¡Si Google lo dice!: aproximación a los afectos en el “no-ser”

Por: Eduardo Yalán

Hace poco leí una noticia que me hizo sonreír mucho, el titulo de esta noticia fue “Perú es el país más amoroso en Internet, según Google” La noticia hacia hincapié en la búsqueda golosa a través de Google que los latinoamericanos tenían con respecto a temas como el sexo, muerte o temas relacionados a los afectos, entre otros. Por un lado, los mexicanos, ecuatorianos y peruanos se indignaban con casos tan ridículos como “la culpa la tiene Coldplay y su último disco, -Viva la vida-“o sino “el fallecimiento del hijo de John Travolta” que curiosamente hizo a la gente interesarse por la palabra “muerte” en Google. El caso es que esta búsqueda de conceptos como “amor” (love) “odio” (hate) o “muerte” (death) esta latente en el mundo cibernético, en la tecnología moderna. Pero aun más importante es darnos cuenta de una cosa no tan obvia, la apariencia (es decir todos los hechos superficiales de la realidad) posee una determinación tal, con respecto a las personas, que de alguna manera es la potencial determinante de la reformulación de los conceptos comunes como “amor, “odio” o “muerte” que creíamos innecesarios.

Estoy seguro que más de un peruano siguió la novela de amor “Gisela-Carmona” o la del “Puma” Carranza y su esposa, pues bien, la desfachatez de estas historias tan poco sustanciales (según el intelecto) para nuestra vida racional y afectiva insospechadamente determina nuestra vida diaria. Se creía que la reacción que tenemos con temas aparentes es una manera de desenfocarnos de nuestros sentimientos para adoptar prescriptivamente otros, impuestos por los medios. Pero, para aclarar esto, resucitemos a Hegel un instante y escuchémoslo decir: “llamamos apariencia al ser que es en él mismo, de modo inmediato, un no-ser”. Analicemos ahora, ¿nuestro “no ser” es una manera fija hacia el desconocimiento de nosotros mismos? NO, lo que sucede en nuestra cultura moderna es abruptamente diferente, ya que este “no-ser”, esta apariencia, es la que, de una manera extraña, nos dirige al “ser”. Si pensábamos que la apariencia y esta estupidez era inservible e insustancial para nuestra vida altamente “distinguida”, pues nos equivocamos; curiosamente es esta apariencia, este “no-ser”, el que nos hace formular acerca de nuestro “ser”, de nuestra vida propia. Entonces, si no solo nos interesamos por hechos tan poco trascendentes sino que reformulamos nuestra propia vida afectiva o racional a través de ellos, preguntemos ¿son estas reformulaciones un ansia propia por saber de nosotros o es la apariencia y sus hechos la que inconscientemente nos enrumba a esta reformulación? Ambas son dos opciones alentadoras para el campo de la psicología moderna, ya que existe en ambas el tema central: el interés por la vida afectiva, el interés por nuestro “ser”.

La estupidez que vemos en la televisión de espectáculos, la pelea del vecino que antes no nos interesaba, el amorío de uno de tus amigos, la esposa del puma Carranza o la muerte de el hijo de John Travolta, repentinamente nos afecta, nos hace padecer la inseguridad y/o la seguridad de sentimientos adormilados, estos hechos estúpidos nos hacen preguntar cual niños chimuelos, como se encuentra nuestra salud, amor, odio, o vida diaria. De alguna manera la estupidez (ojo no confundir estupidez con imbecilidad) ha puesto en el camino de la motivación pagana a los afectos y sensaciones, de alguna manera la tecnología ha motivado nuestra percepción y a su vez a nuestra sensación, (la publicidad sabe muy bien de eso). Nuestro interés por los afectos es latente, el mundo sensible ya esta con nosotros, se puede palpar y degustar diariamente, nuestra estupidez, nuestra vergonzosa estupidez (como dice el pseudo erudito) ha dejado en pañales a los conspicuos doctos, la gran masa sale a la escena psicológica, la gran masa con su aparente “estupidez” descifra la nueva psicología de los afectos: el mundo de los sentidos.

Los dejo con un video hecho por mi amigo Flavio Fernandini, esto aclarará mucho nuestra percepción con respecto al ambiente sensible en el que estamos.


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