Por: Eduardo Yalan
¡Escríbanle a Antoine de Saint-Exupery porque su principito se encuentra en la tierra! No es que precisamente el pequeño niño con rizos de oro haya anclado otra vez su atroz ingenuidad en África, sino que la cultura moderna siente la presencia del secreto de ese niño (o de su zorro): “no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Esto no es para nada cursi, por si solo este axioma describe exactamente una situación de la filosofía latinoamericana actual, un episodio de nuestra cultura moderna que se devela con un simple análisis de su historia.
No hay que engañarnos, se acusa a nuestra filosofía latinoamericana de mimética y no hay por donde refutarlo, si bien a mediados del siglo XX estuvieron en la escena filosófica personajes originales como Alejandro Korn y el uruguayo Carlos Vaz, ellos encontraron un camino ya labrado por una influencia europea explicita en Latinoamérica. Siendo así ¿Se puede hablar entonces de filosofía latinoamericana independiente? En teoría no se puede hablar siquiera de una filosofía latinoamericana ya que no estamos hablando de algo “en si” o algo único, sino que hablamos de un conjunto de filosofías que han precedido y determinando a la nuestra, en este caso el pensamiento europeo nos ha marcado ya para bien ya para mal (con la misma lógica no podemos hablar de un filosofía exclusivamente platónica ¡que hubiera sido Platón sin Sócrates, Heráclito o Aristófanes!)
Pero existe un hecho curioso en nuestra cultura de pensamiento latinoamericano. A mediados de los años cuarenta, occidente exportó a Latinoamérica uno de sus más prolíficos pensamientos y a la vez el más venenoso: el marxismo. La influencia marxista en hombres como José Carlos Mariategui, el Che Guevara, Fidel Castro, Rodney Arismendy, Eli de Gortari, Antonio Garcia, etc. consolido un hecho que nos marcaría durante la primera mitad del siglo XX: el excesivo interés por las “cosas serias” (como tal vez nos diría el hombre de negocios en el principito), la política, la economía, el materialismo, la sociología. No ha habido filósofo latinoamericano de mitad de siglo XX que no haya incursionado sus especulaciones en el terreno marxista. Las “cosas serias” estaban compuestas por brumosas imágenes y palabras que untaban plegarias hacia la materia, esas “cosas serias” eran siempre dignas de ser pregonadas. Todos se preocupaban acerca del capitalismo o el socialismo, acerca de cómo evolucionaban “dialécticamente” las sociedades, o de cómo la economía marchaba en el país (lo cual induce inevitablemente al sectarismo)
Sin embargo, hubo una época de transición en la filosofía latinoamericana, encabezada por el magnífico Augusto Salazar Bondy; la “filosofía de la liberación” (como se la llamaba) nacía, y con ella unas ansias de ciencia y sed de semiología. La necesidad de liberar a los pueblos sudamericanos en los años 40 condujo a personajes como Mario Bunge y Francisco Miro Quesada a la preocupación por el lenguaje y la aclaración de su significado, además del interés por la lógica y el uso del discurso filosófico; es decir, se marco una actitud positiva hacia la ciencia. Nace pues una filosofía analítica que nos separaba de la seriedad marxista. La fenomenológica, epistemología, semiológica y demás eran las favoritas en tertulias latinoamericanas después de los años cuarenta.
Y fue así como vino el principito. El marxismo nos hizo niños serios y la filosofía analítica nos maduro, ahora la filosofía del principito nos arremete: “Lo esencial es invisible a los ojos” Fijémonos bien, veamos los foros de filosofía latinoamericana después de los años 90, ¿que vemos? Temas como la ética, orientación espiritual/religiosa, y la valoración de vida son incluidas en las principales discusiones. Antes no podíamos ver a un semiólogo hablando de ética, ahora los jóvenes se encargan de trasportar la filosofía a un nuevo espacio, las causas materiales ya no son de interés, ahora lo interesante es lo que no se puede ver. Todos hablan de esas cosas que no se pueden ver, los sentimientos, emociones y demás son el punto de discusión en la filosofía latinoamericana. Cada vez se asienta más la idea de un pluralismo filosófico en Latinoamérica superando sectarismos y esperando con paciencia este desarrollo del pensamiento que actualmente vivimos. Somos privilegiados de presenciar este cambio cultural: el principito se detuvo nuevamente en nuestra cultura pero esta vez trajo consigo a su flor, sus dos volcanes y su cordero.
No hay que engañarnos, se acusa a nuestra filosofía latinoamericana de mimética y no hay por donde refutarlo, si bien a mediados del siglo XX estuvieron en la escena filosófica personajes originales como Alejandro Korn y el uruguayo Carlos Vaz, ellos encontraron un camino ya labrado por una influencia europea explicita en Latinoamérica. Siendo así ¿Se puede hablar entonces de filosofía latinoamericana independiente? En teoría no se puede hablar siquiera de una filosofía latinoamericana ya que no estamos hablando de algo “en si” o algo único, sino que hablamos de un conjunto de filosofías que han precedido y determinando a la nuestra, en este caso el pensamiento europeo nos ha marcado ya para bien ya para mal (con la misma lógica no podemos hablar de un filosofía exclusivamente platónica ¡que hubiera sido Platón sin Sócrates, Heráclito o Aristófanes!)
Pero existe un hecho curioso en nuestra cultura de pensamiento latinoamericano. A mediados de los años cuarenta, occidente exportó a Latinoamérica uno de sus más prolíficos pensamientos y a la vez el más venenoso: el marxismo. La influencia marxista en hombres como José Carlos Mariategui, el Che Guevara, Fidel Castro, Rodney Arismendy, Eli de Gortari, Antonio Garcia, etc. consolido un hecho que nos marcaría durante la primera mitad del siglo XX: el excesivo interés por las “cosas serias” (como tal vez nos diría el hombre de negocios en el principito), la política, la economía, el materialismo, la sociología. No ha habido filósofo latinoamericano de mitad de siglo XX que no haya incursionado sus especulaciones en el terreno marxista. Las “cosas serias” estaban compuestas por brumosas imágenes y palabras que untaban plegarias hacia la materia, esas “cosas serias” eran siempre dignas de ser pregonadas. Todos se preocupaban acerca del capitalismo o el socialismo, acerca de cómo evolucionaban “dialécticamente” las sociedades, o de cómo la economía marchaba en el país (lo cual induce inevitablemente al sectarismo)
Sin embargo, hubo una época de transición en la filosofía latinoamericana, encabezada por el magnífico Augusto Salazar Bondy; la “filosofía de la liberación” (como se la llamaba) nacía, y con ella unas ansias de ciencia y sed de semiología. La necesidad de liberar a los pueblos sudamericanos en los años 40 condujo a personajes como Mario Bunge y Francisco Miro Quesada a la preocupación por el lenguaje y la aclaración de su significado, además del interés por la lógica y el uso del discurso filosófico; es decir, se marco una actitud positiva hacia la ciencia. Nace pues una filosofía analítica que nos separaba de la seriedad marxista. La fenomenológica, epistemología, semiológica y demás eran las favoritas en tertulias latinoamericanas después de los años cuarenta.
Y fue así como vino el principito. El marxismo nos hizo niños serios y la filosofía analítica nos maduro, ahora la filosofía del principito nos arremete: “Lo esencial es invisible a los ojos” Fijémonos bien, veamos los foros de filosofía latinoamericana después de los años 90, ¿que vemos? Temas como la ética, orientación espiritual/religiosa, y la valoración de vida son incluidas en las principales discusiones. Antes no podíamos ver a un semiólogo hablando de ética, ahora los jóvenes se encargan de trasportar la filosofía a un nuevo espacio, las causas materiales ya no son de interés, ahora lo interesante es lo que no se puede ver. Todos hablan de esas cosas que no se pueden ver, los sentimientos, emociones y demás son el punto de discusión en la filosofía latinoamericana. Cada vez se asienta más la idea de un pluralismo filosófico en Latinoamérica superando sectarismos y esperando con paciencia este desarrollo del pensamiento que actualmente vivimos. Somos privilegiados de presenciar este cambio cultural: el principito se detuvo nuevamente en nuestra cultura pero esta vez trajo consigo a su flor, sus dos volcanes y su cordero.
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