Leyendo a Heidegger: El último Dios



Para esta semana deseo introducir una breve cita de "El último Dios" célebre escrito del filósofo Martin Heidegger. El texto señala la finitud de nuestras valoraciones y de nuestras creencias culturales, el ultimo Dios es la manifestacion de la finitud de las culturas y del ser ¿nos creemos eternos y redimidos? no hay nada redimible ya que la finitud no es redimible. Atencion tambien con palabras como "degeneración". El texo en suma destila el aroma de la integración, entre la independencia del ser y la utilidad perdida pero no olvidada de Dios. A continuacion el Sr. Heidegger, simpatizante de Nietzsche, de los nazis, de Hegel, de los malos gustos, y de las grandes reflexiones:


"El último dios no es el final, sino el otro inicio de posibilidades sin medida de nuestra historia. Por eso no puede terminar la historia anterior, sino que es preciso que sea llevada hasta su final. Debemos llevar a la transición y a la disposición el transfigurarse de sus posiciones esenciales y fundamentales. Preparar la aparición del último dios es el riesgo más extremo de la verdad del ser, y sólo en virtud de esto es posible la restitución del ente al hombre. La más extrema cercanía del último dios se produce, entonces, cuando el acontecimiento-apropiador, el vacilante rehusarse, alcanza la denegación. Esto es algo esencialmente diferente de la mera ausencia. La denegación, en cuanto pertenece al acontecimiento-apropiador, se deja experimentar sólo desde la esencia más originaria del ser, tal como resplandece en el pensar del otro inicio.

La denegación, como la cercanía de lo inevitable transforma al ser-ahí en algo superado; esto quiere decir: no lo derriba, sino que lo arranca elevándolo a la fundación de su libertad.
Pero si acaso un hombre puede dominar ambas cosas, el faltar aún del rumor evocador del acontecimiento-apropiador como denegación, y la realización del tránsito a la fundación de la libertad del ente como tal, del tránsito a la renovación del mundo a partir de la salvación de la tierra, ¿quién podría decidirlo y saberlo? Y así quienes se consuman en esta historia y en su fundamento, permanecen separados entre sí, como las cumbres de las montañas más distantes.
La extrema lejanía del último dios en la denegación es una cercanía peculiar, una referencia que no debe ser deformada ni apartada por ninguna “dialéctica”.*

Pero la cercanía suena en la consonancia del ser con la experiencia de la indigencia del abandono del ser. Esta experiencia, sin embargo, es el primer paso hacia el asalto del ser-ahí.** Pues solamente si el hombre sale de esta indigencia lleva la necesidad misma a la iluminación, y recién entonces conduce al júbilo del ser, y junto con éste a la libre participación.

Sólo quien piensa demasiado corto, esto es, quien nunca piensa propiamente, permanece adherido allí donde apremia un rechazo y una negación, para hallar un pretexto a la desesperación. Esto es siempre un testimonio de que no hemos aún medido completamente el giro del ser hasta el punto de encontrar allí la medida del ser ahí.**

La denegación compele al ser ahí hacia sí mismo en cuanto funda el sitio del primer paso fugaz del dios, de Aquel que se niega. Recién a partir de ese instante puede estimarse cómo el ser, en tanto ámbito del acontecimiento-apropiador, debe restituir el ente a aquel estado de necesidad que supera al ente, y en el cual tiene que consumarse el homenaje al dios.

Nos hallamos en esta lucha por el último dios, y esto significa por la fundación de la verdad del ser en tanto espacio-tiempo de la tranquilidad del paso fugaz del dios (pues no somos capaces de luchar por el dios mismo); estamos necesariamente en el dominio del ser como acontecer apropiador, y con ello en la más extrema lejanía del muy brusco torbellino de la vuelta.
Debemos preparar la fundación de la verdad, y parece como si con ello estuviera ya predeterminado el homenaje y con éste la salvación del último dios. Tenemos que saber y atenemos, a la vez, a que el albergar de la verdad en el ente, y con ello la historia de la salvación del dios, sólo es exigida por él mismo y por el modo según el cual él nos necesita como fundadores del ser-ahí; exigida no como una tabla de mandamientos, sino más originariamente; y esencialmente de manera tal que su paso fugaz reclama que el ente permanezca, y con ello que lo haga el hombre que está en él; una permanencia recién en la cual el ente llegará a mantenerse firme alguna vez en la sencillez de su esencia recobrada (como obra, herramienta, cosa, hecho, mirada y palabra) ante el paso fugaz, sin detenerlo, sino más bien dejándolo gobernar como paso."


(Traducción de Fabián Mié. Nombres. Revista de Filosofía. Cordoba. Año VI. N° 8-9, nov. 96. Tipeó e indexó Di biase, Nicolas)


Notas de Filoterio:
* Poner atencion a la plabra dialectica y el significado hegeliano que Heidegger otorga.
** El ser ahí se refiere al ser en el mundo.

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