Boys”, como si se hablara de un joven en cáncer terminal, o alguien que fue despedido del trabajo sin capacidad de conseguir otro. Esto ya es una pista de la actualidad vergonzosa del futbol. Contando con que los clubes no solo se financian con los pagos de sus socios, sino con los patrocinadores: claro que esto solo sucede cuando eres bueno.

Cuando era niño, solo relacionaba su camiseta rosada con algún intento desesperado de darle al color rosa una tendencia masculina. Imaginaba, que las madres de cada uno de los jugadores habían concertado un día en hacer de sus pequeñuelos futuros maestros del balón, y, en esa misma reunión, creyeron que el rosado sería un lindo color para hacerlos ver tiernos. El Sport Boys fue creado en 1927, tiene 24 años sin ningún titulo nacional y esta semana se conmemoró su Teletón para poder pagar a sus jugadores. Como diría Calamaro: pasemos a otro tema.


En la basta historia del futbol, seguramente, abran habido ocasiones en que los clubes han necesitado del cash de sus socios y aliados para lograr cometidos de superación de su equipo embajador. No resto la importancia de la integración en los clubes ni el único compromiso de sociedad con aquellas instituciones, solo escribo sobre este tema porque me causa cosquillas el hecho de querer salvar a un equipo decadente con una Teletón. Mis ideas del futbol siempre se dirigieron bajo una concepción: “el amor a la camiseta”. El Boys no tiene un título nacional desde el año 1984, entonces ¿que están salvando?, la billetera de unos jugadores mediocres o un equipo igual de mediocre sin intención alguna de superarse a si mismos.
"Entregamos este monto con todo el amor y el cariño para que los jugadores del Sport Boys estén tranquilos y se dediquen a jugar dignamente, y así puedan salvar la categoría", fueron palabras de alcalde Pedro López Barrios, a los encantados jugadores que se tranquilizaron porque argumentaban que con eso pagarían sus deudas. Espero que de hoy en adelante los muchachos jueguen con árbitros corruptibles, asi la Teletón no solo ancharía sus bolsillos, sino también haría lo verdaderamente importa, dar presencia futbolística, aunque sea comprada. En todo caso, siempre encontrarán una Cherres dispuesta a ensalzar vuestro club.

Calicles copió a Nietzsche: el principio de la fuerza y la ley

Por: Eduardo Yalan Dongo


En el año 388-385 a.C. (que irónico), el filósofo griego Aristodes (mas conocido como Platón) escribió un diálogo cuyo personaje principal, como en todas las obras platónicas, era Sócrates. El diálogo narra como el maltrecho filósofo debate con Gorgias (el famosísimo y admirable nihilista) acerca de la retórica y con Polo (discípulo de Gorgias) acerca de la injusticia. El diálogo empieza y, como era de esperarse, Sócrates barre con uno y con otro, los cansa, los aburre y los engatusa rápida y venenosamente cual mamba negra. Sin embargo, cuando el lector esta a punto de decir: “carajo porque siempre se sale con la suya, me gustaría entrar en el diálogo y decirle las cosas bien claras a ese Sócrates”, es en este momento cuando aparece un tal Calicles, que durante todo el diálogo estuvo escondido prestando atención a esa fogosa demagogia –como él mismo lo refiere-.

Calicles (que no es un miedoso Trasimaco o un Criton enfermizo) le increpa a Sócrates que no es injusto –como Sócrates piensa- que aquel que tiene mas fuerza tenga más que el que no; cito a Sócrates, a ese gangrenado mental, cuando pregunta escandalizado: “(la justicia) ¿consiste en que el más poderoso arrebate por la fuerza los bienes del más débil, que el que vale más ejerza dominio sobre el que vale menos y el más hábil tenga más que el menos hábil?” Evidentemente Sócrates se desespera y se escandaliza con este argumento. Pues bien, el diálogo sigue y Calicles se aburre de escuchar a Sócrates decir que la justicia y la ley de la multitud, “son las leyes de los mas poderosos” Calicles asiente, reflexiona y sentencia: “¿no te da vergüenza, a tu edad, andar a la caza de palabras y, si alguien se equivoca en un vocablo, considerar eso un feliz hallazgo (…) ¡qué delicado eres!, llamas moderados a los simples!”. Pese a lo revelador de este diálogo, nadie lo retomó y simplemente se sepultó y olvidó.

Tuvieron que pasar 1497 años para que el insoportable, inefable y máximo bufón de la filosofía Friedrich Nietzsche blanda la cabeza de Sócrates y crucifique boca abajo a la llamada “justicia y ley de los débiles”. ¿Qué es la ley para Nietzsche? la ley es lo que separa a una fuerza de lo que esta puede, es neutralizar y paralizar a la fuerza dominante y domesticarla, es maldecir a la acción y bendecir la reacción. ¿Quiénes hacen las leyes? ¿no son los débiles? –Pregunta- ¿En qué consiste la ley? No es en quitarle a una fuerza dominante lo que ella puede, -responde- la vida es una fuerza, la vida es una lucha de fuerzas en constante interacción, los débiles frente a los fuertes: la vida es voluntad de poder. Cada uno es una fuerza, la fuerza nos comprende, incluso el ser débil es una fuerza, es la fuerza reaccionaria (como lo diría Deleuze), el ser poderoso, dominador, por otro lado, es una fuerza activa ¿en qué se diferencian? en la cualidad que le damos a la fuerza; todos somos x (fuerza), en cambio, la cualidad, lo genealógico que le damos a la fuerza es d (la diferencia); x + dx = voluntad de poder. ¿Pero Sócrates no decía que la ley del los muchos es la ley de los fuertes? ¿Los débiles, si se agrupan, no pueden ser poderosos? Grita Nietzsche: el esclavo no deja de ser esclavo porque triunfe –al menos eso lo comprueba nuestra historia cristiana-. ¿Y como se hace fuerte un débil? Quitándole al fuerte lo que este puede hacer. Definitivamente Calicles copio a Nietzsche. No miremos lejos ni nos perdamos en el horizonte, pensemos, ¿la razón/lo apolinio no restringe a la inconciencia/a lo dionisiaco? ¿No impide nuestra mentalidad intelectual y moral el hecho que vayamos a los límites de la fuerza? ¿No es la razón una ley? ¿No es la razón un miedoso perecer? La razón tiene miedo, los débiles tienen miedo, los padres tienen miedo, los políticos tienen miedo: por eso hacen las leyes.

¿Y que es el derecho? –Pregunta Nietzsche (Aurora § 112)- ¿no es el poder que otros han reconocido en nosotros y que quieren que conservemos? ¿reconocen acaso todo nuestro poder y fuerza, o solo una parte? Y si nosotros reconocemos sus derechos, ¿no es darles y reconocerles su poder? ¿Entonces el que reconoce el poder, no es propiamente un reactivo, un tímido cristiano? –no se ofendan los manoseados religiosos- ¿y acaso, nuestros derechos son el reconocimiento de todo nuestro poder, de nuestra fuerza, o solo de una parte de ella? (de aqui que el derecho de vida sea solo el reconocimiento de una parte de la vida, a saber, de su finitud, no de la vida en sí misma. Llaman "respeto a la vida" el hecho de no acabarla, pero no llaman "respeto a la vida" cuando sufrimos a causa de religiones opresoras, que nos engañan y atormentan hasta la neurosis)

Sin embargo, no todo es extremo y pavor; Nietzsche dice que el ser equitativo, es decir, mantener en una sociedad estos poderes (débil y fuerte) y que se perfile una tendencia integradora entre estos, es un reto para alguien con mucha experiencia, mucha inteligencia y buena voluntad: “Antes morir que odiar o temer, y antes morir dos veces que hacerse odiar y temer; esta será un día la máxima superior de toda sociedad organizada” (Friedrich Nietzsche. El caminante y su sombra § 284)

Por último, ya para terminar, nuestro amigo Spinoza, a quien Nietzsche le tenía mucho apreció, profirió algo muy importante con respecto a las leyes. Aunque Spinoza no trascendió en el estudio de la fuerza tanto como Nietzsche, el maldecido holandés dijo que sin la ley, el hombre actuaría como un animal (con el perdón de los animales), que no habría integración(si no me creen revisen nuestra aletargada historia, refresquen cual Funes y retrocedan 30 años, un 5 de febrero, la huelga de policías, desorden, saqueos, incendios, Velasco -sobre todo a ese cojo-). La ley entonces es necesaria, odiosamente necesaria si la dicta un reactivo, pero también es necesario el desorden porque nos invita a conocernos (en el explotar de las pasiones y de la fuerza se encuentra el conocimiento del Dasein, de nosotros mismos, te invito a observarte cuando la ley no existe). Moraleja, Moraleja: No se confundan cuando escuchen a esos mochileros de avenidas desiertas, a los más eruditos vagos de nuestra sociedad decir que no debe existir la "ley", que debemos ser como "los incas"….que graciosos.