Tres castañuelas rebotan entre sutiles vibraciones e invitan al primer acorde a seguir sus pasos. Seis cuerdas vibran y producen una melodía que se eleva hasta que un cajón peruano da su primer golpe seco y lo sienta sobre una caja de cervezas que ya tiene menos de la mitad del refresco. Alguien se afina la garganta aguardentosa, y la primera guitarra pasea por una escala mayor que lo lleva hasta el hoyo donde se guarda el corazón. Cuatro señores esculpidos en las añoranzas de tradición, cuatro majestuosos músicos interpretando alegrías y poemas en un bodegón, una llamada a las tías de la vuelta y diez porciones de anticucho para al fin dar por entendido que esto es una jarana criolla, de aquellas donde se sirve pisco y lo hacemos humo.
Esta es una para Felipe Pinglo Alva. Compositor, criollo, poeta y, encima, peruano. Más abajo les presento la canción “Sueños de Opio” (les recomiendo con todo el corazón leerla) en ella evoca toda aquella juventud rebelde en verso que caracterizó sus composiciones. Un pequeño espacio a quien se le debería agradecer por toda la música que nos identifica ahora. Pinglo y un año más de la celebración de la música criolla. Las guitarras mestizas y un año más de celebración de tener algo con que admirarnos.
Esta es una para Felipe Pinglo Alva. Compositor, criollo, poeta y, encima, peruano. Más abajo les presento la canción “Sueños de Opio” (les recomiendo con todo el corazón leerla) en ella evoca toda aquella juventud rebelde en verso que caracterizó sus composiciones. Un pequeño espacio a quien se le debería agradecer por toda la música que nos identifica ahora. Pinglo y un año más de la celebración de la música criolla. Las guitarras mestizas y un año más de celebración de tener algo con que admirarnos.
Sobre regios almohadones recostada,
incitante me sonríe bella hurí
cual reina de que hablan los cuentos de hadas,
deslumbrante se presenta para mí.
Sus miradas son de fuego, me enloquecen;
ella me ama y me ofrece frenesí
en su rostro de querube o de Nereida
se adivinan deseos de goces mil.
Droga divina, bálsamo eterno
opio y ensueño dan vida al ser;
aspiro el humo que da grandezas
y cuando sueño, vuelvo a nacer.
Me vuelvo dueño de mil riquezas,
lindas mujeres forman mi harén
y en medio de ellas, yo adormitado
libando dichas, bebiendo halagos
entre los brazos de una mujer.
Primorosas odaliscas en mi torno
obedecen mi cariño de Rajá;
y sus mimos y cariños amorosos
son tributos de esclavas a su sultán.
Una y otra me suplican que las ame,
y les brinde mi cariño más sensual,
¡Oh, delicias que nos duraron tan sólo
lo que el opio en mi ilusión pudo forjar.
1 puntos de vista:
había conocido a Pinglo a través de un documental poco subejtivo. La letra lo dice todo acerca de él.
Publicar un comentario