El eterno retorno de lo mismo


Por: Eduardo Yalán Dongo


El hombre no obra libremente, no es un ser libre, no existe un libre albedrío de su potencia de obrar, !Analicemos bien cuando piden libertad antes de necesidad!. ¿Cómo? ¿nos escandalizamos? En “El existencialismo, es un humanismo” Jean Paul Sartre piensa que el hombre posee una libertad a la cual estamos condenados, la elección que el hombre hace de elegirse a sí mismo (y que a la vez elige a la humanidad). Sartre se pregunta: Si Dios no existiera todo estaría permitido, el hombre estaría abandonado, “el hombre es libre, es libertad”. En lo personal, me fascina este pequeño libro o monólogo literario que hace Sartre, pero creo que el francés se emocionó cuando ubica a la libertad antes de la afirmación.

Empecemos: si definimos al hombre como un ser libre entonces pensaremos que éste posee una absoluta libertad de hacer las cosas, de elegir, de cambiar la historia, etc. Sin embargo, este pensamiento aunque exaltador y nutritivo, no nos da la ayuda que necesitamos en plano de la afirmación de la vida. Si queremos afirmar la vida, los errores que comentemos, las pasiones que sufrimos, las tragedias que nos tragamos, y los dolores que defecamos, entonces la libertad no sería un buen camino de exploración. Explico porque: si el hombre posee un libre albedrío, entonces su capacidad de cambiar las situaciones y elecciones será constante, se distraerá en cambiar la situación y no en afirmarla, no consideraría los hechos como necesarios dejando al arrepentimiento anudarse indefectiblemente en las apreciaciones de los hechos que componen nuestra vida. Esta creencia de la libertad como una forma excelsa de valor humano, se ha vuelto en "sentido común" de la educación posmoderna, de la educación contemporánea. Al imaginarse el hombre como ser libre, imaginará también, como es lógico, a las otras personas como libres y sucederá que cuando se produce una tragedia, o una pelea de pasiones (odio vs odio) entonces conjeturará que la otra persona actúa en base de su propio albedrío, es decir, con total “voluntad” e intención.

¿Pero que pasaría si no somos libres, si nos interpretamos como no-libres?: “al imaginar que una cosa es necesaria, en esa medida afirmamos su existencia, y, al contrario negamos la existencia de una cosa en la medida que imaginamos que no es necesaria” (Spinoza. Ética. Parte Cuarta. Proposición XI.) Entonces, lo contingente no afirma la existencia sino lo necesario. Pensemos en que las cosas son necesarias, sería menos difícil aceptar nuestra vida, cada hecho que la compone estaría sometido a un necesidad de haber existido, a una razón de ser, no nos convencería tan fácilmente el arrepentimiento, la angustia. El hombre no es libre, no tiene un libre albedrío, como lo dijo San Agustín, sino que existen (como diría Spinoza) factores en la naturaleza que limitan las capacidades del hombre, ¿creemos acaso que nosotros hemos elegido tener esta vida? ¿Creemos que elegimos ser seres humanos? ¿Acaso nosotros decidimos todo lo que ocurre en nuestro cuerpo? Pero si hablamos tercamente de libertad, ¡si somos libres!, pero en el marco de nuestra naturaleza, dentro de nuestra propia naturaleza ¿o a caso podemos decidir correr como la gacela, o tener dientes filosos como el tigre?

Así, psicológicamente, esta visión de la necesidad también la recalcó majestuosamente el célebre Friedrich Nietzsche: “Si el hombre consiguiese adquirir a la vez la convicción filosófica de la necesidad absoluta de todas las acciones y de su completa irresponsabilidad, de convertirla en carne y sangre, entonces desaparecería también ese resto de remordimiento de conciencia.” (Nietzsche. Humano, demasiado humano. § 133) Y aquí es donde se nos muestra la grandiosa teoría del eterno retorno, la afinidad de Spinoza y Nietzsche: léanla con la total alegoría de la existencia y piensen sí efectivamente nos conviene ser libres dentro de nuestra naturaleza, si nos conviene alejarnos de la afirmación, reconocimiento, aceptación...del amor fati, del amor al fatum (destino):

“Haga este ejercicio mental: -¿Si un demonio le dijera que tiene que vivir de nuevo esta vida (la que vive ahora y la que ha vivido siempre) y, además, un número interminable de veces; y que no habrá nada nuevo en ella, sino que volverá a experimentar todos los dolores y las alegrías y todas las cosas grandes y pequeñas todo en sucesión, en la misma sucesión, en la misma secuencia, incluso ese viento y estos árboles y este exquisito resbaladizo, incluso este cementerio y el espanto, incluso este dulce momento en que usted y yo , tomados del brazo murmuramos en estas palabras?. Imagine que el inmenso reloj de arena de la existencia da vueltas continuamente. Y los dos giramos cada vez como los granos de arena que somos. Es más que una fantasía es más aun que un experimento mental. ¡Escuche mis palabras! ¡Expulse todo lo demás! Piense en el infinito. Mire hacia atrás imagínese mirando hacia atrás. El tiempo se extiende hacia atrás durante toda la eternidad. Y si el tiempo se extiende hacia atrás ¿No es posible que lo que pueda pasar haya pasado ya? ¿No es posible que todo lo que ocurre ahora haya sucedido antes? Y si todo ah sucedido antes en el infinito tiempo ¿Qué piensa usted entonces de este momento, de esta conversación bajo la bóveda de los árboles? ¿No puede esto haber sucedido antes? Y el tiempo que se extiende infinitamente hacia atrás ¿Acaso no puede también extenderse infinitamente hacia delante? ¿No podemos nosotros, en este momento en todos los momentos retornar eternamente?” (Irvin D. Yalom: El Día en que Nietzsche Lloró).

¿Que haríamos con una vida que retorna eternamente? ¿pensar en la libertad o en la necesidad de las acciones?

2 puntos de vista:

Ximena dijo...

¡¡¡muy interesante!!!
saludos

Anónimo dijo...

Muy interesante tu artículo.

Lo cierto es que Sartre concebía al hombre como absolutamente libre (tanto, que, como dices, no puede no-ser libre), pero lo enmarcaba todo dentro de las posibilidades de la existencia humana. En cada situación se abren infinitas posibilidades de elección, que no de acción. Somos libres para elegir lo que queramos hacer. Pero, evidentemente, no podemos tener las garras de un tigre.
De todas formas es cierto que Sartre exageraba el sentido de la libertad, alegando incluso que el para-sí (el hombre) es libre incluso de su pasado, al que puede negar libremente. Yo en este aspecto estoy más de part de Heidegger, el cual dice que el pasado condiciona al hombre. Puedes renegar de tu pasado, o arrepentirte de él, pero tus actos te condicionan, en mayor o menor medida y para bien o para mal.

También es interesante la escena "De la visión y el enigma" del zaratustra como pasaje que expresa la doctrina del eterno retorno.

Un saludo.